martes, 22 de septiembre de 2015

La boda de Marimar


En mi familia materna las mujeres suelen tener nombre de lancha o tapaíto: son orientales. Mi prima mayor, por ejemplo, se llama Marimar y se casó en Araya. Yo era una niña, pero recuerdo que usé un sombrero blanco (elegido por mí) que era la vaina más ridícula del universo y, por desgracia, tanto el sombrero como mi gordura en un traje melocotón brillante quedaron registrados en video.

A media tarde, antes del evento, notaron que faltaba whisky, así que enviaron en lancha a un dúo dinámico: a mi primo más borracho y a mi hermano, su secuaz. Ambos tenían la misión de buscar varias cajas de whisky en Porlamar (porque era más barato) y regresar a la Península. Hicieron la travesía, pero ya de regreso se bajaron una caja completa y llegaron borrachos y tarde a la casa allende el Castillo.

Para la ocasión mi abuela y mis tías cocinaron casi todo, es decir: grandes raciones de mariscos y pescados hechos como para el consumo de los dioses. Un grupo de música folklórica y tropical animó la velada. Sus integrantes vestían camisas de cocoteros y guacamayas. Mi abuelo, ya en sus últimas, no perdió la ocasión de bailar en la pista de cemento.

El  vestido de Marimar no parecía de novia sino de viuda. Tan bonita Marimar, pero se veía como La Sayona con aquel atuendo cerrado hasta el cuello y lleno de encajes. La fiesta afuera se celebraba en piso de tierra y bajo una choza. Mis primas más grandes, las damas de honor, llevaban unos vestidos dignos de un carnaval en Carúpano, y sin embargo ellas se sentían divinas.

A medianoche mi abuela paterna, una consumada poeta y borracha, cayó en trance con tanta champaña. Dos primos debieron cargarla hasta un auto para llevarla a la casa de la familia. Quien no durmió en colchoneta esa noche, durmió en chinchorro (como el tío Jesús Rosas Marcano)


Muchas veces, en vacaciones posteriores, nos reunimos a mirar el video de la boda y nos reímos sin parar: todos nos veíamos ridículos. Mi prima se divorció. Mientras, yo no dejo de preguntarme quién se habrá quedado con aquel casette del bochorno.

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