Lo que más odio en la vida es
salir a la calle. Apenas pienso en ello un miedo súbito me recorre los músculos
e imagino cuánto de mí quedaría expuesto a los otros si me atreviese a dar ese
paso. Es una idea aterradora, créanme: nadie quiere ser observado
meticulosamente hasta las raíces de sus demonios. Al menos no yo. Lo segundo
que más odio es vivir encerrado. No crean que no salgo; de otra forma me
moriría, pues no tengo para pagarle a alguien que venga a traerme lo que
necesito del mundo exterior. Así que estoy encerrado en este apartamento
minúsculo y, cuando no me dedico a escribir cartas o a leer poesía, fumo un cigarrillo
tras otro para aplacar mis incesantes nervios. Hace no mucho alguien en la
vereda tropezó conmigo y pensé que me daría un infarto. Pero los veo. Cuando
salgo a comprar mis enseres básicos los veo: están en el parque, en las
tiendas, caminan con sus crías, con sus perros. Entonces siento algo peor que
la fobia: envidia.
lunes, 28 de septiembre de 2015
domingo, 27 de septiembre de 2015
Vivir en Buenos Aires: una guía para venezolanos
Usted está en Buenos Aires: su
histeria es bienvenida.
Estar legal
No necesitas casi nada si eres
venezolano y vienes a la Argentina, más que los antecedentes penales de allá
que deberás legalizar acá. Y luego hacer una cola larguísima en Migraciones
junto a peruanos, bolivianos, paraguayos y chinos. Pero ya vos vienes con
práctica en eso de las colas, así que no te preocupes. Con prontitud te
otorgarán tu DNI (documento nacional de identidad)
Antes de buscar laburo
Debes sacar el CUIT, una suerte
de RIF personal que te habilitará a trabajar en el país. El trámite es sencillo
y tampoco se requiere más que en migraciones. EL CUIT lo obtienes enseguida.
Buscar laburo
Trabajo hay, sí. Pero en negro,
esto es: sin jubilación, aportes ni seguro médico (que acá se llama Obra Social)
Como muchos sabrán ya, los ingenieros tienen las de ganar porque en Argentina
hay un déficit y, por tanto, son muy solicitados.
El laburo típico que puedes
hallar es de operador de call center (como yo), tanto en ventas como en
cobranzas. Es matador, tienes el tiempo de baño contado, no puedes usar el
celular ni navegar por internet. Pero por ley sólo se trabaja 6 horas diarias y
casi todos los estudios te ponen en blanco y te dan tu horrorosa caja navideña
para que te lleves un vino chimbo y unas nueces.
Algo importante es que a los call
centers muchas veces no les interesa si tienes experiencia en ello o no, pero
debes ser puntual, responsable y tener buena dicción para superar los 3 meses
de prueba y quedar definitivamente en el puesto. Es el laburo por excelencia de
los chicos que cursan también en la facultad, pues el horario les permite
flexibilidad y, si los necesitas, te otorgan unos días de estudio al mes.
Dólares
El dólar blue (negro, libre) se
cotiza casi en 16 pesos. También sabrán que hay cepo cambiario, y es por ello
que toda la peatonal Florida (en el microcentro porteño, sede bancaria y
comercial) está repleta de gente gritando: “¡Cambio, cambio! ¡Dólar, euro!”.
Son casas de cambio clandestinas (cada vez más y más venezolanos trabajan en
ellas)
No recomiendo que vayan con
cualquiera. Si vos, que lees esto, te decides y migras a Buenos Aires, mejor
contáctame y te cuento de un par que sí son de fiar (caso contrario puedes,
desde llevarte billetes falsos, hasta sufrir un atraco)
Hablemos de dinero
Un trabajador en negro gana unos
$5000 (pesos argentinos), que no es nada. Si estás en blanco puedes llegar a
los $7000. Evidentemente, no hablo de sueldo de profesionales, que es otro
cantar.
En Argentina no se cobra por
quincena sino una vez al mes, normalmente del 1 al 10 o el quinto día hábil. El
aguinaldo se cobra dos veces al año: en julio y diciembre, pero es menos que en
Venezuela: obtienes un mes de sueldo más.
