viernes, 9 de octubre de 2015

Hija er diablo


No sé de dónde sacaron lo de “Hija ‘er diablo”. En mi casa nunca se usó esa expresión, me parece. Pero no se confundan: mis viejos son más margariteños que un piñonate.  Yo nunca entendí, por ejemplo, porqué es imposible para mi viejo decir Gabriela o Gabriel. No, él siempre dirá Grabriela y Grabriel. 

Yo soy mijita, tú eres mijita, y existe el “¡Ay, mijita…!”, que es como un “quien no te conoce que te compre”. Porque las expresiones que recuerdo con más cariño son las que aprendí en la infancia en Porlamar, en las parrandas que armaban los amigos de mi viejo, que no eran sino una excusa para tocar buena música (mucha margariteña), echar chistes groseros y beber cantidades exorbitantes de whisky.

Si yo andaba tras las faldas de la tía que me crió, mi padre exclamaba: “Y el turco atrás…”. Verán: cuando ibas a ver peroles a las tiendas de árabes, siempre uno te seguía. Y si hablamos de seguir, esos amigotes de papá eran imparables (son) en el arte de pasar de una de Tito Rodríguez a una de Los Topo Topos, todo mientras te dicen: “¡Ojalá que tu guarapo siempre tenga hielo y tu chicha siempre esté espesa!”.


Pero claro que me han llamado hija er diablo: pescadores y caraqueños.

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