lunes, 17 de junio de 2013

Paz ficticia


Hacía meses que habían terminado pero, por fines prácticos, aún vivían juntos. No había dificultades en la convivencia: todavía eran capaces de dialogar y hasta de reírse por las mismas cosas. Esa noche, contrario a su costumbre habitual de irse a la cama y dejarla sola frente a la computadora, él tomó varios libros de la biblioteca y se sentó a su lado. Apenas abrió el primero ella sintió que la invadía una serenidad que ya había olvidado. El sonido de las páginas iba adormeciéndola. Fumó un cigarro, se hundió en Internet, le dio un trago a su cerveza. Él seguía impasible pero a su lado, hojeando aquellos libros. Las páginas pasaban como susurros. Entonces supo que el despecho era también no contar con esa presencia silente a su lado.  

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