Dependiendo del gremio al que
pertenezcas (si estás en blanco) puedes obtener otros beneficios. Por ejemplo,
los empleados de comercio cobramos bonos o cosas así.
La vivienda
Vivienda hay por coñazo
(disculpen, fue espontáneo) Al llegar tienen 3 opciones:
1. Hostal:
no los conozco y no he oído cosas favorables sobre ellos, pero hay miles.
2. Alquiler
temporario: son alquileres especialmente diseñados para turistas. Departamentos
de un ambiente (monoambiente, les llaman) con todo incluido (cama, cocina,
utensilios) y, según el presupuesto, los puedes hallar con pantalla plana o con
un catre. En el tiempo que llevo aquí he visto cómo se han puesto carísimos,
pero en fin, es una opción (sobre todo para una pareja) porque no te piden más
que tu pasaporte y un depósito (que se devuelve al final si todo está en orden)
3. Habitación:
lo mejor es visitar compartodepto.com.ar. Puedes vivir en una casa de sólo
mujeres, en una de familia, con puros extranjeros, etcétera.
El departamento
Finalmente, si con el tiempo
aspiras alquilar un departamento para vos solo, te explico qué debes hacer y
con cuánto dinero debes contar, aproximadamente.
En Buenos Aires hay una oferta
muy grande de monoambientes para alquilar por un contrato de 3 años. Suelen
venir con cocina y ya. El requisito indispensable durante mucho tiempo fue
contar con la garantía de propiedad de un familiar en la ciudad o en Gran
Buenos Aires (la provincia) Obvio, ni tú ni yo tenemos a un familiar acá y que,
además, sea dueño de un inmueble. Así que la modalidad ha ido cambiando y cada
vez son más las inmobiliarias que aceptan como garantía otras opciones, a
saber:
1. Seguro
de caución: le pagas unos $5000 (pesos argentinos, ya no aclaro más) a una
aseguradora que te pedirá tu recibo de sueldo y el de un tercero (no importa
que ganen mucho o poco, pero claro, deben estar en blanco) y listo, si la
inmobiliaria trabaja con este método, estás hecho.
2. Seguro
bancario: el banco te pedirá los mismos requisitos de la aseguradora. Hasta
donde sé, debes tener cuenta allí.
3. Recibo
de sueldo: casi nunca sucede, pero puede pasar que a un propietario sólo le
baste con que presentes el recibo de sueldo tuyo más el de un tercero y te
alquile.
En todo este tema lo importante
es haber ahorrado, porque entre los $5000 de antes, deberás pagar de mes y
medio a dos meses a la inmobiliaria más un mes de depósito del alquiler y el
alquiler del mes por adelantado. Los costos de un monoambiente oscilan entre
los $2500 y $3500. Luego, vos deberás pagar las expensas (gastos del consorcio
administrativo) que rondan los $500 más lo que uses de luz, agua, etcétera.
La salud
Hasta ahora, los hospitales
públicos que he visitado están bien dotados. Un inciso: si vienen a Buenos
Aires, nunca olviden que siguen en el tercer mundo. Las cosas están mucho mejor
que en Venezuela, pero esto no es Suiza ni que te confundas en Recoleta. Si
tienes obra social en el laburo las consultas médicas y todo lo relacionado con
la salud te sale casi gratis (para ello te lo descuentan del salario) Los
servicios no son tan malos. Yo, como paciente psiquiátrica, pago $4 por
consulta en un lugar re cheto (sifrino)
La comida
Otro día hablaré del paladar de los
porteños, otro que no sea hoy. Baste con decir que no les atrae probar cosas
nuevas, más allá de sus empanadas, pizzas (que nada tienen que ver con las que
nosotros conocemos), tartas y milanesas. Pero en fin, lo que importa: sí, hay
pollo. Y puedes comprar 15 si quieres y ponerte como yo. Durante algún tiempo,
recuerdo, se creó alarma porque no había tampones. Hoy hay de todos los
colores. Ya sé que los tampones no se comen, pero sirva para dejar en claro que
no hay escasez. El vino, la pasta, el arroz, la leche, el pollo, el aceite, el
azúcar y muchas más cosas son baratas.
