Leí la nota de prensa muy temprano, por casualidad. Enseguida le copié el link a
mi amigo John Manuel precedido por la frase: esto es cualquier vaina. Y sí, es
cualquier vaina. Pasa que en Venezuela la gente tarda décadas en notar algunas
cosas. En las primeras líneas se nos advierte que un escritor venezolano opositor
participará gustoso en el Encuentro de
Narradores que será una suerte de pócima mágica, se entiende, para limar
asperezas entre escritores chavistas y opositores (terapia de pareja, casi), porque desde el 07 de
octubre en la noche el país se nos transformó en la tierra de los unicornios y
los sueños posibles y allá el pesimista que no lo vea así, esto no es un país,
esto se nos volvió autoayuda pura y sensiblera. Se afirma también, cómo no, que
el mencionado escritor “no anda amargado ni se queda paralizado”. Nótese: hay
que limar asperezas con estos amargados. Y vamos y les compramos el calificativo
como antes hicimos con “escuálidos” y luego con “majunches”.
Qué tragedia cuando permitimos que
otros nos definan. El amargado me
amarga, sí. Es de una superficialidad digna de un fenómeno tan burdo como el
chavismo. Creo que el tema, sin embargo, es esclarecedor. En el país más feliz del mundo, de gente chévere, despreocupada
y con sentido del humor a toda costa, tomarse las cosas en serio (ciertas
cosas, las que de verdad nos pesan cual grilletes) es la peor de las afrentas
contra la idiosincrasia, el padre de la patria y el pájaro guarandol. Hay
que ser chévere; no se me ponga trascendental ni analítico ni venga
aquí a dárselas de sureño: esto es el Caribe y si no te gusta, ya tú sabes. Y
se entiende: son unos amargados porque andan mal cogidos. Obvio. Una lógica
impecable, acorde con de la nación de Rosita, las mudanzas del CNE, el cierre del
consulado de Miami, la iguana y el rabipelado que comen cables, la inauguración
de un kiosco por cadena nacional y la inseguridad inexistente creada desde los
medios. Cualquier vaina,
pana.
¿Que qué vela tengo yo en este
entierro? Pues no sé. No conozco al escritor mencionado en la nota de AVN ni al
mundillo literario venezolano ni estudié Letras ni soy escritora. El asunto con
un país que, por encima de todo, es un simulacro, es que constantemente hay que curarse en salud
y especificar bien que no, no tengo nada en contra del escritor ni de los demás
que participaron en el encuentro (todo hay que explicarlo: que vivo en
Argentina y me doy el lujo de criticar lo que sucede en Venezuela; así de arriesgada e irresponsable soy) Pero vaya torpeza concederle una entrevista
al servicio de información del gobierno bolivariano sin sospechar lo que harán con lo que uno diga. Y ya que
estamos, aprovecho y pido perdón con la mano derecha en el pecho y a ritmo de
Alma Llanera porque no me gustan ni el joropo ni las gaitas ni comparto la
euforia por Dudamel, ni la otra por un supuesto futuro de reconciliación y sí, en cambio, me aflijo por cosas
fundamentales como que en una noche se deshizo mi anhelo de volver al país, o porque un día de estos, uno infausto y ojalá improbable, unos tipos
armados maten a mi madre o a mi hermano para robarles el carro. O por los otros miles de venezolanos que, igual que yo, la pasan bastante mal en el extranjero. Me amargo por los
veinte años de cinismo y malandraje que nos hemos buscado. Tonterías, por
supuesto (tres golpes de pecho y puro Arauca vibrador, hermanazo) Es que ando
mal cogida. A los chavistas no les pasa porque ellos conviven felices con
Calígula. ¿Y entonces cómo se explica ese despliegue de amargura que ostentaron
al saberse de nuevo vencedores?
Por cierto, esta semana Buenos Aires
se quedó sin luz. El Ministro de Planificación dijo que alguien bajó la palanca,
que fue un sabotaje. Un pingüino, supongo. Luego, el día de la marcha contra la
señora Cristina Fernández, se nos hizo saber que los manifestantes
representaban el odio, en contrapartida con su gobierno, que es todo amor. No
sé, a mí esta clase de vainas me amargan la existencia. Es obvio: ni soy
chévere ni poseo el don de reírme ante las adversidades.
Vaya. Recién noto que cometí la
insensatez de tildar al chavismo de malandraje y encima, para mi mayor
infortunio, no tengo una obra publicada que me respalde, como Sánchez Rugeles,
a quien casi linchan por hacer la misma gracia en Prodavinci.
Yo había prometido no hablar más de Venezuela
en este blog. Pero hoy, al despertarme, mi segundo pensamiento fue para este
asunto (el primero fue un poco más feliz, por suerte) y tuve un acceso de
arrechera. ¿Y qué otra cosa es un blog sino un vertedero de desazones? Eso: hay
que achicar el bote si no queremos hundirnos.
Había sido optimista hasta octubre. Se sintió como una liberación amarga - un quédense con su peo, yo no creo en patrias y está nación ya me sabe a mierda. Solo espero siempre existan Suizas a donde huir - y si se acaban habrá que morir con ellas, pero no quiero malgastar mi vida intentando mejorar un país que no quiere mejorarse.
ResponderEliminarLo mas triste es ver como esta enfermedad se contagia por otras naciones. Lationamerica está peor de lo que imaginaba.
Admirable. Sólo eso. Saludos de otro venezolano pasándola mal en el extranjero.
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