Me hago heridas reales para que las otras duelan menos.
Tomo una tijerita,
me subo la manga del suéter
y entonces empiezo a cortar
ahí, junto a la muñeca.
Me quedan tres finas líneas
y me arde
pero no tanto.
La piel empieza a enrojecerse,
pero yo no me calmo:
me excito.
Esta vez quiero sangre.
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