Transporte público
El subte funciona bastante bien
pero hay que hacer un curso para no escuchar a los músicos que suben todo el
tiempo. Hay mil líneas de colectivos y aprender a moverse bien con ellos es
algo que me supera, así que para todo sirve la aplicación de la ciudad: el mapa
interactivo de Buenos Aires. En otros tiempos sin celulares inteligentes,
usábamos la Guía T. Para viajar en estos medios y en tren (que no cuesta un
carajo y la gente pasa gratis) necesitas la tarjeta SUBE, que adquieres en
kioscos. Y no quieras moverte todo el tiempo en taxi: no estás en Venezuela.
Finalmente
Buenos Aires es una ciudad para caminar
a toda hora, andar en bicicleta, para fumar faso en la calle sin problemas, echarse
en los parques, para beber vino en la puerta de un edificio. Me llevó años
aprenderlo, soltar la paranoia que traía conmigo, esa imposiblidad de hacer
propio el espacio público. Los argentinos son gente rural, de allí que sean tan
hippies. Dales un fuego, un vino con hielo, un súperclasico, rock y chau picho.
No pelees de política con ellos porque te mandarán derechito a la puta que te
parió (aún no termino de seguir este consejo, qué careta soy), recuerda que
pocos saben lo que sucede en Venezuela (pocos medios lo muestran) y procura no “hacerte
la cabeza” con su jipismo y sus vainas. Esto no es Miami, si es lo que
esperabas o buscabas. Esto es Sudamérica, con unos jacarandás preciosos en
primavera, bicisendas, mil librerías, mil pizzerías, mil heladerías (con los
mejores helados), pero también con cartoneros, gente que vive en la calle y
arrebatones si andas desubicado. Y si no quieres ver venezolanos porque estás
saturado: no te mudes a Palermo.
sábado, 26 de septiembre de 2015
Vértigo
Los sábados que debo trabajar
salgo corriendo de la oficina decidida a escribir algo, como quien se cambia el
traje por lo que le sienta más cómodo. O acaso, como quien desea expurgar el
peor de los ratos. Sí, así suena mejor.
Escribir es mucho más duro:
corrijo un poema, lo dejo, lo vuelvo a corregir. Pienso, pienso, me serrucho la
cabeza imaginando un pequeño relato, algo que desee contar con todas las ganas
(lo cual no asegura en lo absoluto que resultará fácil hacerlo)
Leo. Dispersa, como soy. Aquí y
allá. Releo lo que subrayé. Me sorprendo con lo que otros logran con las
palabras y que yo jamás podré. Doy vueltas, me remiendo, vuelvo a corregir otro
poema.
No sé para qué escribo pero no
puedo dejar de hacerlo; y lo he intentado, algo que hasta ahora no hice con el
cigarrillo. La psicóloga me dijo: “Vos ve a laburar, pero recordá siempre que tu
meta es ser escritora”. Suena a vértigo.
martes, 22 de septiembre de 2015
La boda de Marimar
En mi familia materna las mujeres
suelen tener nombre de lancha o tapaíto: son orientales. Mi prima mayor, por
ejemplo, se llama Marimar y se casó en Araya. Yo era una niña, pero recuerdo
que usé un sombrero blanco (elegido por mí) que era la vaina más ridícula del
universo y, por desgracia, tanto el sombrero como mi gordura en un traje
melocotón brillante quedaron registrados en video.
A media tarde, antes del evento, notaron que
faltaba whisky, así que enviaron en lancha a un dúo dinámico: a mi
primo más borracho y a mi hermano, su secuaz. Ambos tenían la misión de buscar
varias cajas de whisky en Porlamar (porque era más barato) y regresar a la
Península. Hicieron la travesía, pero ya de regreso se bajaron una caja
completa y llegaron borrachos y tarde a la casa allende el Castillo.
