jueves, 5 de diciembre de 2013

Heberto Padilla, también ahora.


INSTRUCCIONES PARA INGRESAR EN UNA NUEVA SOCIEDAD

Lo primero: optimista.
Lo segundo: atildado, comedido, obediente.
(Haber pasado todas las pruebas deportivas).
Y finalmente andar
como lo hace cada miembro:
un paso al frente, y
dos o tres atrás:
pero siempre aplaudiendo.


PARA ESCRIBIR EN EL ÁLBUM DE UN TIRANO

Protégete de los vacilantes,
porque un día sabrán lo que no quieren.
Protégete de los balbucientes,
de Juan-el-gago, Pedro-el-mudo,
porque descubrirán un día su voz fuerte.
Protégete de los tímidos y los apabullados,
porque un día dejarán de ponerse de pie
cuando entres.



Heberto Padilla ganó en 1968 el premio Julián del Casal por su poemario Fuera del Juego, del que se extraen los poemas arriba citados. La Unión de Escritores y Artistas de Cuba consideró que su contenido era contrarrevolucionario y, por ende, que no merecía el galardón. En 1971 Padilla fue encarcelado y torturado hasta hacerle escribir una confesión donde el poeta admitía su desobediencia a la Revolución. La declaración —que debió leer ante un auditorio resguardado por militares— es escalofriante y, al respecto, expresaron en carta enviada a Fidel Castro intelectuales de todo el mundo:

«El desprecio a la dignidad humana que supone forzar a un hombre a acusarse ridículamente de las peores traiciones y vilezas no nos alarma por tratarse de un escritor, sino porque cualquier compañero cubano —campesino, obrero, técnico o intelectual— pueda ser también víctima de una violencia y una humillación parecidas». 

En la edición en e-book disponible en el siguiente link (buscar en el apartado de poesía): http://www.papyrefb2.net/frames/index.php pueden hallarse también otros documentos sobre el tema, como textos de Reinaldo Arenas y Octavio Paz, además de una explicación más rigurosa sobre los incidentes que rodearon el caso. 

lunes, 2 de diciembre de 2013

¿Y tú ya leíste «1984»?


«Los ojos de éste le perseguían a uno desde las monedas. Sí, en las monedas, en los sellos de correo, en pancartas, en las envolturas de los paquetes de los cigarrillos, en las portadas de los libros, en todas partes. Siempre los ojos que os contemplaban y la voz que os envolvía. Despiertos o dormidos, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama, no había escape. Nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo»


«Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad. «El que controla el pasado —decía el slogan del Partido— controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado»»


«Nosotros somos los muertos. Nuestra única vida verdadera está en el futuro. Tomaremos parte en él como puñados de polvo y astillas de hueso. Pero no se sabe si este futuro está más o menos lejos. Quizá tarde mil años. Por ahora lo único posible es ir extendiendo el área de la cordura poco a poco. No podemos actuar colectivamente. Sólo podemos difundir nuestro conocimiento de individuo en individuo, de generación en generación. Ante la Policía del Pensamiento no hay otro medio»


«Y, al mismo tiempo, la idea de que se está en guerra, y por tanto en peligro, hace que la entrega de todo el poder a una reducida casta parezca la condición natural e inevitable para sobrevivir»


«Lo que interesa no es la moral de las masas, cuya actitud no importa mientras se hallen absorbidas por su trabajo, sino la moral del Partido mismo. Se espera que hasta el más humilde de los miembros del Partido sea competente, laborioso e incluso inteligente —siempre dentro de límites reducidos, claro está—, pero siempre es preciso que sea un fanático ignorante y crédulo en el que prevalezca el miedo, el odio, la adulación y una continua sensación orgiástica de triunfo. En otras palabras, es necesario que ese hombre posea la mentalidad típica de la guerra. No importa que haya o no haya guerra y, ya que no es posible una victoria decisiva, tampoco importa si la guerra va bien o mal. Lo único preciso es que exista un estado de guerra»


«En el vértice de la pirámide está el Gran Hermano. Éste es infalible y todopoderoso. Todo triunfo, todo descubrimiento científico, toda sabiduría, toda felicidad, toda virtud, se considera que procede directamente de su inspiración y de su poder»


«Un grupo dirigente es tal grupo dirigente en tanto pueda nombrar a sus sucesores. El Partido no se preocupa de perpetuar su sangre, sino de perpetuarse a sí mismo. No importa quién detenta el Poder con tal de que la estructura jerárquica sea siempre la misma»


«A los proletarios se les puede conceder la libertad intelectual por la sencilla razón de que no tienen intelecto alguno. En cambio, a un miembro del Partido no se le puede tolerar ni siquiera la más pequeña desviación ideológica»


