El
comisario Pernía miraba largamente su vaso de whisky y hablaba despacio. La
cosa fue así: conoció a La Giovanni en el
antro en el que éste trabajaba imitando a Sandro y a La Lupe , entre otros. Apenas lo
vio, me confesó, quedó impactado por la voz y la sensibilidad de aquel enano
lleno de abalorios. Dijo Pernía que lo que más llamó su atención fue que un
cuerpo tan diminuto pudiese contener semejante derroche de dominio escénico,
aplomo y, a la vez, gracia. Desde aquella noche volvió al bar cada martes y jueves
para ser testigo de las piruetas que La Giovanni
robaba a artistas famosos y ya olvidados por muchos. Una de esas noches, cuenta
Pernía, decidió por fin esperarlo a la salida para comentarle su admiración. La
Giovanni salió convertida en el enano Manuel y recibió los halagos casi con indiferencia. Pero Pernía insistió. Ya a esas alturas poco
le importaba estar enamorado de un enano travesti, me dijo, no sin tristeza. Un
jueves de agosto Pernía llegó mucho antes de que empezase el show y halló a La
Giovanni —o quizá mejor debería decir que halló al enano
Manuel— muy acaramelado con un tipo robusto y de buen parecer. Pernía estuvo a
punto de sacar su arma reglamentaria y abalanzarse sobre la singular pareja,
pero al final, reuniendo todas las fuerzas que pudo, entró al local y pidió
tres whiskeys que bebió de un sopetón. La Giovanni
estuvo fabulosa, me cuenta Pernía. Esa noche interpretó a Toña La Negra con el éxito de Agustín
Lara, Lágrimas de sangre. Pernía bebió
sin cesar pero en ningún momento se sumó a los aplausos del público. Aquella noche,
la última en que vio a La Giovanni , Pernía
terminó en el baño del bar vomitando una terrible borrachera.
¿Que coño pasó? ¡¿Como un único párrafo pudo atraparme tanto y dejarme con una expectativa tan grande?!
ResponderEliminarQuien sea que te dijo que no sabes escribir esta meando fuera del perol, de pana
Mil gracias, Jonathan. Me alegra que este cuento corto te atrapase de una.
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