Cuando
John Cunningham salió de la nave pudo sentir el fuente viento
golpear su traje. Miró entonces alrededor y sólo notó oscuridad e,
incrédulo ante lo que pudiese hallar, emprendió su solitario camino. Durante
seis días exploró el territorio y, tal como esperaba, sólo encontró algunas
piedras singulares, pero ni un rastro de vida. El segundo día recordó a su
familia y temió no volver a verlos; al cuarto ya había manejado la ansiedad,
pero al sexto sólo experimentó un fuerte hastío. El séptimo día, cansado y
aburrido, decidió ir más allá de los límites de su misión. Anduvo y anduvo
horas haciendo breves pausas para descansar y para detallar las formaciones
rocosas. Divisó entonces una ciudad abandonada y hasta allá se encaminó. Al
llegar a la entrada del pueblo vio, no sin espanto, que varios cadáveres
colgaban de los cables. Casi se desplomó al corroborar que uno de aquellos
cuerpos era el suyo.
viernes, 31 de mayo de 2013
martes, 28 de mayo de 2013
De repente, la tormenta
Llovía;
sobre las ventanas podía oírse golpear el granizo. Era una tempestad hecha a la
medida de las pocas ganas de vivir de Sofía. Cuando logró salir de la cama llevó
a cabo todos los rituales que, día tras día, acompañaban su vida de inmigrante
desempleada: vio la temperatura en el noticiero, se lavó la cara, hizo el café
y alimentó a su gato. El apartamento se había inundado un poco en la sala: la
noche anterior había dejado abierta la ventana por ignorar que se desataría una
tormenta. Sin embargo, no se preocupó por secar el piso como tampoco por enviar
de nuevo su CV a algún puesto vacante. Lo que sí hizo fue tomar un libro de la
biblioteca y arrellanarse en el viejo sillón, casi desvalida. Allí intentó no amilanarse
ante el desconsuelo, aunque sí recordó una mañana soleada en su remota ciudad
de origen. En la página 362, abierta al azar, Sofía leyó: «Todo se reduce
finalmente a buscar sentir el hastío de modo tal que no duela.». El café ya se
había enfriado.
lunes, 27 de mayo de 2013
Top 5: tuiteros cursis
Es
sabido que en el mundo de Twitter, poetuitear
es una discapacidad. Yo poetuiteo, él poetuitea, ellos poetuitean y todos
podemos ser cursis muchas veces. Sin embargo, las siguientes cuentas llevan al
paroxismo la cursilería. Varios tuits de estos y a uno le entran ganas de
patear viejas o, directamente, vomitar sobre el teclado. Son, no hay duda,
cuentas más hinchapelotas que el álbum de Amor
es. Aquí, el top five. Están advertidos.
1.- @accion_poetica
2.- @SergioMarentes
3.- @alejodorowsky
4.- @Poesia_protesta
5.- @preguntasdelavida
En esta casa se desaparecen las cucharitas
Ocurrió el sábado 20 de abril. Ana lo recuerda
porque ese día Diego, su marido, había salido a disfrutar de una parrilla con
sus amigotes. Semanas antes ya ella le había advertido: «Querido, se están perdiendo las cucharitas», pero él
ignoró su comentario. Y continuaron desapareciendo, de una en una,
sigilosamente. No había un tercero a quien culpar: Ana y Diego no tenían hijos.
Ana se afanó revisando cajones: los vacío, los limpió y no halló rastros de las
cucharitas evaporadas. Ese sábado, después de planchar las camisas de Diego, un
murmullo casi imperceptible la condujo a la cocina. Ana pensaba que había
dejado encendida la radio que estaba junto al fregadero, pero al acercarse notó
que la música (porque aquello, qué duda cabía, era música) provenía de la parte
baja de la alacena. Entonces pensó que no sólo estaban despareciendo
cucharitas, sino que todo en aquella casa empezaba a dañarse: primero una
puerta que no cerraba, luego la gotera del baño, después la filtración del clóset.
