miércoles, 24 de abril de 2013

Lista de cosas pavosas. Volumen II



  1. Hacerse llamar adulto contemporáneo.
  2. Regalar el libro de Titina Penzini.
  3. Grey’s Anatomy.
  4. Los palíndromos.
  5. El día de la secretaria.
  6. Las batolas de Soledad Bravo
  7. El himno nacional cantado por Kiara o Ilan Chester.
  8. Los desfiles militares.
  9. Las canciones softporn de Frank Quintero.
  10. Comer caviar con malta.
  11. Cualquier canción tocada en zampoña. ¿De dónde sale tanto peruano y por qué, encima, versionan en flauta el tema de Titanic?
  12. Usar las palabras cuñis, suegris y papi.
  13. Imaginarse a Román Chalbaud en una bata de seda estampada con guacamayas.
  14. Comer sushi con cubiertos.
  15. Las bailoterapias.
  16. Tener un afiche de Carlos Andrés Pérez pegado en la cocina.
  17. Los pañitos de Piolín que los autobuseros venezolanos guindan junto al retrovisor.
  18. Tomarse una foto y que atrás aparezca un ventilador de pie.
  19. Ser hombre heterosexual y tener un interior de animal print.
  20. Las fiestas de quince años, sobre todo cuando el padre y la muchacha en cuestión bailan Tiempo de vals, de Chayanne.
  21. Lanzar indirectas por Twitter. Retroceda cuatro casillas. Sí, ahí: está usted de regreso al cuarto año de bachillerato.
  22. Hablar de literatura en una primera cita.
  23. Comerse una ración de chinchurria después del sexo.
  24. Las fotos de los recién graduados con la gigantografía de una biblioteca.
  25. Hablar con las matas.
  26. Escuchar joropo a las 5 de la mañana.
  27. Echarle salsa de tomate al sushi.
  28. Embadurnarse de Lymagel, ponerse una faja plástica y sudar como gordo en El Guapo.
  29. Videodanza. ¿Qué vaina es esa, por el espíritu del buen Jorge Tuero?
  30. Beber Etiqueta Negra en totuma.
  31. Decir bubis en vez de tetas.
  32. Llegar a casa de un hombre soltero y que esté escuchando un tema de Ana Gabriel.
  33. La expresión «hacer el amor»
  34. No quitarle el plástico a las cosas nuevas.
  35. Dedicar un poema de Benedetti.
  36. Tomarse fotos grupales sosteniendo la bandera.
  37. Bob Marley.
  38. Que te guste el ska después de los 18 años.
  39. La voz engolada de Leonardo Padrón.
  40. El programa de las tres subnormales que dan en las mañanas en Globovisión.
  41. Frida Kahlo,  Diego Rivera y Botero.
  42. Guindar una penca de sábila en la puerta de la casa.
  43. Usar esmoquin en Margarita.
  44. Comer huevo sancochado en la playa.
  45. Los cursos para viejas sin oficio: vitrales, muñecos de anime, gelatinas de ocho colores, papel maché y demás manualidades.
  46. «De tus manos brota lluvia de vida». En fin, la estética revolucionaria y sus frases que producen hemorroides.
  47. Las velas aromáticas.
  48. Esperar con ansias el pronóstico del año de Adrianna Azzi.
  49. Maitena.
  50. El Cirque du Soleil.

martes, 23 de abril de 2013

Lista de cosas pavosas. Volumen I


  1. Coger con música de Kenny G.
  2. Las camas y jacuzzis llenos de pétalos de rosas.
  3. Idolatrar al objeto libro.
  4. Beber anís después de los 16 años.
  5. Tatuarse la firma de Chávez.
  6. La canción de la rosa pintada de azul. No es un motivo: es un bodrio.
  7. Una fiesta que termina con alguien sacando una guitarra y tocando una de Silvio Rodríguez.
  8. Las luchas de almohadas en las plazas públicas.
  9. Ser mujer y tener peluches después de los 26 años.
  10. Los peluches metidos en globos y cualquier regalo del Día San Valentín. De hecho, ese día es más pavoso que un poema de Isaías Rodríguez.
  11.  El bigote de Nicolás Maduro.
  12. La cara de mojigata de Maripili Hernández.
  13. Robarse un centro de mesa. O peor: pelearse por él.
  14. La música venezolana con flauta.
  15. Cualquier hora loca.
  16. Llevar arroz con pollo en vianda a la playa.
  17. Una mujer menopáusica que usa leggins.
  18. Las cholas con medias. Salvo que seas holandés o alemán: sabemos que la cosa es genética.
  19. Combinar el cinturón con los zapatos y la cartera.
  20. Tomarse un vaso de chicha ataviado con un liquiliqui.
  21. Ser progre.
  22. Los bautizos de libros.
  23. Usar tacones blancos comprados en una tienda de La Hoyada.
  24. Hablar de la patria.
  25. Beberse una botella de Cocoanís mientras oyes los grandes éxitos de Lila Morillo.
  26. Ser mujer e ir al baño en grupo. Peor aún: una vez ahí, dedicarse a hablar mal de los hombres.
  27. Usar una lata vieja de leche en polvo como cenicero.
  28. Volverse loca con el lanzamiento del ramo en las bodas.
  29. Las bodas.
  30. Ir a una boda en la playa con tacones de 20 centímetros y que todos te vean caminar como un saltimbanqui hundido en la arena.
  31. Los bolsos tejidos de artesanos.
  32. Irse a vivir al extranjero y llenar el departamento de artesanía venezolana.
  33. Tener en el clóset una franela del Che Guevara y un bolso del Foro Social Mundial.
  34. Los cirqueros, los malabaristas, los que se guindan de telas y los que creen que por fumar monte van a salvar al mundo.
  35. El teatro.
  36. Robarse un rollo de papel toilette de una casa.
  37. Forrar la tapa de la poceta.
  38. Los adornos navideños.
  39. Meterse una pea y terminar cantando una canción del primer disco de Guillermo Dávila.
  40. Beber papelón con limón en copa.
  41. Las chaquetas de Ramos Allup.
  42. Usar medias pantys color piel. El asunto se torna pavosisímo si las mismas, además,  son brillantes.
  43. Hablar a gritos por el celular en espacios públicos.
  44. Nunca está de más repetirlo: las fotos de mujeres preñadas mostrando la barriga y rodeadas de sábanas blancas y girasoles.
  45. Hacer aspaviento de lo magnífica que es tu relación amorosa en el muro de Facebook.
  46. Mezclar morcilla con Baileys.
  47. Arrodillarse para pedir matrimonio.
  48. Confesar, en medio de una borrachera, que lloras con las canciones del Grupo Aventura.
  49. Las cuñas de Navidad de los canales venezolanos.
  50. Ser chavista.

