Publicado originalmente en Contrapunto.com
A veces no ocurre nada. Uno se sumerge
en sus propias ideas y no hay algo potable, sólo facturas por pagar, noticias
de las que quisiéramos no haber sabido. A veces no ocurre nada y pareciera que
caminamos hasta sin sombra de lo solitarios que andamos. Los días así cuentan
en el calendario, pero no en el recuerdo. ¿Qué hiciste? ¿De qué hablaste? ¿Qué
pensaste? ¿Qué deseaste? Nada. No ocurrió nada.
Porque hay días así: descartables,
grises, indiferentes a cualquier maravilla por pequeña que sea. Los días así
son muchos, los tienen todos y hay quienes viven en una sucesión de ellos, lo
que ha de ser –sin duda- una desgracia.
En los días en los que no pasa nada
puede que ninguna boca pronuncie nuestro nombre, que nadie nos recuerde en
ningún país, que nadie rememore algún gesto que nos identifica (cuando estás
nervioso, cuando las preocupaciones enturbian la vista, cuando te alegra el
primer sol de la mañana).
Ni el día fue ni nosotros fuimos nada
para nadie. Los días así ocurren, vamos del trabajo a la casa y de la casa al
trabajo y en el transcurso sólo pasa lo mínimo de siempre, es decir: nada.
Ninguna frase que nos cautivó, ningún libro leído a medias, ningún gusto que
nos dimos, ninguna oración dicha en el momento y a la persona justas, ni un sólo
párrafo subrayado.
Cuando no pasa nada puede que nos
preguntemos cómo estuvimos enamorados una vez, cómo pensamos que no
aguantaríamos el desarraigo (en todas sus formas), cómo fuimos felices o
infelices por tonterías que ahora ya ni existen. Cuando no pasa nada nuestras
opiniones casi se evaporan y postergamos los motivos de lucha.
A algunos –sospecho- le gustan los días
así: no hay adrenalina, no hay altibajos, se han suprimido los placeres.
A veces no pasa nada: no nos asombra
la llegada de la primavera, no nos miramos en el espejo (y si lo hacemos no hay
imagen de vuelta), no somos más que un cuerpo mustio y sin señales de vida.
Días nulos, días sin huellas, días de otros; pero no nuestros, porque nosotros
casi ni estuvimos, porque en la historia personal no habrá nada que registrar.
La poeta polaca Wislawa Szymborska escribió
un poema llamado “Día 16 de mayo de 1973” que empieza así:
“Una de esas muchas fechas
Que ya no me dicen nada.
A dónde fui ese día,
Qué hice, no lo sé.
Si en los alrededores se hubiera
cometido un crimen,
No tendría coartada.
El sol brilló y se apagó
Sin que yo me diera cuenta.
La Tierra giró
Y no lo mencioné en mi diario.
Preferiría pensar
Que morí brevemente,
Y no que nada recuerdo,
Aunque viví sin pausa.”
No hablo de días en los que no hicimos
nada memorable, sino de días en los que no fuimos nada, que es otro asunto.
Porque a veces sólo basta con escribir un poema para que un día tenga su propio
brillo, aunque diminuto.
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