Y absorta estaba en esas ideas cuando, por fin, abrió la alacena y allí halló a
un grupo de pequeños seres, diminutos como la palma de una mano, que iban de un
lado a otro cargando cucharitas y cantando, muy afinados: «Y en el mármol de su
tumba /de eterna recordación / pondremos esta inscripción / Que es la copia de
una rumba». Ana sonrió.
viernes, 24 de mayo de 2013
La majestad del hígado encebollado
Rufus, Emiliani y Almantor eran tres manganzones que
se reunían una vez a la semana a beber cerveza y a comer txistorras en la tasca «La
barrita». Allí daban rienda suelta a todas las barbaridades que se les cruzaban
por las cabezas y comentaban los sucesos de la semana. Estos tres amigos
incondicionales tenían los más diversos oficios: Almantor era dueño de una
carnicería, Rufus vendía perico en un Ford Conquistador de 1984 y Emiliani
trabajaba en una agencia publicitaria. Sin embargo, los unía una amistad
originada en el bachillerato, el gusto por las buenas anécdotas y las burlas
que solían hacer sobre el mesonero del local, un viejo inmigrante español que a
cada rato se quedaba dormido en una de las banquetas de la barra.
Aquel jueves llegó primero Emiliani
y le pidió una cerveza al viejo Gonzalo. Tomó de la barra un ejemplar del
diario Meridiano y se dedicó a hojear
sus páginas mientras esperaba que llegasen Rufus y Almantor. Éstos arribaron
media hora después y, para variar, Rufus comentó la última anécdota sobre su
más reciente cliente: una modelo que, cada dos noches, lo llamaba para pedirle
un par de bolsas.
A la cuarta ronda de cervezas, cuando ya habían acabado con la abundante ración de txistorras, Rufus
interrumpió su anécdota —esta vez, sobre una cincuentona de mucho dinero que
también se metía lo suyo— para advertirles a los otros dos que había comenzado
una cadena. Los tres amigos volvieron la vista al desvencijado televisor del
local y ahí vieron cómo se inauguraba un abasto en algún lugar remoto de Apure
con la presencia del Jefe de Estado y los ministros habituales.
— Todos los días la misma ladilla
—dijo Almantor.
— Un día de estos se encadenarán para
transmitir la inauguración de un kiosco —agregó Rufus.
— Coño, ¿ustedes se han fijado que Cilia siempre
aparece atrás del bigotúo como un Muppet? —preguntó
Emiliani, y sus amigos le rieron el chiste.
— Lo que pasa es que esa doña es más fea que
masturbarse en casa ajena —dijo Almantor.
— Querrás decir que es más fea que una pea con anís —le respondió Emiliani.
— Es que tú eres todo un princeso, Emiliani —agregó Rufus.
Y así siguieron, ajenos a la cadena y sumidos en su
tertulia. Entonces notaron que ya el viejo Gonzalo comenzaba a cabecear sentado
en la banqueta y, para asustarlo, Rufus le gritó que les llevase otra ronda. El
español se irguió como un resorte y, con su andar pausado, puso sobre la mesa
las tres Polarcitas heladas junto a un pequeño plato de maní.
Emiliani quiso saber más sobre la modelo que le
compraba cocaína a Rufus y por eso le preguntó:
— Ajá, ¿pero la jeva es famosa o
es modelo de catálogo de Avon?
— Bueno, Emiliani, tú sabes cómo es la
vaina, un dealer es como un cura: no puede andar revelando esos detalles.
— Lo que importa saber, en todo caso, es si la tipa
está buena o no — agregó Almantor.
— Coño, güevón, ¿no estás oyendo que es modelo?
— Precisamente, Emiliani —respondió
Almantor y, dando un sorbo a su cerveza, se recostó del respaldar de la silla
como quien se decide a exponer una gran teoría. Hoy en día —prosiguió— todas las modelos dan como penita: puras
panas a las que provoca brindarles una parrilla con yuca y hallaquitas, pa’ que
agarren carne. A mí esa vaina de ese mujerero en hueso no me excita: me da
lástima.
— Verga,
Almantor, lo que pasa es que tú no pelas a una golda —repuso Emiliani.
— No sé, Emiliani, yo creo que el pana
aquí tiene una postura válida. Fíjate, por ejemplo, en la Jolie : par de morcillas
carupaneras es lo que necesita esa mujer.