«Se espera que todo miembro del Partido carezca de emociones privadas y que su entusiasmo no se enfríe en ningún momento. Se supone que vive en un continuo frenesí de odio contra los enemigos extranjeros y los traidores de su propio país, en una exaltación triunfal de las victorias y en absoluta humildad y entrega ante el poder y la sabiduría del Partido»


«El pasado será lo que el Partido quiera que sea»


«El Ministerio de la Paz se ocupa de la guerra; el Ministerio de la Verdad, de las mentiras; el Ministerio del Amor, de la tortura, y el Ministerio de la Abundancia, del hambre»


«Si los Altos, como los hemos llamado, han de conservar sus puestos de un modo permanente, será imprescindible que el estado mental predominante sea la locura controlada»


«No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura»

Todas las citas pertenecen a 1984, de George Orwell. Aquí puede descargarlo gratis en formato Epub o PDF:http://tomalibros.net/descargar-libro-1984-de-george-orwell/  

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El peso del país


I
Hay quienes dicen que los que nos fuimos del país no debemos opinar; que lo olvidamos, que no nos duele lo que allá sucede; que somos cómodos, indolentes; que al tener residencia en cualquier otra nación somos felices y pasamos la página de lo que significaba vivir en Venezuela. El país, dicen, te afecta sólo si te hallas dentro de sus fronteras. Dicen muchas cosas y cada vez esas cosas me molestan menos. Alguna vez hicieron que me hirviese la sangre; ahora procuro dejarlas pasar: siempre habrá quienes proclamen necedades. 

II
Alguna vez Daniel Pratt (@depr001) escribió en ese maravilloso blog suyo llamado Afinidades Electivas que los venezolanos que se marchan del país sufren porque no pueden abandonar la mala costumbre de revisar a diario los portales de noticias venezolanos. Este ejercicio masoquista de mantenerse informados de todo lo malo que ocurre en la nación que dejaron (y miren que lo malo viene en dosis gigantescas) les impide, a su vez, hacer pie en el país que escogieron para inventarse una nueva vida. La realidad venezolana se impone entonces como lastre, peso muerto sobre las espaldas que imposibilita el disfrute de un presente menos caótico y más afable (con todas las desventajas y penas que implica ser inmigrante, detalles en los que no pienso ahondar ahora). Y concluía Pratt agregando que, ante tan nociva actitud, lo mejor era adoptar la postura contraria: rebelarse, dejar un poco de lado lo que sucede en Venezuela para abrir los ojos a la nueva realidad, para enterarnos de la política del nuevo país elegido, para ser partícipes de su devenir. 

III
El pasado domingo decidí que ya era tiempo de dedicarle, de nuevo, muchas horas continuas a la lectura. Como creo en ciertas ceremonias, concluí que lo mejor sería convertir la ocasión en una modesta celebración. Fui entonces al abasto chino de mi cuadra y adquirí una botella de vino tinto y un trozo de queso Sardo. Compré, además, una lata de atún y un paquete de cigarrillos. Pagué con el billete de máxima denominación y me sobró la mitad del dinero. Ya en casa dispuse el queso y la botella sobre la mesa de noche (mesa de luz, dicen los argentinos) y me tendí en la cama con mi Kindle. A media lectura, con un pedazo de queso en la boca y mientras con la mano izquierda alcanzaba el vaso de vino, ocurrió lo peor: de la nada, pensé que ese tonto, aunque muy placentero rato, me había costado tan sólo unos pocos pesos argentinos. Y de ahí salté a pensar que aquello era de lo más burgués; que el Gran Hermano, al verme, me condenaría. Y pensé en cuánto deben pagar actualmente mis compatriotas allá en el Caribe para hacerse con un Kindle, una botella de vino y un buen trozo de queso madurado. Y sentí asco y tristeza. Coño, que se me jodió la velada, carajo: mira que venir a pensar en esas vainas en semejante momento. Y me perdonarán los lectores mi banalidad, que hay gente a la que asesinan a diario sin que el gobierno haga nada y yo vengo a hacerme la cabeza por vino, lectura y queso. Pero verán ustedes: no hablo de una cartera Chanel ni de una corbata de Dior ni de un Maserati, no. Hablo de pequeñas cosas y, como yo la concibo, la vida no merece vivirse sin esos diminutos placeres, más cuando has trabajado por ello. En fin: es que Venezuela le jode a uno independientemente de dónde se halle, porque su realidad aplastante es una constante en la cabeza. Y el coño de la madre, ¿saben qué libro estaba leyendo? 1984, de George Orwell. Razón tiene Daniel Pratt: cuánto masoquismo el de uno.