Para la ocasión mi abuela y mis
tías cocinaron casi todo, es decir: grandes raciones de mariscos y pescados
hechos como para el consumo de los dioses. Un grupo de música folklórica y
tropical animó la velada. Sus integrantes vestían camisas de cocoteros y guacamayas.
Mi abuelo, ya en sus últimas, no perdió la ocasión de bailar en la pista de
cemento.
El vestido de Marimar no parecía de novia sino de
viuda. Tan bonita Marimar, pero se veía como La Sayona con aquel atuendo
cerrado hasta el cuello y lleno de encajes. La fiesta afuera se celebraba en
piso de tierra y bajo una choza. Mis primas más grandes, las damas de honor,
llevaban unos vestidos dignos de un carnaval en Carúpano, y sin embargo ellas se sentían
divinas.
A medianoche mi abuela paterna, una
consumada poeta y borracha, cayó en trance con tanta champaña. Dos primos
debieron cargarla hasta un auto para llevarla a la casa de la familia. Quien no
durmió en colchoneta esa noche, durmió en chinchorro (como el tío Jesús Rosas
Marcano)
Muchas veces, en vacaciones
posteriores, nos reunimos a mirar el video de la boda y nos reímos sin parar: todos
nos veíamos ridículos. Mi prima se divorció. Mientras, yo no dejo de
preguntarme quién se habrá quedado con aquel casette del bochorno.
martes, 15 de septiembre de 2015
Andá, Eva
Yaces en un banco, Eva.
Nadie soportó tu neurosis
Ni tus arritmias de madrugada.
Yaces confusa, acaso
Una mano que toma un cigarrillo
Y lo lleva hasta el deleite.
No es fácil amar a una mujer
Decía la canción.
Excusas. Miedos.
Ahora apuras la vida para irte pronto
Eva, aquí cerca hay un psiquiátrico
Puedes fumar y llorar con calma.
Nadie se queda, nena.
Nadie resguarda los muros
De los heridos de mente.
sábado, 12 de septiembre de 2015
Bajo tierra
Hacía un sol que quemaba el
cerebro y eso, sumado a lo que había bebido, le produjo fuertes ganas de
vomitar. Pero logró contenerse. Anduvo despacio entre las tumbas y se alejó en
silencio del séquito hasta llegar a su auto. Entonces notó que aún tenía el ramo
de rosas en la mano. Las dejó en el asiento del copiloto y tomó la carretera.
Se dijo que a las penas hay que darles lo que piden, así que puso un CD de Tito
Rodríguez. Sólo boleros. Al llegar al centro decidió que no tenía nada que
buscar allí y enfiló vía a la playa. La isla había muerto hacía mucho. Aquí y
allá se veían paredes grafiteadas con el líder, mendigos, niños en los
semáforos, locales cerrados. Ya en la carretera a la playa aumentó la velocidad
y aprovechó para sacar la cartera de whisky de la guantera. Bebió el líquido
como si fuese agua y pensó que la abuela siempre decía que el whisky era agua
bendita. Vio a los vendedores de patillas y cocos pero pensó que esta vez nada
le impediría llegar hasta la meta. Tito Rodríguez se desgarraba por los
altavoces y cantó lo que sabía de la letra. Al llegar a la playa estacionó el
auto, bajó con el ramo de rosas, el whisky y se sentó en la arena. El mar
estaba en calma. Enterró las flores en la arena mojada y pensó que ya era hora de
regresar: todo yacía bajo tierra.
viernes, 4 de septiembre de 2015
Mi viejo, el de la tumbadora y el bongó
Muchas veces pienso en mi padre.
Mi padre tiene dos bibliotecas grandes, sufre de depresión, evita el roce
social a toda costa y le tiene fobia a los autos y a los aviones, aunque no lo
reconozca. Bah: creo que en realidad sufre de un tipo de fobia que le impide
salir de sí mismo y su pequeño entorno atiborrado de viejas fotografías de
Margarita, libros y recortes de prensa.