— Ahora sí nos jodimos, Rufus. Tú como
que eres medio marico. —respondió Emiliani.
— Déjate de vainas, compa. Allá tú y tus sacos de
huesos.
— Bueno, bueno, orden en la pea. —repuso Almantor. —Precisamente ahorita estaba
pensando en ese temita y me vino a la cabeza Tatiana Capote. ¿Ven? Esa jeva sí
que estaba para meterle bien duro. A eso me refiero: nada que ver con esas
bichas que parecen sacadas de Zimbabue.
— Coño, mi pana, tremendo capote el de Tatiana. Ésa sí
que era la reina del arroz con pollo, igual que esta cantante, la italiana.
¿Cómo es que se llamaba? —preguntó Rufus.
— Raffaella Carrá, nada más y nada
menos. Un mujerón. ¡’Chacho, tremendas piernas! —dijo Almantor.
— Ahí sí estamos de acuerdo —dijo
Emiliani y, acto seguido, le silbó a Gonzalo para que les llevase otra ronda de
cervezas.
Una vez que éstas llegaron a la mesa,
los tres amigos brindaron mientras Emiliani comenzó a tararear un tema de
Raffaella Carrá. Almantor echó un vistazo al televisor del bar y ahí notó que
el Presidente abrazaba a una niña con Síndrome de Down y le colocaba sobre la
cabeza una boina roja. Decidió entonces que era mejor continuar hablando de
culos y tetas:
— La otra vaina que se nos está
escapando es que esas mujeres: la
Capote , la
Carrá , en fin, esos hambrones de antes, venían ya listas de
fábrica: nada de tetas operadas y bocas con silicón. Ahorita hasta culo se
ponen.
— ¿Ustedes saben de quién me acordé?
De Gigi Zancheta. Ésa también estaba como le daba la gana, y miren que muchas
tetas no tenía —dijo Rufus.
— Eso lo que estaba era bien maiceao’,
bróder —añadió Almantor.
— Lo que pasa es que ustedes no se han
actualizado; en esta mesa hoy no se ha hablado sino de una cuerda de
menopáusicas —dijo Emiliani, y abriendo el Meridiano que había empezado a leer
antes de que sus dos amigos llegaran, señaló una foto de la sección de
farándula y comentó: ¡Mirame’sto! Esta Diosa sí que está buena, operada y todo,
pero yo le doy hasta en Petare de noche.
— Coño, bróder, con todo respeto, pero
la tal Diosa Canales no sólo es bizca, también es más ordinaria que beber un 18
años en taza de peltre —le respondió Almantor. Además, esa tipa está tan dura y
operada que la bicha más bien parece un entrenador de gimnasio.
— Bueno, yo aquí concuerdo un poco con
ambos —dijo Rufus. ¿Qué Diosa es tapa amarilla? Eso es correcto. Pero de que
está buena, está buena. La vaina es cogérsela en cuatro, pa’ no verle el ojo
virado.
— Ahora como que los parchas son
ustedes dos. A ver, Almantor, tú eres carnicero, tú deberías poder reconocer
cuándo una vaina es carne de segunda y cuándo es lomito. Y Diosa Canales es
puro corte de primera, hermanazo.
— ¿Quieres que te diga otra vaina,
Emiliani? —respondió Almantor. No todo es lomito, papá. Ponte a pensar en un
buen hígado encebollado: no será de primera, pero lo cierto es que no hay carne
que lo iguale porque esa vaina es exquisita. Lo mismo pasa con las mujeres que
suelen gustarme: no tendrán esas tetas de maniquí, serán más bien modestas,
pero al menos no parecen unos transfor.
— A esa teoría tuya hay que llamarla
«La majestad del hígado encebollado», mi pana —apuntó Rufus.
— Déjate de mariqueras, que eso suena
a obra del Teatro Chacaíto —respondió Almantor.
— Usted lo que está es loco, caballo —señaló
Emiliani y, dándose vuelta vio hacia el televisor y dijo, levantando la
barbilla y haciendo un gesto con la boca hacia éste: Por cierto, se terminó la
cadena.
