martes, 23 de junio de 2015

Apuntes para una historia oficial del Divino Niño de Sabaneta

Publicado originalmente en Contrapunto.com


1954: Nace en una chivera el pequeño Hugo. Tres compadres que esperaban junto al progenitor desde la noche anterior compartiendo algunas bebidas espirituosas se presentan pasada la medianoche a llevarle algunos presentes, a saber: alpargatas, una mini boina roja tejida y una lechosa. Todos alaban la belleza de la criatura.

1957: El chiquillo demuestra gran habilidad para leer y escribir, aun pese a sus tres años de vida. En el lapso de cuatro meses lee las cartas de Bolívar, El Capital, Los Miserables, En busca del tiempo perdido, Así Habló Zaratustra y numerosos ejemplares de Condorito. Sus padres trabajadores incansables no notan los cambios que van haciendo del infante un superdotado y le conminan a ayudar en el sembradío de yuca allende al rancho.

1963: Entre la escuela, las disertaciones con su abuela paterna, las penurias que azotan a la familia y le obligan a comer restos de basura o lo que cualquier vecino obsequioso les otorgase, el pequeñín halla tiempo para explorar distintas facetas; es así como llega a pintar un lienzo cuyo rastro se ha perdido, pero que los estudiosos han declarado que pudo significar un paso más allá de las vanguardias de principios de siglo. Lamentablemente, se teme que el mismo fue usado como leña para hacer chicharrón.

1964: Aficionado desde la más tierna infancia al béisbol, el muchacho supera el récord de Joe DiMaggio de más hits bateados durante varias temporadas seguidas; lo logra junto al equipo del barrio: “Los Mapurites de Sabaneta”. 

1965: El 15 de marzo, atribulado por arduas búsquedas estéticas y literarias, escribe: «Creo que he dado con algo sin igual. La fórmula que sólo a ti, amadísimo diario, confío es la siguiente: humorismo + metáfora = chavería. Le he dado mi nombre a este nuevo giro del aforismo no por vanidad ni mucho menos, sino porque una voz que me supera me ha dicho que así ha de ser». Escribe entonces innumerables chaverías, entre ellas: «Águila no caza mosca ni que le limen las pezuñas».

1966: En la flor de la pubertad aprende por sus propios medios a bailar como un profesional; su virtuosísimo con la salsa casino y el tango, aunado a su esplendoroso porte, desata pasiones entre las féminas hasta convertirlo en el muchacho más deseado del llano. A la incipiente leyenda se añade su melodiosa voz, capaz de alcanzar notas casi imposibles para cualquier ser humano. 

1967: Sufre los embates de la primera gran decepción amorosa: la joven barinesa Chumita Hipólita Lucero le escribe una carta en la que niega estar enamorada de él y remata con: «No te amo. Por ahora».

1968: Durante la cosecha de yuca le plantea a Adán, su hermano: « ¿Recuerdas cómo jugábamos al teléfono con vasos de plástico y pabilo? Pienso, querido Adán, que algún día las comunicaciones no necesitarán de alambres conductores». Adán replicó con un escueto: «Para hablar pendejadas estás mandado a hacer».

1969: Inspirado por las enseñanzas de su bisabuelo, el gran filósofo Maisanta, Hugo escribe en su diario: «La brevedad haría bien al mundo y no habrá mayor revolución que un mundo interconectado, capaz de dejar fluir sus ideas sin restricciones, como si de telegramas abiertos a quien quiera leerlos se tratase. «Trinos» podríamos llamar a estas sentencias de divulgación popular y, no sé por qué, algo me dice que su extensión máxima deberían ser 140 caracteres».

1970: Compone dos conciertos para piano y orquesta, cinco marchas, quince vallenatos y finalmente, tras mucho trabajar de madrugada y con sólo doscientos gramos de perrarina en el estómago, llega a lo que describiría en su diario como: «El estilo del nuevo mundo, una letra épica para un país y una sociedad necesitados de un novedoso modelo imperial». De esa pieza sólo sobrevivieron al paso del tiempo las siguientes líneas:

A ella le gusta la gasolina                                                                                                                                         
Dale más gasolina
A mí me encanta la gasolina
Dame más gasolina.


1971: Antes de partir a la Academia Militar por fin descubre la cura del cáncer. Sin embargo, apunta: «Desecharé todo vestigio de este hallazgo pues sólo los más débiles mueren por semejante enfermedad, y no vale la pena invertir esfuerzos en quien no está preparado para ser inmortal”. Y así, sin más, en medio de un acto simbólico, usó los papeles con la fórmula para limpiarse el culo. 

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