martes, 19 de noviembre de 2013

Por el medio de Buenos Aires


Hay un tipo de pesadumbre que sólo se pasa escribiendo, me digo, como quien descubre el agua tibia, la masturbación o el poder sanador de una borrachera. Esa pesadumbre es la que he ido acumulando en los últimos meses cuando, sin darme cuenta, decidí dejar de lado la lectura y cualquier intento de escritura. Me curé, fue lo que atiné a pensar. No más esclavitud ante el teclado, no más releer lo garabateado para odiarlo, no más leer a otros para odiarme por incapaz. Salí entonces a las plazas y me emborraché con otros, no ya a solas junto al monitor de la computadora. Fumé, inhalé, me senté en pórticos con una birra de litro junto a las piernas, a oír las cuitas de los demás, a odiarlos en secreto, a envidiar sus vidas alegres de jóvenes que beben en las calles y plazas de su ciudad porque pueden. Y me pasaron aun cosas más importantes, más profundas y dramáticas, pero ésas las guardo como se guarda lo verdaderamente importante. Pero hoy, al verme postrada y gris, con ganas de rehacerme de nuevo y con dolor en el pecho (que sí, es por fumar, pero se me antoja ser menos realista) entendí que debía volver a esta suerte de condena que significa escribir, aunque sólo sea para decir: lo hice y, en ningún caso, para hacerme la importante o la que tiene cosas que narrar. Vendrán más birras en las calles de San Telmo, vendrán mis pasos discretos por las veredas de México y Jujuy. Y seguro alguien cantará algún tema de Morrissey o de alguna de las cientos de bandas argentinas que desconozco y yo pondré los ojos en blanco mientras les oigo, exaltados, decirme por millonésima vez:  «¡Che! ¡¿Cómo que nunca los oíste?!». Porque lo que quiero decir, a fin de cuentas, es que por fin, tras cuatro años, he empezado a sentirme una verdadera habitante de esta ciudad, no su espectadora. Y todo porque salí y tomé por asalto las calles, dejándome llevar, comprendiendo lo que no tenía en Caracas y que ahora está allí: la libertad de emborracharme mientras miro a los viandantes. A veces las cosas más simples son las más reveladoras. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

Chaborra Navidad


Luego de un receso con este asunto del blog, volvemos con ganas de hacer un poco de labor social por todos los compatriotas. En Buenos Aires ya empieza a sentirse la cercanía del verano pero, en mi país, ya el Presidente decretó el inicio de la época decembrina. ¡Alegría! Mientras tanto, el dólar amanece casi a sesenta bolívares y los venezolanos intentan convertir en disciplina olímpica el acto de hacer colas (aunque, hay que reconocerlo, bastante ahínco ponen también en llevar a la misma categoría las golpizas por un pollo congelado o los encontronazos por saquear una gandola con comida) En fin: la paz y la dicha propias de estas fechas se sienten en el aire de la nación caribeña, por eso, desde la distancia, quiero llevar un mensaje de amor y tranquilidad para todos aquellos pesimistas incapaces de ver cuántas oportunidades anidan en un presente que ven más que sombrío. Y es que, queridos compatriotas: no hay que dejar que la escasez, la inseguridad y la inflación nos desanimen. No, señor. Sobre todo porque, como ya se nos ha dicho, todo estará en orden y en perfecta armonía dentro de cincuenta años. Así se nos informó y eso hay que celebrarlo. Mientras tanto, aquí van mis modestos consejos y predicciones (por qué no, quién es Adriana Azzi para acaparar ese mercado, ¿ah?) para estas chaborras navidades. 

*Querida ama de casa: usted sabe que la masa no está pa' bollo. Pero usted no puede evitar contener las lágrimas cuando piensa que no podrá meterse sus acostumbradas peas de menopáusica sin el sabroso Ponche Crema; porque vamos, como todo, este brebaje está carísimo. Despreocúpese, que aquí le traemos la solución: mezcle un litro de querosén con un chorrito de esencia de vainilla. Agite. Deje reposar un par de horas y listo. Ahora podrá brindar con sus compañeras de bailoterapia. 

*Digamos que ya ustedes en casa gastaron ochenta sueldos mínimos en un pino canadiense o chino. Pero no da colocar el dichoso árbol en medio de la sala así, sin una mariquerita, un adornito, una vainita. Un árbol de navidad pelao' es más feo que una mujer sin teñirse las canas. Pues bien: como ya se quedaron sin plata para las bolas y las guirnaldas, le aconsejamos que busquen una bolsa de mangos y decoren con ellos su pino. ¿Qué más quieren? Se trata, camaradas, de hacer de la Navidad una fiesta autóctona y folclórica, tal y como le habría gustado a nuestro Comandante Galáctico.