— Verga, menos mal —dijo Rufus.
— No hay que olvidar, compañeros, que
hablar paja también es hacer Patria. Sobre todo si es con cervezas y txistorras
de por medio —agregó Almantor.
Los tres rieron al unísono y en
seguida Rufus les hizo señas para que vieran cómo Gonzalo salivaba con la
cabeza apoyada en el hombro derecho. Entonces Emiliani gritó:
— ¡Compa! ¡Gonzalo! ¡La del estribo!
jueves, 23 de mayo de 2013
Podredumbre
Me despierto
a duras penas
me reconstruyo.
Cepillarse,
ponerse los lentes de contacto,
hacer el café,
pelear con la desesperanza.
Todo eso intento y parece excesivo.
Me trago las pastillas
y con ellas,
las letras.
Otra vez todo lo no dicho
irá a pudrirse
en algún lugar del cuerpo.
miércoles, 22 de mayo de 2013
Refugios
Una vez por semana acudo al hospital para mi consulta psicológica. Es el mismo hospital donde estuve internada el pasado mes de diciembre a causa de una fuerte crisis depresiva. Una vez a la semana, después de charlar con la psicoanalista, compro un café y salgo a la plaza del hospital a fumar un cigarrillo. Durante las mañanas de mi internación ése era un ritual sagrado que ahora repito porque, sin saber cómo, mantenerlo me produce gran tranquilidad. En ese recinto pasé horas amargas; entonces leer se me hacía casi imposible, salvo por una excepción: Clarice Lispector. A través de sus palabras yo sentía mi dolor fluir vivo, macizo, contundente. Sólo en su prosa errática y caprichosa (libre) podía ver las llagas de mi desconsuelo. Ahora compro el café y me siento, rodeada de gatos y pájaros, pacientes y doctores: todos de paso. Y no experimento tristeza por los días de diciembre, sino el sosiego de quien vuelve cansado de todo pero en pie. Hurgo en mi cabeza en busca del auxilio de las ideas y las palabras y, de algún modo extraño, éstas van apareciendo; aún difusas, de a poco, pero emergen. Bebo un sorbo de café y me repito, como un mantra, lo que una bondadosa desconocida me dijo entonces: debo tenerme paciencia. Me remiendo desde el silencio que he escogido, pongo un pie al despertarme como quien desconoce si habrá día siguiente. Y todo eso lo reconozco sentada allí, sola, en el banco del hospital.
sábado, 18 de mayo de 2013
Títulos para cuentos
Si hay un escritor venezolano que admiro, ése es Roberto Echeto. En su libro La máquina clásica (Alfaguara, 2011), el escritor propone un ejercicio descabellado y potente: dos listas de títulos inverosímiles y aptas para releer cada vez que a uno le sobreviene la desgracia de extraviar el sentido del humor. En honor a él y a tan fantástica idea, he aquí una lista propia para llevar con hidalguía este presente nefasto.
2. Esa gorda no se pela una hora loca.
3. El chino que no fumaba.
4. Tenía cara de eyaculador precoz.
5. Todo lo militar da Sida.
6. A las viejas les encanta una bailoterapia.
7. Me enamoré por pendeja.
8. Quítate que tienes violín.
9. Las arepas de Ramón.
10. En Facebook hay mucho bebé feo.
11. Adicción a la guasacaca.
12. Yo no como mondongo, gordo.
13. Más ladilla que una cadena.
14. Chiripas voladoras.
15. El perro eléctrico.
16. Me curé con Medicina Sistémica.
17. Yo sobreviví al Cocoanís.
18. Ley Seca Concha.
19. No te quites las medias.
20. Fue por coca y le vendieron harina PAN.
21. Tuiteando en pantaletas.
22. Adela no era homofóbica.
23 Desnudo con morcilla.
24. Baño de secretarias.
25. No le cuentes a la conserje.
26. Cinco chinos fumando en cholas.
27. El portugués es un español con Síndrome de Down.
28. No hay barriga que aguante.
29. El derecho a ser mamarracho.
30. Café con Sida.
31. Cocoya.
32. Eso es culpa del chocolate.
33. Pote de arroz chino coleccionable.
34. Lo que jode es la gotica.
35. Aquí todos los poetas son locas.
36. Yo no bailo gaitas.
37. Échale la culpa al polvo.
