Lo que más odio en la vida es
salir a la calle. Apenas pienso en ello un miedo súbito me recorre los músculos
e imagino cuánto de mí quedaría expuesto a los otros si me atreviese a dar ese
paso. Es una idea aterradora, créanme: nadie quiere ser observado
meticulosamente hasta las raíces de sus demonios. Al menos no yo. Lo segundo
que más odio es vivir encerrado. No crean que no salgo; de otra forma me
moriría, pues no tengo para pagarle a alguien que venga a traerme lo que
necesito del mundo exterior. Así que estoy encerrado en este apartamento
minúsculo y, cuando no me dedico a escribir cartas o a leer poesía, fumo un cigarrillo
tras otro para aplacar mis incesantes nervios. Hace no mucho alguien en la
vereda tropezó conmigo y pensé que me daría un infarto. Pero los veo. Cuando
salgo a comprar mis enseres básicos los veo: están en el parque, en las
tiendas, caminan con sus crías, con sus perros. Entonces siento algo peor que
la fobia: envidia.
Te entiendo, me pasa lo mismo, un complejo de actor de Hollywood (Fobia a los espacios concurridos, las fotos, el público) En fin un Keanu Reeves de chacopata. Buenas historias!
ResponderEliminarMuy bueno.
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