*Los venezolanos tienen la extraña costumbre de gastarse un realero en lo que denominan «la pinta del 24 y del 31». En fin, quien escribe no se considera autoridad moral para criticar tamaña frivolidad. El asunto es que con semejante economía en quiebra, comprar ropa para estrenar en diciembre parece una empresa imposible. Bien, eso cree usted, no yo. ¿Sabe por qué? Porque resulta que yo he visto a los emprendedores muchachos de Project Runway fabricar vestidos con materiales de desecho. ¿Se imagina qué bello quedaría un traje hecho totalmente con hojas de plátano? De muerte lenta, amiga. ¿Y otro confeccionado con un saco de harina de trigo? A Michael Kors se le caería la baba. Así que anímese: sea creativa. Y después no diga que la televisión no enseña nada. 

*La hallaca (una suerte de tamal relleno de carne de res, cerdo y gallina) es el condumio navideño venezolano por excelencia. Pero este año la querida hallaca debe ponerse a tono con las exigencias de la gastronomía mundial; es por ello que todo cocinero que se precie tendrá que adaptarse y sorprender a sus invitados y parientes con lo más in: la hallaca deconstruida. ¿Que cómo es eso? Fácil: busque un plato, agréguele una (1) aceituna, una (1) pasa y termine adornando ese manjar con un pedazo de pabilo. Le aseguramos que Ferran Adrià sentirá envidia. 

*¿Pan de jamón, me pregunta usted? Déjese de eso, que hace pocos días leí a cuánto estará el fulano y casi me da un ACV. Busque casabe y úntelo con jamón endiablado. ¡Una exquisitez digna del paladar más elevado!

*Usted juega al Amigo Secreto. Mi conclusión es que usted no se quiere y le gusta torturarse pisándose una bola o una teta con una puerta. Pero bueno, esas son vainas mías. A usted le gusta esa mariquera y así son las cosas. Entonces, ¿qué regalarle a esa secretaria amante de Arjona que le tocó en el juego? No se angustie, no tendrá que donar un riñón para poder comprar el obsequio. Haga un poco de memoria: ¿recuerda esas manualidades que hacía en el colegio para el día de la madre? Sólo necesita unas paletas de helado y pega Elefante. Seguro a ella le encantará tener en su escritorio ese detalle tan original y hecho a mano que, además, hará juego con las fotos de sus nueve muchachos. 

*En cuanto a las predicciones, todo me lleva a asegurar que en la nación del güisqui no dejarán de celebrarse las acostumbradas cenas de los grandes hoteles. Eso sí: el menú, en estos casos, sufrirá unas pertinentes variaciones. Por Bs. 600.000 (por persona) se podrá beber una copa de Cocuy y cenar sardinas con pan canilla. Claro: ¡siempre con la música de la Billo's de fondo! No bailar con la Billo's en diciembre es más feo que pegarle a un ser querido con una chancleta. 

*Algunos malintencionados piensan que el pueblo está arrecho. Como aquí ya estamos curados de esos males y vemos claramente al chavismo gobernando hasta que regresen los dinosaurios, dudamos mucho que surjan gaitas de protesta. Lo que sí se pondrá de moda será la gaita de «La Suprema Felicidad». Es innegable que un gran dolor nos embarga, empero: ojalá las gaitas se hubiesen muerto con el Comandante. 

*Es obvio que muchos adoran viajar en diciembre, pero entre el precio del dólar que nos quiere imponer la CIA, la restricción en la venta de pasajes y otras cosas lindas de Zimbabue, es posible proyectar que muchos caraqueños tendrán las vacaciones de sus vidas nada más y nada menos que: o en el zoológico del Pinar o en el Parque del Este. Y no viene mucho al caso, pero hágase un favor: deje de decir Waraira Repano y diga Ávila. No sea ridículo. 

*Ya sabemos que vivimos una época de avances tecnológicos y los juguetes no se quedan atrás. Pero nosotros, dignos hijos de Bolívar y su primogénito, el niño Chávez de Sabaneta, no podemos hacerle el juego a esa locura capitalista que sólo enferma a los niños y los convierte en esclavos del consumismo. Este diciembre los niños de la Patria clamarán por pares de medias, botones sueltos, perinolas y chapitas de refresco, entre otros juguetes y regalos más acordes con nuestra idiosincrasia. Un problema menos para sus pelabolas padres. 