38. La cofradía de los enanos.
39. Con el frío se ponen puyúas.
40. Ningún niño nace chavista.
41. Los argentinos no comen picante.
42. Musculoso pero sencillo.
43. Silla paralítica.
44. No me eches más posta.
45. Sobran sifrinas.
46. Potoquita tropical.
47. La sarna de Juan.
48. Unas chancletas y 3 mangos.
49. Pon cara de culo para que crean que eres escritor.
50. Sádico en tanga.
51. Los deportistas no deberían dar declaraciones.
52. Ambiente familiar.
53. La majestad del hígado encebollado.
54. Aquí ni que lluevan ideas.
55. Yo me duermo con Góngora.
56. Ni un pajúo más.
57. Regateándole a un turco.
58. Lumpias de carne molida.
59. No me mojes la punta.
60. Eso es música de hipsters.
61. Sóbame y vete.
62. La barba se puso de moda.
63. Se caen con el tiempo.
64. Deprimirse sale carísimo.
65. El enano torero.
66. Me lo dejaste torcido.
67. Muñeca inflable con la boca cerrada.
68. La ascensión del pajarito.
69. Aquí la leche se corta.
70. Pelabolas se nace.
71. Los piojos de Sai Baba.
72. El flagelo de las lycras fucsias.
73. La totona de Titina.
74. Se formó el atajaperro.
75. No brinques que no vas.
76. Estoy sabrosita.
77. Vieja con paraguas.
78. Centro de mesa.
79. Le dedicaron una canción del Grupo Aventura.
80. La amaba, pero tenía juanetes.
81. Horrible como una poceta helada.
82. Tiene cara de intenso.
83. Caraotas congeladas.
84. Otro meme de Cortázar y nos vamos.
85. Él no nació con esa cara.
86. El abuelo compró una Playbloy.
87. Te lo juro por Lila Morillo.
88. Ábreme el coco.
89. Hay más maquetas que casas.
90. A toda suegra le encanta el Ponche Crema.
91. Mejor que no me hablen.
92. Nadie me comenta en el blog.
93. Tuve pesadillas con Björk.
94. Se le chorrearon las medias.
95. Toda botella de Cacique tiene su Linda Blair adentro.
96. A éste lo sacaron de Miami Vice.
97. A mí no me gobierna un bigote.
98. La tenía como un Hitler.
99. Ya ni pan con mortadela.
100. Pijamada de lesbianas.
101. La cerveza me pone místico.
102. Nunca falta un marico con un poodle.
103. ¿Es Osmel Sousa o es Walter Mercado?
104. Más nulo que opinión de Miss.
105. Peos sefarditas.
106. No remuevas el arroz con cuchara.
107. El jabón antipelos.
108. Las redes sociales son una constante abrazadera.
109. Más serio y me mato.
110. Me tocó al lado del gordo.
111. Quien disfraza a un perro no es gente.
112. Ojalá te dé alopecia.
113. A Elisa le gustan chiquitos.
114. Escoñétame en silencio.
115. Hay más cadenas que motorizados.
116. Si no te roban, te violan.
117. Pesimista de clóset.
118. Meditaciones abyectas.
119. El beisbolista que sabía hablar.
120. Regresó convertida en lesbiana.
121. ¿Es un acto político o es una misa carismática?
122. Me entró un friíto.
123. Yuca para todos y todas.
124. Le pegó el sereno.
125. Esas son vainas de maricos.
126. La belleza del boxeo.
127. Judío en tanga.
128. Condecoraron a Yendri.
129. El reality show del indigente.
130. Él sólo imita a Juanga cuando se emborracha.
131. Todo el mal se condensa en el ska.
132. Desnudo artístico y otras falacias.
133. El extraño caso del extraterrestre que era idéntico a Trino Mora.
134. La poesía hay que leerla borracho.
135. El culo cubista.
viernes, 17 de mayo de 2013
Agradecimiento
Ida Vitale (Uruguay, 1923)
Agradezco a mi patria sus errores,
los cometidos, los que se ven venir,
ciegos, activos a su blanco de luto.
