miércoles, 22 de mayo de 2013

Refugios


Una vez por semana acudo al hospital para mi consulta psicológica. Es el mismo hospital donde estuve internada el pasado mes de diciembre a causa de una fuerte crisis depresiva. Una vez a la semana, después de charlar con la psicoanalista, compro un café y salgo a la plaza del hospital a fumar un cigarrillo. Durante las mañanas de mi internación ése era un ritual sagrado que ahora repito porque, sin saber cómo, mantenerlo me produce gran tranquilidad. En ese recinto pasé horas amargas; entonces leer se me hacía casi imposible, salvo por una excepción: Clarice Lispector. A través de sus palabras yo sentía mi dolor fluir vivo, macizo, contundente. Sólo en su prosa errática y caprichosa (libre) podía ver las llagas de mi desconsuelo. Ahora compro el café y me siento, rodeada de gatos y pájaros, pacientes y doctores: todos de paso. Y no experimento tristeza por los días de diciembre, sino el sosiego de quien vuelve cansado de todo pero en pie. Hurgo en mi cabeza en busca del auxilio de las ideas y las palabras y, de algún modo extraño, éstas van apareciendo; aún difusas, de a poco, pero emergen. Bebo un sorbo de café y me repito, como un mantra, lo que una bondadosa desconocida me dijo entonces: debo tenerme paciencia. Me remiendo desde el silencio que he escogido, pongo un pie al despertarme como quien desconoce si habrá día siguiente. Y todo eso lo reconozco sentada allí, sola, en el banco del hospital. 

2 comentarios:

  1. Hola Cristina.
    ¿Donde podemos enviarte un mail?
    Mua.
    valentina@oh-nena.com

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  2. Hola, Valentina. Puedes escribirme a: ccrojasrosas@gmail.com

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