En fin, amigos: sean felices, que la tristeza es antirrevolucionaria. Den gracias por las colas, los motorizados y, en general, por los malandros. Cada robo es una oportunidad para recordar que siguen vivos; cada cola, una oportunidad para leer La Odisea. Y sobre todo: sean buenos y no anden subiendo a Facebook memes y fotos de béisbol, que eso hace llorar sangre al Niño Jesús. Y no se angustien pensando a cuánto estará el dólar el 01 de enero de 2014: lo más probable es que antes de esa fecha le hayan metido a todos dieciocho tiros y los hayan dejado abandonados en una cuneta. 

sábado, 24 de agosto de 2013

Vos decidiste


Vos decidiste no venir más
Yo me quedo como una pelotuda
Adivinando tus idas y venidas
Pero siempre triste
Con una botella de por medio.
No me importa qué es un poema.
Tengo ganas de vomitar
No, no como.
Sólo bebo.
Así se forma el carácter,
pero vos no apareces.
Vos te vas, ligero
Me dejas tan así,
a medias,
anhelante.
Vos te vas,
y yo cargo con toda esta soledad a cuestas,
me desarmo,
me emborracho,
maldigo.
Porque vos te vas y no me queda nada
apenas las ganas de maldecirte.

sábado, 17 de agosto de 2013

Nada se opone a la noche - Delphine de Vigan


«Escribir sobre la familia es sin duda alguna el medio más seguro de enfadarse con ella».

«Hoy sé cuán frágil es todo eso y que es ahora, con esa fuerza reencontrada, cuando hay que escribir y llegar hasta el final. Siempre habrá tiempo para llorar»


Éste es un libro duro, áspero, que mete el dedo en la llaga y, aun así, logra ser luminoso y lúcido. La autora se embarca en la empresa de narrar la vida familiar desde el punto de vista de su madre: su infancia, su adolescencia, su adultez errática y llena de conflictos. La palabra y la escritura se transforman en instrumentos para tratar de dar cuenta de ese personaje que se le escapa y a quien halló en su casa luego de suicidarse. Es así como arranca la novela, con el cuerpo inerte de la madre y la mirada atónita de esa hija incapaz de asirla, que la juzga, que no la comprende y que, no obstante, llena su mirada de ternura para poder acercarse a ella, para poder entender por fin quién fue y por qué hizo lo que hizo. Hay aquí locura, episodios de crisis nerviosa, desamparo (de las hijas muchas veces abandonadas a su suerte pero también de esa madre enferma mentalmente). Hay obsesión por no ceder ante la tortura de verse enfrentada a los recuerdos, por continuar escribiendo, por librarse de la carga de una familia disfuncional. La autora se permite esas disgresiones, ese decir «creo que no puedo más». Es un libro para todos los que de alguna u otra forma han mantenido una relación tortuosa con su madre, pero también un alegato a favor de la escritura, de su poder para evocar y reconstruir la memoria. Y al final uno termina entristecido y desamparado, como las mujeres del relato. Es, en suma, una belleza. 

Nota: puede ser descargado aquí http://epubgratis.me/node/17375

jueves, 15 de agosto de 2013

Entrevista


Si yo fuese una escritora reconocida no contestaría ninguna entrevista en serio. A continuación la entrevista que me hizo Chepa Candela a propósito de mi novela «Yo amo tanto a Pepeto», con la que gané el premio Rómulo Gallegos.

Siendo usted una escritora de tanto renombre, ¿cuáles han sido sus influencias?

Es difícil contestar eso, Sin embargo, no puedo dejar de mencionar a Tito Rojas y a Galy Galiano, dos baluartes que han aportado mucho a mi trabajo.


¿Cuáles fueron sus primeras lecturas? ¿De qué modo le influyeron?

Condorito, sin duda. Panchita fue, es y será un modelo a seguir.


Sabemos que le inspiran los videos de Popy, ¿Pero qué más?

Me inspiro mejor cuando estoy en cuatro. No puedo evitarlo.

¿Tiene usted algún ritual antes de empezar a escribir?

Por supuesto. Antes de escribir le rezo un padrenuestro a Osmel Sousa, zar de la belleza, nuestro Oscar Wilde tropical, por así decir y me quedo corta. 

¿Hay algún tipo de música que le inspire mientras escribe?

Sí, sobre todo los grandes clásicos: el grupo Niche y El Binomio de Oro. Luego están los post raphaelistas: José José, El Puma, Sandro. Música académica y de altura, no cabe duda. 

¿Qué temas le apasionan?

Los enanos travestis. También, en menor medida, las gordas en lycras fucsias y los viejos que se tiñen el pelo. 

Siendo usted una escritora de tanto renombre, el público se pregunta si tiene alguna bebida favorita.