Agradezco el vendaval contrario,
el semiolvido, la espinosa frontera de argucias,
la falaz negación de signo oculto.
Sí, gracias, muchas gracias
por haberme llevado a caminar
para que la cicuta haga su efecto
y ya no duela cuando muerde
el metafísico animal de la ausencia*
De Trema (2005)
jueves, 16 de mayo de 2013
Cuando llega el frío
Cuando llega el frío caminas entre extraños y evitas mirarlos a los ojos: a la distancia es mejor ser nadie. Preferirías, de repente, deambular por Chacao y beber una cerveza a la luz de las seis de la tarde mientras él, tan amable y leve, se ocupa de hacerte reír. Pero esto no es Chacao: el viento helado corta la garganta y, con la nariz húmeda, maldices en silencio por las horas mustias y a solas. Y está bien maldecir y mandar al carajo, porque no hay salida de emergencia para huir de ti misma.
martes, 14 de mayo de 2013
Miyó Vestrini
Edvard Munch - «El día después»
Miyó Vestrini (1938 – 1991)
Me levanto
No me levanto
me detestan
me ligo
atropello a un motociclista con alevosía y premeditación
me entrego al complejo de Edipo
deambulo
estudio con sumo cuidado las diferencias entre dirritmia-
psicosis-esquizofrenia-neurosis-depresión-
No me levanto
me detestan
me ligo
atropello a un motociclista con alevosía y premeditación
me entrego al complejo de Edipo
deambulo
estudio con sumo cuidado las diferencias entre dirritmia-
psicosis-esquizofrenia-neurosis-depresión-
síndrome-pánico
y me arrecho
quedo sola en la casa cuando todos duermen
compro una revista que cuesta seis dólares
le roban la cartera a mi mejor amiga
me agarran
amo a mi amigo
lo empujo
lo asesino
recuerdo el paraguas de Amsterdam
y la lluvia
y el gesto airado
me dedico a la bebida para evitar el infarto
mastico la comida cincuenta veces
y me aburro
y me aburro
adelgazo
engordo
adelgazo
me transo
no me transo
me quedo quieta y lloro
alguien me toma en sus brazos
y me dice quieta quieta estoy aquí
dejo de llorar
escucho el viento que sopla cerca del mar solamente cerca del mar
acepto que existan cucarachas voladoras
descubro que todas mis amigas tratadas por psicoanalistas
se han vuelto totalmente tristes totalmente bobas
me leen el oráculo chino y me predicen larga vida
vida de mierda, digo
subo al carro
bajo del carro
comprendo de un solo viaje cuánto petróleo hay en un barril
me dicen apaga la luz
la apago
me preguntan ¿ya?
me hago la loca
me acojo a la pacificación
me joden
duermo apoyada en la barra
oigo la voz del español de siempre que se caga en diez
alguien llora otra vez a mi lado
me pegan
me pegan duro
hay luna llena
corro por la carretera que bordea la montaña,
saco la cuenta,
no me sale,
me duele el pecho,
se hace de día,
el rojo gana
rien ne va plus.
(De El invierno próximo)
y me arrecho
quedo sola en la casa cuando todos duermen
compro una revista que cuesta seis dólares
le roban la cartera a mi mejor amiga
me agarran
amo a mi amigo
lo empujo
lo asesino
recuerdo el paraguas de Amsterdam
y la lluvia
y el gesto airado
me dedico a la bebida para evitar el infarto
mastico la comida cincuenta veces
y me aburro
y me aburro
adelgazo
engordo
adelgazo
me transo
no me transo
me quedo quieta y lloro
alguien me toma en sus brazos
y me dice quieta quieta estoy aquí
dejo de llorar
escucho el viento que sopla cerca del mar solamente cerca del mar
acepto que existan cucarachas voladoras
descubro que todas mis amigas tratadas por psicoanalistas
se han vuelto totalmente tristes totalmente bobas
me leen el oráculo chino y me predicen larga vida
vida de mierda, digo
subo al carro
bajo del carro
comprendo de un solo viaje cuánto petróleo hay en un barril
me dicen apaga la luz
la apago
me preguntan ¿ya?
me hago la loca
me acojo a la pacificación
me joden
duermo apoyada en la barra
oigo la voz del español de siempre que se caga en diez
alguien llora otra vez a mi lado
me pegan
me pegan duro
hay luna llena
corro por la carretera que bordea la montaña,
saco la cuenta,
no me sale,
me duele el pecho,
se hace de día,
el rojo gana
rien ne va plus.