Pero debo presentarlo mejor. Mi
viejo sabía desde chico que quería ser músico y, a los 13 años, le dijo a mi
abuela (una comerciante pujante de la zona franca) cuál era su deseo. Ella y mi
abuelo lo despacharon con un simple: “Música no es una carrera”, a lo que mi
padre respondió: “Entonces, si no puedo estudiar música, renuncio al liceo”. Y
renunció y se dedicó a trabajar en la tienda de mis abuelos. Eso sí: es un gran
percusionista de guataca.
A los 18 años pudo comprarle la
tienda y la vieja casa a mis abuelos y así tener su propio negocio. Trabajaba
como el mulato que es: se despertaba a las 3 de la madrugada a recibir los
contingentes que llegaban de Sucre y Bolívar a comprar sábanas, toallas Cannon,
telas, quesos de bola, alcoholado El Pingüino. Mi madre hacía lo mismo.
Yo crecí jugando con telas. Para
colmo, mi vieja es costurera. Pero me desvío.
Pienso en mi padre a menudo. Y
siempre debo contener las lágrimas. Tengo una hermana mayor que es ciudadana
alemana y mi padre jamás ha accedido a visitarla en estos largos veintipico de
años que ella lleva allá.
Y sé que no vendrá a la
Argentina. Pero cada vez que lo oigo por teléfono puedo ver cómo se va muriendo
de depresión por todo lo que le rodea. Y yo, que heredé la enfermedad de él, me
siento infinitamente inútil. ¿Qué puedo hacer?
Pienso en mi viejo porque a
Venezuela no pienso volver. Recuerdo que todos los que lo conocen hablan de él
como un hombre cabal, recto, honesto. Pienso en las flores que llevaré a su
entierro.
martes, 1 de septiembre de 2015
Arrechera unplugged (o me paso por el forro a los psicólogos)
Una vez en una clase le oí decir al gran crítico de cine Diego Trerotola que la crítica en caliente no sólo no debería descartarse, sino que hay que aprovecharla porque es la mejor.
Esta noche pienso en lo que dijo el gordo Trerotola (y lo de gordo es con amor, porque somos del gremio) y añado que las arrecheras también hay que contarlas en caliente, justo cuando uno siente que podría moler a golpes algo (¿a un ser humano? ¿a un jarrón? ¿una vidriera?)
No quiero ver a un psicólogo más. Ni uno. Ni porque tenga la cara y el cuerpo de Jason Statham. Llegué perdida a la cita, porque así he estado: mal. Con ataques de pánico antes de entrar al laburo. Un laburo, valga decir, que me ha llevado dos veces a psiquiátricos. Ella no supo qué decirme. Lo que sí supo decir la licenciada es que ella ignoraba que la mayoría de sus compatriotas trabajan en negro sin obra social, sin aportes.
Porque ella cree que allá afuera hay laburo. Mucho y bueno. Y que todos tienen seguro médico para tratarse cosas incurables (como yo) Se quedó como si le hubiese contado que no existe el niño Jesús cuando le hice ver cómo son las cosas.
Sí, la quise matar. Pero no tanto como cuando me demostró no saber absolutamente nada de lo que pasa en Venezuela. Sí, que tampoco tendría por qué, pero vamos: licenciada, haga algo con el título.
Ya he visto a muchos. Un psicólogo chavista quiso tratarme con flores de Bach después de mi segundo intento de suicidio a los veintipocos. Otra era una frígida que una vez tuvo el tupé de despachar la consulta a los veinte minutos. Y conozco a una psicóloga de mi edad que cree en la virginidad antes del matrimonio, que la marihuana es una droga dura y que todo se puede si somos positivos y entusiastas.
No, hijos de puta: no todo se puede. Y ustedes, psicólogos, son unos desquiciados que viven en una torre de marfil. Happy happy, joy joy. O yo una infeliz que pretende demasiado de la salud pública tercermundista. No lo sé. Pero dejaré en claro una cosa: fui, voy e iré porque, desgraciadamente, sufro un trastorno mental y debo seguir el tratamiento.
Soy reo. Eso soy. Y habiendo dicho todo esto: perdón, Daniela Cámara Fasolino. Por suerte vos nunca me trataste.
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