Publicado originalmente en Contrapunto.com
1954: Nace en una chivera el
pequeño Hugo. Tres compadres que esperaban junto al progenitor desde la noche
anterior compartiendo algunas bebidas espirituosas se presentan pasada la
medianoche a llevarle algunos presentes, a saber: alpargatas, una mini boina
roja tejida y una lechosa. Todos alaban la belleza de la criatura.
1957: El chiquillo demuestra gran
habilidad para leer y escribir, aun pese a sus tres años de vida. En el lapso
de cuatro meses lee las cartas de Bolívar, El
Capital, Los Miserables, En busca del tiempo perdido, Así Habló Zaratustra y numerosos
ejemplares de Condorito. Sus padres —trabajadores
incansables— no notan los cambios que van haciendo del infante un
superdotado y le conminan a ayudar en el sembradío de yuca allende al rancho.
1963: Entre la escuela, las
disertaciones con su abuela paterna, las penurias que azotan a la familia y le
obligan a comer restos de basura o lo que cualquier vecino obsequioso les
otorgase, el pequeñín halla tiempo para explorar distintas facetas; es así como
llega a pintar un lienzo cuyo rastro se ha perdido, pero que los estudiosos han
declarado que pudo significar un paso más allá de las vanguardias de principios
de siglo. Lamentablemente, se teme que el mismo fue usado como leña para hacer chicharrón.
1964: Aficionado desde la más
tierna infancia al béisbol, el muchacho supera el récord de Joe DiMaggio de más
hits bateados durante varias temporadas seguidas; lo logra junto al equipo del
barrio: “Los Mapurites de Sabaneta”.
1965: El 15 de marzo, atribulado
por arduas búsquedas estéticas y literarias, escribe: «Creo que he dado
con algo sin igual. La fórmula —que sólo a ti, amadísimo diario, confío—
es la siguiente: humorismo + metáfora = chavería.
Le he dado mi nombre a este nuevo giro del aforismo no por vanidad ni mucho
menos, sino porque una voz que me supera me ha dicho que así ha de ser».
Escribe entonces innumerables chaverías,
entre ellas: «Águila no caza mosca ni que le limen las pezuñas».
1966: En la flor de la pubertad
aprende por sus propios medios a bailar como un profesional; su virtuosísimo
con la salsa casino y el tango, aunado a su esplendoroso porte, desata pasiones
entre las féminas hasta convertirlo en el muchacho más deseado del llano. A la
incipiente leyenda se añade su melodiosa voz, capaz de alcanzar notas casi
imposibles para cualquier ser humano.
1967: Sufre los embates de la
primera gran decepción amorosa: la joven barinesa Chumita Hipólita Lucero le
escribe una carta en la que niega estar enamorada de él y remata con: «No
te amo. Por ahora».
1968: Durante la cosecha de yuca
le plantea a Adán, su hermano: « ¿Recuerdas cómo jugábamos al teléfono
con vasos de plástico y pabilo? Pienso, querido Adán, que algún día las
comunicaciones no necesitarán de alambres conductores». Adán replicó con
un escueto: «Para hablar pendejadas estás mandado a hacer».
1969: Inspirado por las
enseñanzas de su bisabuelo, el gran filósofo Maisanta, Hugo escribe en su
diario: «La brevedad haría bien al mundo y no habrá mayor revolución que
un mundo interconectado, capaz de dejar fluir sus ideas sin restricciones, como
si de telegramas abiertos a quien quiera leerlos se tratase. «Trinos»
podríamos llamar a estas sentencias de divulgación popular y, no sé por qué,
algo me dice que su extensión máxima deberían ser 140 caracteres».
1970: Compone dos conciertos para
piano y orquesta, cinco marchas, quince vallenatos y finalmente, tras mucho
trabajar de madrugada y con sólo doscientos gramos de perrarina en el estómago,
llega a lo que describiría en su diario como: «El estilo del nuevo mundo, una letra épica
para un país y una sociedad necesitados de un novedoso modelo imperial».
De esa pieza sólo sobrevivieron al paso del tiempo las siguientes líneas:
A ella le gusta la gasolina
Dale más gasolina
A mí me encanta la gasolina
Dame más gasolina.
1971: Antes de partir a la
Academia Militar por fin descubre la cura del cáncer. Sin embargo, apunta: «Desecharé
todo vestigio de este hallazgo pues sólo los más débiles mueren por semejante
enfermedad, y no vale la pena invertir esfuerzos en quien no está preparado
para ser inmortal”. Y así, sin más, en medio de un acto simbólico, usó los
papeles con la fórmula para limpiarse el culo.
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