(De El invierno próximo)
lunes, 13 de mayo de 2013
Buenos muchachos: tuiteros imprescindibles.
Vale, Twitter y el alcohol son mis vicios favoritos y, desempleada como estoy, me llevo bastante bien con ambos. Fumando un cigarrillo después de mi consulta con la psicoanalista concluí que, si tal como ella dice, debo enfocar mis energías en hacer algo productivo (porque soy más inútil que una Kardashian), pues nada mejor que unir la escritura (que no se me está dando nada bien, pero ése es otro tema) con uno de mis vicios. Quien me sigue en Twitter sabe que tuiteo borracha, poetuiteo, puteo y digo barbaridades. Pero si algo sé, precisamente por pasarme tantas horas ociosas en ese universo, es que los buenos tuiteros valen oro: los inmorales, los que saben escribir porque saben leer, los que no ceden ante la prisión de la corrección política. Así que les dejo algunos de mis favoritos; no están todos, obviamente, pues cualquier listado requiere edición.
1. @MatildaxD es la reina de Twitter. No importa si no eres argentino: seguirla es obligatorio porque es una capa absoluta.
2. Pessoa, desasosiego y cinismo. @costa_freites tiene muy pocos seguidores para las genialidades que escribe.
3. @QuijoteConserva es el mejor y más consistente personaje que he leído en Twitter: odia a su mujer y a sus hijos. Le pediría matrimonio, pero va en contra de mis principios.
4. @ayshiamo es mi tipo de persona favorita: un deslenguado que suele hacerme el día.
5. Política y filosofía. El señor @Esparzari no puede faltar en su timeline, sobre todo si es usted venezolano.
6. Cuando sea grande quiero ser como @Loulourevisited y escribir cosas hermosas sin caer en la cursilería.
7. @biendepinga es tal como dice su usuario: el tipo de venezolano que me cae bien. Eso es suficiente.
8. Si usted, como yo, piensa que lo más lindo de Twitter consiste en ese refinado ejercicio de dejar fluir el odio, aquí tiene al campeón: @MisOdios.
9. No importa qué tuitee @nhoze: casi siempre hace que escupa la cerveza por la nariz.
10. Un trío inseparable. No siga a uno solo porque vienen en combo y, como diría Miss Antioquia: «@CorvoMecanique complementa a @giomiliani y éste a @Supresor1 en un sentido muy bello»
11. Cubana en el exilio y escritora. Buenas dosis de anticomunismo y mucha inteligencia: @lacajadelachina.
12. @Elvickvick. ¿Se le puede pedir más poesía a un tuit? No lo creo.
13. @Mazaky. Un colombiano no apto para optimistas.
viernes, 3 de mayo de 2013
Lista de cosas pavosas. Volumen III
.
1. Celebrar el Espíritu de la Navidad.
2. Usar pantaleta amarilla el 31 de diciembre.
3. Los muebles de rattan.
4. Usar chaquetas de cuero como las de Mario Silva.
5. Ricardo Arjona instrumental en el Metro de Caracas.
6. Beber un trago con paragüitas.
7. Un concierto de las cinco grandes.
8. Llorar con un tema de Olga Tañón.
9. Sentirse más venezolano por beber guarapita y bailar tambores en Choroní.
10. Tener sexo en el Aladdín.
11. La gente que se desvive por ser solemne.
12. El 90% de los tuits que se escriben sobre el día del libro.
13. Usar peluquín.
14. Las graduaciones venezolanas y su empeño con la toga y el birrete.
15. La filmografía de Sofía Coppola.
16. Regalar un par de medias.
17. Ser jurado del Miss Venezuela.
18. Osmel Sousa disfrazado de torero.
19. Llorar en una clase sobre poesía.
20. No asumir los placeres sino hablar de placeres culposos.
21. Un gordo vestido con flux en pleno centro de Maracaibo.
22. «El tiempo de Dios es perfecto».
