Llegué a un psiquiátrico por intento de suicidio. Tal como Jenny, la de Forrest, ahí estaba yo, colgando de la ventana del piso 13, de la ventana de mi departamento. Me interné por voluntad propia. Conozco ya un par de hospitales mentales: no son ni manicomios con locos atados (alguno hay, es cierto) ni los lugares de reflexión que uno esperaría. Un psiquiátrico funciona como un cuartel pero con sutilezas: despierta, hoy no es día de baño, baja, fuma tus cigarrillos (che, ¿me convidás un pucho? no me quedan más), desayuna, fuma más, almuerza, toma una siesta, baja, fuma, cena, ve a dormir a las 8 pm. Y en todos esos intervalos, toma la medicación. No engañes al enfermero.
Eres una pieza más. Un soldadito que no encaja en la normalidad del mundo exterior. Obedece. No te salgas del esquema.
Leer o escribir era casi imposible. La mayoría hablaba tonterías, algunas minas bailaban reguetón en los tiempos muertos, otros pibes oían música villera en sus radios potátiles. ¿Vos también intentaste suicidarte? Ésta es mi tercera vez, mi segunda, la cuarta. Yo soy alcohólico, yo soy merquero.
Un día sales. Entonces ya el psiquiátrico estaba enfermándote más que tu propio padecimiento mental. No hay conclusiones porque la salida apenas define un comienzo, no un final. Todo se va construyendo. En terapia, eso es: estás en terapia, así que no hay nada que concluir, apenas atisbos de algunas verdades. Descubrí, por ejemplo (o lo admití, o lo vi, yo qué sé) que sí, soy bastante jipi, de allí la referencia a Jenny. Y eso no tiene nada de malo, pero es jodido admitirlo. Una jipi productiva, eso sí. Y que no puedo sola.
Aún no sé bien por dónde empezar. Cuando pienso en la palabra 'paciente' (lo que fui hasta que me dieron el alta, lo que soy de mi psicóloga y mi psiquiatra) evoco la paciencia infinita que han de tener quienes lidian con una enfermedad que no está en un lugar que pueda ser operado, sino en la mente. Porque la sufrirán toda la vida. Amigo paciente: he aquí tu destino: ser lámpara encendida pese al viento.
Las personas se quejan de sus enfermedades curables y tratables mientras que no tienen ni idea de lo que significa que tu malestar no tiene cura, solo permanencia.
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