lunes, 28 de enero de 2013

Poema

En Margarita juego a la ficción
de no estar en Venezuela. 
Procuro mirar sólo el mar.
Casi puedo tocar el silencio de la casa,
silencio de pájaros y matas de mango,
cuando no pasa un auto con sus altavoces.
Ignoro las noticias:
quiero que mi mente sea blanco 
de la desidia por elección.
Pero mi padre insiste en leerme los titulares del día
y cada vez que habla 
su voz se transforma en queja 
y espanto. 
Yo no estoy, está mi sombra
la única que siempre habita estos parajes.
Y en la playa abro un libro
y persisto en la evasión.
Porque luego, en Caracas, 
no habrá mar ni cantos de pájaros ni padre con periódico en manos
sino el puñetazo certero
que acabe con mi farsa de aparente sosiego.

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