Claro, el anís con yogur. Una exquisitez.

Cuando no puede escribir, ¿qué experimenta?

Me siento estreñida. 

¿Cuál es su opinión sobre la literatura venezolana actual?

Hay grandes nombres y se están haciendo grandes cosas. Gente que apuesta a la lírica sin esnobismos, como Chino y Nacho. Luego está El Grupo Tártara, que ha sabido abrirse un nicho entre las fiestas de la burguesía. Y claro, no hay que olvidar al Potro Álvarez, gran baluarte de nuestra cultura. Todos son memorables. Pero no quiero insistir en nombres porque seguro se me escapa alguno.

Hay una frase suya sumamente célebre, citada en Congresos, en Estudios de Postgrado sobre Literatura: «Escribir es como cagar». ¿Cómo se le ocurrió semejante maravilla?

Gracias. Estaba yo sentada en la poceta cuando vi el parecido entre una y otra cosa. Fue una ráfaga de lucidez, no puedo negarlo.

Sabemos que está usted preparando una próxima novela, ¿tiene nombre? ¿de qué trata?

Sí, tiene nombre, se titula «Medio pollo y pa' la pieza». Es una obra coral que habla de la necesidad de simplificar el cortejo, de la importancia del romance. 

¿Es usted una escritora que se siente inspirada de mañana o de noche?

Da igual. Después de garchar cualquiera se inspira. 

Algunos han tratado de definir su estilo de escritura, de darle un nombre a tan novedosa propuesta, ¿cómo ve usted eso?

Me da un poco de diarrea. Lo que yo hago es escritura mamarracha realista con un toque de novela negra y blanca. 

¿Qué piensa hacer con el dinero obtenido con el Rómulo Gallegos?

Gastarlo en perico y anís.

¿Qué consejos podría brindarle a las nuevas generaciones?

No me gusta dar consejos. Sin embargo, les recomendaría bailar desnudos cualquier tema de Los Corraleros de Majagual. Eso enriquece el alma. 

¿Qué piensa sobre su fama y su éxito imparables?

Que la chupen. Que la sigan chupando. 

¿Qué cosas le tocan de cerca, le hacen reflexionar?

Los hombres que no chupan concha, es un mal que hay que erradicar de nuestra sociedad. Luego están otros problemas, como las mujeres que usan jeans apretados o las que usan tacones y caminan como patos. Males muy graves ellos, sin duda. 

¿Cómo se relaja dentro del estrés que ha de producirle ser la escritora venezolana más famosa?

Es un reto, sin duda. Me gusta ver ese programa de mujeres que estaban preñadas pero no lo sabían. Y Project Runway. Hay que prestar más atención a ese programa: ahí está todo: las búsquedas estéticas, el drama, el apuro.

Si no hubiese sido escritora, ¿a qué le hubiese gustado dedicarse?

A la prostitución, lo que viene a ser lo mismo. Eso o ser pordiosera. Hay mucha poesía ahí y el vino, además, te sale gratis.

¿Cómo será el bautizo de su nuevo libro?

Con pipí. 

¿Alguna reflexión final para nuestros lectores?

Sí, claro. Que se echen desodorante. Y que vean más películas de Statham y menos porquerías de los ciclos europeos. Eso da gonorrea. También es importante comer espaguetis con tajadas. 

miércoles, 14 de agosto de 2013

A veces los piscólogos dicen grandes verdades


A veces los piscólogos dicen grandes verdades. A veces. Raras veces, convengamos. La mía, no bien he tomado asiento, me ametralla con preguntas y yo, harta de mi carga, le suelto la retahíla de mis recientes verdades: el hombre que amo desde hace cinco años ya no me ama, debo marcharme de Argentina para volver a un país que me causa angustia, debo abandonar a mis perros, a mi madre le parece que lo que escribo es basura, no tengo a dónde llegar en Caracas, temo perder mi libertad y mi independencia, debo abandonarlo todo de nuevo, sufro de insomnio otra vez, las pastillas no me ayudan, necesito un abrazo que nadie me da, no tengo dinero, no sé qué haré en una ciudad como Caracas, mi computadora se quemó y el disco duro parece no funcionar, por lo que tal vez haya perdido todo lo que he escrito. Todo eso lo digo en medio de un llanto que no parece querer ceder. Y ella habla y habla mucho y yo no retengo nada. Hasta que dice: Desdramatiza, estás apocalíptica. Y por fin me río de mí misma. 