23. Los velorios.
24. Los santeros.
25. Leer La Atalaya.
26. Rascarse con Frangelico o Ponche Crema.
27. Disfrazar a los perros.
28. Las fotos de Anne Geddes.
29. Bailar gaitas en una taguara.
30. Los concursos de gaitas de los colegios venezolanos.
31. Una casa decorada por un chino o un turco.
32. Guardar los dientes de leche.
33. La manía de las mujeres venezolanas por usar pantalones tres tallas menos de la debida.
34. Un gordo cantando en karaoke un tema de Pimpinela.
35. Ser fashion blogger, DJ, fotógrafo y community manager.
36. La palabra «pachamama».
37. Salir de las drogas para luego consumir ayahuasca y ser más fastidioso que un Testigo de Jehová.
38. Un hombre que use cadena de oro.
39. Laureano Márquez y Rayma.
40. Las camisas Columbia.
41. Regalar un perfume de Perfumes Factory.
42. Jodorowsky.
43. Toda la música de Alí Primera.
44. Ese gentío venezolano jurando que sabe de vino para sentirse más cool.
45. Bailar tango en cholas.
46. Despecharse y no oír boleros.
47. Las risoterapias.
48. Echarle salsa rosada a una hallaca.
49. Comer chicharrón desnudo y ataviado sólo con unas medias blancas de algodón.
50. Recitarle al otro un poema de Neruda después del sexo.
1. Celebrar el Espíritu de la Navidad.
2. Usar pantaleta amarilla el 31 de diciembre.
3. Los muebles de rattan.
4. Usar chaquetas de cuero como las de Mario Silva.
5. Ricardo Arjona instrumental en el Metro de Caracas.
6. Beber un trago con paragüitas.
7. Un concierto de las cinco grandes.
8. Llorar con un tema de Olga Tañón.
9. Sentirse más venezolano por beber guarapita y bailar tambores en Choroní.
10. Tener sexo en el Aladdín.
11. La gente que se desvive por ser solemne.
12. El 90% de los tuits que se escriben sobre el día del libro.
13. Usar peluquín.
14. Las graduaciones venezolanas y su empeño con la toga y el birrete.
15. La filmografía de Sofía Coppola.
16. Regalar un par de medias.
17. Ser jurado del Miss Venezuela.
18. Osmel Sousa disfrazado de torero.
19. Llorar en una clase sobre poesía.
20. No asumir los placeres sino hablar de placeres culposos.
21. Un gordo vestido con flux en pleno centro de Maracaibo.
22. «El tiempo de Dios es perfecto».
23. Los velorios.
24. Los santeros.
25. Leer La Atalaya.
26. Rascarse con Frangelico o Ponche Crema.
27. Disfrazar a los perros.
28. Las fotos de Anne Geddes.
29. Bailar gaitas en una taguara.
30. Los concursos de gaitas de los colegios venezolanos.
31. Una casa decorada por un chino o un turco.
32. Guardar los dientes de leche.
33. La manía de las mujeres venezolanas por usar pantalones tres tallas menos de la debida.
34. Un gordo cantando en karaoke un tema de Pimpinela.
35. Ser fashion blogger, DJ, fotógrafo y community manager.
36. La palabra «pachamama».
37. Salir de las drogas para luego consumir ayahuasca y ser más fastidioso que un Testigo de Jehová.
38. Un hombre que use cadena de oro.
39. Laureano Márquez y Rayma.
40. Las camisas Columbia.
41. Regalar un perfume de Perfumes Factory.
42. Jodorowsky.
43. Toda la música de Alí Primera.
44. Ese gentío venezolano jurando que sabe de vino para sentirse más cool.
45. Bailar tango en cholas.
46. Despecharse y no oír boleros.
47. Las risoterapias.
48. Echarle salsa rosada a una hallaca.
49. Comer chicharrón desnudo y ataviado sólo con unas medias blancas de algodón.
50. Recitarle al otro un poema de Neruda después del sexo.
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