sábado, 20 de abril de 2013

De lo pavoso


Entre mis palabras favoritas del léxico venezolano figuran dos: arrechera y pavoso. Lo de la arrechera ya lo expliqué en un post anterior. El asunto con lo pavoso es que demasiadas cosas lo son:  pavoso es coger con medias, un ejemplo clásico. Pavosa es una borrachera que termina en llanto. Pavoso es también ese modo que tienen algunos de llenar las casas de lo que, la sabia tía que me crió, llamaba recogepolvos, esto es: recuerditos de bautizos, comuniones, elefantes y demás objetos diminutos de porcelana que crean ante la vista la estampa de un bazar oligofrénico y de pésimo gusto. Pavoso es que ahora en Venezuela los actos políticos empiecen o terminen con el finado cantando el himno nacional y que, no contentos con acceder así al epítome de la pavosería, les dé a estos seres abyectos por hablar de líder supremo, líder eterno y vaya usted a saber qué otro dislate. Y es que, vamos a estar claros: Venezuela es un país bastante pavoso, aunque eso también tiene su gracia.

Pero más allá de estos ejemplos, pavoso es también, si me preguntan, escribir sobre la imposibilidad de escribir. Piense en todas las barbaridades, necedades y lugares comunes que ha leído sobre la dichosa página en blanco. ¿Lo ve? La pavosería en todo su esplendor. Creo que se entiende. Es por ello que me hallaba yo negada a volver al blog sólo para contar que lo he dejado a su suerte debido a que, de un tiempo a esta parte, se me hace imposible escribir. Por supuesto, nada sucedería si esa dificultad no crease en mí una suerte de nudo en la garganta, como quien ya pende con los pies al aire. Pero lo cierto es que sentirme mal y, encima, no poder escribir, acaba por producir en mí un estado anímico aún más deplorable.

De  esto hablaba ayer con mi ex cuando él, sabiamente, me recordó que una depresión no es algo banal, y que si algo he de entender es que, mientras el asunto no esté resuelto (y eso no ocurrirá sólo por el efecto mágico de la medicación), estaré casi condenada a no poder hacer muchas de las cosas que antes me resultaban, si no naturales, al menos llevaderas. Por supuesto, es una obviedad, pero cuántas veces no pasamos por alto lo más evidente, envueltos como podemos estar en nuestros problemas y angustias. Por lo de más, es una maravilla esto de tener un ex que le viene a recordar a uno semejante verdad. Prueben: un ex sabio es una maravilla.

Y ya que estamos: nadie quiere acercarse mucho o intimar ni con un despechado ni con un depresivo. Es tal el efecto que ambos estados ejercen sobre quienes los padecen, que la mayoría de los seres pensantes prefieren huir, no sea cosa que tengan que calarse algún llanto histérico o la magnitud del desasosiego. Es decir, que también hay un síntoma de pavosería claro en la depresión (lo del guayabo es más que evidente, sobre todo si a uno le da por oír grandes éxitos de Raphael o Camilo Sesto), y esto lo digo porque quien padece dicha enfermedad termina por perder la perspectiva y se hunde en un estado que coarta hasta la imposibilidad de reírse de si mismo.

Sí, suena a que estoy tomándome a la ligera el asunto, pero conste que es mi propia depresión y ya me tiene los huevos al plato, para usar una expresión argentina la mar de bella y edificante. Pavoso es también, entonces, andar por ahí con el desconsuelo a la vista y sin poder tomarse nada a chiste. Y si lo dejamos hasta aquí, puede que me anime y, en una próxima entrega, redacte una desquiciada lista de cosas memorables por su pavosería. Ésa sería una buena estrategia para derrotar la excusa de no poder escribir, pavosísima por demás. 

miércoles, 3 de abril de 2013

Rendirse



Rendirse,
ver apagarse las luces,
desandar los pasos,
ver crecer la abulia.
Rendirse,
sentarse a la vera con un cigarrillo
y abdicar de todo
porque todo, lo sabemos, ya pasó.
Rendirse,
tenderse,
dejar que la catástrofe haga su trabajo,
no esperar más que los restos
de este despiadado carnaval.
Rendirse,
aun con la mirada altiva
pero seguros
del fin.