Las últimas cosas


Éstas son las últimas cosas
las últimas horas
(todas las cosas que se pierden y ya no volverán)
Nos quedamos con un gesto a medias,
con la palabra en la boca,
con el abrazo deshecho.
Son los restos
que llegan para derrumbarnos
mientras las manos se aquietan
y el tiempo
nos borra.
De esto último, amor,
quiero darte unas palabras,
una maldición,
un conjuro.
Por no detenerme, por no apresarte.
Son las últimas cosas, flaco.
El último aliento. 

viernes, 9 de agosto de 2013

Mi tiempo


Mi tiempo se mide en ausencias
en lágrimas a deshoras
y en el vino a las tres de la tarde.
Mi tiempo se mide en desarraigos,
en reinicios,
en orgasmos tardíos
y en verdades que se quedaron a medias.
Mi tiempo,
ese infausto apresado entre maletas
y mudanzas,
entre promesas de eternidad 
e intentos de suicidio.
Mi tiempo, que no es mío,
que me deshace las noches,
que no me deja apresarlo,
se va también
en paisajes a la vera,
en estaciones que no volverán.
Mi tiempo,
esa suma de huidas mitigadas
en un vaso.
Y luego otra botella y otra,
para que no me asfixie el fracaso. 

martes, 6 de agosto de 2013

Ya no habrá invierno próximo

Ya no habrá invierno próximo
todas las pastillas
fueron a parar a mi estómago
junté unas pocas monedas
me quedé sin dinero
pero pude comprar el vino.
Soy cobarde para los inviernos,
para el desamor de los otros
para esta vida de mierda.
Y aquí, recostada
ruego que sea el último invierno,
el último día,
el último desasosiego.
Pronto he de morir:
ésa es mi única esperanza
Pienso en la ventana del noveno piso
No tengo voluntad
quizás más tarde,
 con un poco más de vino.
No habrá invierno próximo,
no habrá ceremonias
ni carta suicida.
Apenas el calor de mi perro.
Mi perro, el único que me cuidó la vida.



viernes, 2 de agosto de 2013

Los restos

Me bañaré temprano
me rociaré con Chanel
beberé del vino de cartón
juntaré todas las píldoras
me haré tres cortes en la muñeca
me fumaré un cigarro
y otro
y otro
hasta inundar el cenicero.
No oiré ninguna canción.
No hilaré palabras
Y cuando menos te lo esperes
hallarás
todos mis fragmentos.
Pero ya no seré yo:
será una mujer fría,
helada
sin más olvidos ni recuerdos.

Cortadas

Me hago heridas reales para que las otras duelan menos.
Tomo una tijerita,
me subo la manga del suéter
y entonces empiezo a cortar
ahí, junto a la muñeca.
Me quedan tres finas líneas
y me arde
pero no tanto.
La piel empieza a enrojecerse,
pero yo no me calmo:
me excito.
Esta vez quiero sangre.

jueves, 1 de agosto de 2013

Cuando él se va


Cuando el amor de tu vida se va no hay ansiolíticos que valgan. Y aun así procuras ingerirlos todos de un manotazo y acabarte dos botellas de vino. El amor se acaba no cuando notas que te desenamoraste, sino cuando entiendes que no puedes seguir luchando sola por algo que al otro ya no le interesa. Entonces entiendes que a un depresivo todos lo dejan. Todos. Nadie se queda, nadie quiere ver el espectáculo de tu mundo derrumbándose. Y de nada vale recordar el futuro que proyectaste juntos, recordar que fuiste feliz (qué lejos queda eso), recordar que adoptaron dos perros, que hicieron millones de planes, que hasta tomaron un vuelo sin retorno para ser otros en un país lejano. Todo se viene abajo. De las ganas de vivir ni hablemos. Ya no sé qué son ni cómo mierda se mantienen. Y luego, cuando tragas el séptimo ansiolítico, te ataca la náusea de que todo acaba. Peor aún: todo acaba mientras vos estás sola. Todo acaba mientras vos te preguntas cómo el otro puede mandar al mismo demonio lo que fueron, lo que podrían haber sido. Ya no puedes creer en nadie. Ni hablemos de gustarle a otro ser humano; eso ya no existe y no existirá. Junto al alcohol te tragas tus buenas intenciones, lo que guardabas en el fondo para dárselo pleno al otro. Ese otro que desde hace tanto ya no entiende quién eres ni se preocupa por saberlo. Y lo peor, lo más ridículo, es que, cuando lo conociste, prometiste que no te enamorarías. Ahora no imaginas a nadie mejor ni tienes ganas. Ahora sólo lloras: al levantarte, al mediodía, a media tarde, al anochecer. Porque el amor, así, en mayúsculas e infinito, hay que metérselo en el culo. Y a la mierda los otros y su felicidad y sus para siempre. Yo una vez tuve todo eso y creí que sería infinito. Pero ya ves: ahora me hallo fantaseando con que un día, como hoy, de tanta medicación y tanto alcohol, apenas quede un cadáver. Un cadáver de ojos hinchados y con la cara sin lavar. El cadáver de una mujer que ya no quiere ceremonias: sólo olvidos. 

