viernes, 27 de julio de 2012

To Rome with love



Woody Allen es un tópico y yo últimamente no encuentro nada de lo que busco o es tal vez que busco siempre como inmóvil. Mejor dejar los párrafos aprendidos y dictados para otros y decirles que me aburrí de lo lindo, a diferencia de los adolescentes a mi lado, que reían exultantes mientras intercambiaban cotufas. Y escribirle a Woody, claro, que el amor no es demagogia y por eso me abstengo de las fórmulas y le ruego que si hay otra no desaparezca así en el metraje porque sus chistes son un vestido que no encoge y siempre entalla; que si a usted le da por hacer con tesón yo le celebro la belleza indiscutible de un hombre cantando bajo la ducha, eso y poco más, pero lo celebro como quien agradece apenas un gesto en la aridez del paisaje. 

miércoles, 25 de julio de 2012

Parampampán


¿Ciudad mística? Ciudad de mierda, mejor. Se pregunta a cualquiera, al desharrapado, al triste, a quien ha hecho una sola comida hoy, a quien no entiende nada, a quien está parado en la esquina, a quien vive así nomás, y tiene el coraje de decir:
— Aquí, vale, llevandola —sin el acento en la á para que rime con bola.
— ¿Pero qué haces? 
— Nada.
— ¿Cómo nada? 
— Sí... jodido pero en Caracas.
— Pero...
— Nada, mi llave, ¡Caracas es la sucursal del cielo!.


País Portátil. Adriano González León.


Nota: La imagen de arriba corresponde al reencuentro de un grupo de amigos en el perrero de confianza. Es, por mucho, la mejor foto de un reencuentro que he visto en Facebook (y en la vida. O casi).

viernes, 20 de julio de 2012

Breve relato patriota con boina roja y lima de uñas



En el año X la presidencia decretó que todo venezolano debía añadir ‘bolivariano’ y ‘bolivariana’ a su nombre. En el registro civil del Municipio Mariño del Estado Nueva Esparta, Maritza Bolivariana Gómez y Junior José Bolivariano Andrade presentaron a su pequeña hija, Yulitza Bolivariana Andrade Gómez.

Yulitza Bolivariana, al igual que todos los niños del reino petrolero bolivariano, recibiría en navidad los regalos traídos desde tierras muy lejanas por Simoncito. Atrás había quedado el perverso niño Jesús. Ahora Simoncito recorría las calles y trochas a caballo, siempre acompañado por su fiel amigo y maestro: el teniente coronel.

  ¡Qué barriga bonachona tiene! —exclamaban los niños al ver la estampa del rey noble.

 ¡Qué ilustre la papada de nuestro excelso teniente coronel! ¡Oh, gran verbo! ¡Oh, todo bondad y sabiduría! —decían los mayores.

Y los niños abrían gustosos los regalos: alpargatas rojas, regios bustos del bienhechor, engrapadoras, limas de uñas para las coquetas niñas.

Y en el reino del detrito todos hablaban del Señor que les había traído tantas dichas. Y como aquél poco se daba a ver, puesto que sólo salía si Mercurio estaba retrógrado, siempre a bordo de su gigante nave escoltada, un hombre escribió un hermoso relato titulado “A través del vidrio del carro blindado y lo que el excelso encontró ahí”. Pero no faltó quien pensase que aquel relato se burlaba de Su Eminencia:

 ¿Qué puede haber en el vidrio, sino cagarruta de pájaro?”, mencionó alguno.

  Está claro que no es más que una artimaña con fines deshonrosos —dijo otro.

  ¡Es un infiltrado! ¡Estamos ante pornografía pura! —clamó un tercero.

Entonces el autor fue expulsado a los límites de la ciudad capital y, a fin de que nunca más profanase el devenir de los pueblos soberanos, condenado a releer la historia patria desde sus inicios, que, como es bien sabido, se remontan a un modesto pesebre barinés.

jueves, 19 de julio de 2012

Los chicos cándidos


The Amazing Spider-Man



Hay chicos que ni están al margen ni habitan el centro. Los raros (y en la adolescencia casi todos somos raros, porque ésa es la condición de la edad), los nerviosos, los silentes. El nuevo Peter Parker (interpretado por Andrew Garfield) es todo eso, pero además —y esa añadidura es su fuerte— es un conjunto de guiños, muecas, tartamudeos profundamente encantadores. Es un rostro único y una silueta que no hace alarde de corpulencia. Es adorable, no tonto. Peter Parker no está ni fuera ni en el borde: es un personaje un poco corrido a un lado, como todos (o al menos, como todos los chicos torpes que siempre me gustaron) “Mira, soy una persona normal”, le dice Parker al niño que se encuentra en un auto suspendido; se ha quitado la máscara: y sí, es normal, porque lo anormal es un adolescente tan encantador y vivo, ahí, en pantalla. Sucede que innumerables veces hemos visto cuánto se confunde normalidad con insulsez, por eso agradecemos tanto que a un actor como Garfield se sume Emma Stone, que aquí y donde se le vea es una actriz única, deleitable como pocas (para la sosería ya existe Kirsten Dunst, haga lo que haga)  Y Spider-man es todo ese silencio, ese decir y no que pasa cuando ambos están juntos. De resto, no se trata de acción, sino del héroe, y el héroe no es más que un chico jugando a entender sus poderes. En ausencia de solemnidad, hay aquí mucha viveza; una cierta energía festiva que le va de maravillas al traje ceñido y elástico. Bah, que nunca me han gustado los menores, pero a este Spider-man me lo llevaría a casa.