domingo, 13 de enero de 2013

Verbo carne



Cualquier nosotros está hecho sólo de verbo. Tan poco me basta que llegas y me asumes completa porque es así como vivimos: a través de las palabras. Por eso ahora intentaré no pensarlas en exceso, apenas ser ellas, discurrir ahí donde ambos intentamos continuamente una vida distinta, ser un otro que sobrepasa nuestras finitudes.
Es tu palabra la que ha azotado mi cuerpo y con ella todo lo que no era, ahora fluye: doloroso, vivo, extático. De una en una se ha abierto una mujer nueva, y una mujer nueva siempre es también una herida; la mía late sola, palpita, grita de euforia al saberse honda pero siendo, porque por tus palabras soy. Las mías gimen, intentan un rugido animal cuando tu voz, lejana y secreta, viene hasta aquí para darme el mayor de los placeres: este acto solitario que tan bien me has escenificado, ese fin espasmódico, de ansia y sobras. Sí, también soy sobra: eso me has dado. Pero ya no me importa -me engaño-. Vale más un cuerpo agitado que la frialdad posada a tu lado. Ya no me siento menos ni te siento imposible y mucho menos demasiado. Porque soy yo quien se abre sin medida, quien se retuerce desgarrada, indómita. Dura, dices, y te equivocas: dada. Toda me doy a tu verbo, pues sólo sé ser desborde, como cuando exhalo agotada por esas sobras de deseo que, sin embargo, no son el simulacro de la plenitud sino su acto único.
Tú no existes, eres un espanto, poca cosa. Y yo soy en ti sólo gracias a las palabras.

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