lunes, 29 de julio de 2013

A veces


A veces te despiertas con el propósito de morir. Los obreros destrozan todo, la poceta se tapa, el perro no quiere comer, vomitas, te viene la regla, lloras y maldices. Entonces se te ocurre comprar un vino de cartón para beber a las dos de la tarde, porque qué más da. Y fumas un cigarrillo tras otro y revisas lo que has escrito y el propósito no te abandona. Piensas en un final certero, el fin de las dudas, la caída amable. Pero ya estás borracha, y los borrachos no se suicidan, apenas dan lástima. Hablas con honestidad, tienes las manos vacías de tanta espera y el lavamanos lleno de vómito. La mierda no baja, no quiere irse. Maldices de nuevo. Te ves en el espejo y tienes el mismo maquillaje de la noche anterior: ni bonita ni fea. Acabada. La celulitis se empoza. Los fracasos se amontonan y te ríes. No has terminado el libro de Auster, despotricas del nacionalismo, te producen arcadas todos los escritores criollos, el mundillo literario, la pose para convencer. Los leerán pocos pero se creerán infalibles. Viven en su mundo diminuto, creyendo en una fama que no tienen. Vomitas otra vez y, acto seguido, te sirves otro vaso de vino. Ahora, parece, te tocará volver. Y no hay fracaso mayor que volver a Venezuela. No quieres toparte con conocidos, no quieres pedirle favores a nadie. Tampoco hoy te tomarás los antidepresivos. Te vuelven idiota, te quitan las ganas de llorar, te inmunizan contra el dolor. Pero el vino sigue ahí, fiel. Borracha: así es como te gusta estar. Borracha, para espantar tanta realidad que hace que vuelva el vómito y se te quede atravesado en la garganta. Ayer te tomaste una foto sonriente, ¿a quién quieres engañar?

domingo, 28 de julio de 2013

Sola


Abres los ojos: estás sola en la cama. Pero eso es lo de menos: estás sola bajo cualquier circunstancia y a cualquier hora del día. Estás sola en un país para gente sola. Intentas, entonces, darle un manotazo a la tristeza. Intentas, de nuevo, otra sonrisa fingida. Descartas seguir escribiendo y apenas tienes fuerza para leer un libro más. Te intoxicas de libros hasta el hastío, hasta la náusea, hasta vomitar las letras, que no irán a parar a una nueva página de Word. No. Ya no quieres escribir. Eso tampoco se te da. Como no se te dan los otros y sus cuitas. Como no se te da la esperanza, la belleza, el futuro. Abres los ojos y estás sola, más de lo que nunca has estado. Y ya no quieres sacar lecciones de ello ni llorar por imposibles. Sola, así, a secas. Estar sola es la única constante en tu vida. 

domingo, 21 de julio de 2013

Lo que he leído



El viernes pasado alguien me pidió por Twitter sugerencias sobre qué leer y dónde descargarlo. Como sería un tanto engorroso responder a semejante pregunta por esa vía, decidí hacer un listado acá con algunos de los libros que he leído en las últimas semanas. No son todos los que he leído pero sí los que más me han gustado. Coloco el enlace para descargar, tan útil en estos días.

- El olvido que seremos. Héctor Abad Faciolince.
«Nuestra felicidad está siempre en un equilibrio peligroso, inestable, a punto de resbalar por un precipicio de desolación.»


- La soledad de los números primos. Paolo Giordano.
«El recuerdo de las personas que no amamos es superficial y se evapora pronto.»


- Desde las cenizas. Claudia Amengual.
«Pero, ahora, no tengo ganas de inventarme ninguna felicidad.»


- En picado. Nick Hornby.
«Y nadie toca lo que siento en la radio, porque la gente que está triste no encaja en nada.»


- La invención del amor. José Ovejero.
«Qué manía de ser desgraciados tenéis los que pensáis.» 


- La traducción. Pablo de Santis.
«El escritor se traduce a sí mismo como si fuera otro; el traductor escribe al otro como si fuera él mismo.»


- Caza de conejos. Mario Levrero.
«Creo que hay algo de amor en este odio.»


- El caos. Juan Rodolfo Wilcock.
«Porque si bien es cierto que nadie es lo que quisiera ser, también es cierto que son muy pocos los que saben lo que realmente quisieran ser.»