martes, 30 de junio de 2015

Cosas que me gustaría ver

Publicado originalmente en Contrapunto.com



Una guayaba en una acera
Un despertador con la voz de Barry White
Un vestido de novia inspirado en Calatrava
Un ring tone con el silbido de Rubby Pérez
Una hamaca con portavasos
Un enano perrocalentero
Una cortina de baño de Cruz Diez
Un psiquiatra paralítico
Una franela de Pepeto
Un paisaje marino con jacarandá
Un bonsái de un cocotero
Una monja borracha
Una inflación de un dígito
Un Ken del Puma
El regreso de Colina
Una hoguera de eufemismos
Alguien exitoso sin estar enchufado
Un anillo inspirado en Un chien andalou
Más remeras de Billy Wilder, menos de Lennon
Un cenicero que se limpie solo
Un loro que silbe boleros
Un buzón de preguntas retóricas
Una miss atea
Un filme noir en un autocine
Un bar con un afiche de Paulie Gualtieri
Don Draper actuando en un comercial de Montecristo
Un ambientador con olor a ají dulce.

Una República.

domingo, 28 de junio de 2015

La mamma y la familia


A veces camino esas 12 o 15 cuadras (siempre olvido contarlas) que van de Caballito a Almagro hasta llegar con o sin los perros. A veces me visitan tras hacer el recorrido inverso. Envío mensajes a cualquier hora y siempre son atendidos. Nos reímos, me hacen el aguante, me dicen -aunque para ellos las cosas no marchen tan bien- que todo estará mejor. Y es el único optimismo que dejo entrar y posarse hasta manchar de verdad con su tesitura las cosas. 

Mi madre se va en una semana. Debió viajar de Venezuela a Argentina por pedido de los médicos pues, de otra forma, no me dejarían salir del psiquiátrico. Los vacíos y vicios de nuestra relación todavía requieren de muchas sesiones más de terapia, pero es lo que hay y contra eso no puedo luchar.

Cuando se vaya estaré de nuevo en Almagro, no en mi casa de Caballito. Porque hay que despedir al único familiar directo, pero por suerte quedan los otros. Los que no me aconsejan hacer yoga, meditar ni dibujar mandalas para tener una vida estable porque saben, porque me conocen. 


Anoche dejé olvidado en su heladera un trozo de pescado que mi madre me regaló. Hoy les diré que se lo coman como ofrenda, aunque suene a floritura. Pero no, la comida nunca está de más, bien lo sabemos. Lo saben ellos que trabajan con las manos. 

El día está insoportablemente melancólico. Casi se podría romper un corazón y hacer estrépito. Sujeto bien el mío para que no me falle ahora cuando agradeceré por el faso, el café, las birras. A ellos, la pequeña familia de Almagro. Y también al flaco canoso de Belgrano, que una vez me obsequió un dibujo y siempre se lleva la peor parte. 

Está lloviendo. Si yo fuese un extraterrestre diría que la Tierra (al menos, desde donde la veo) es un lugar muy triste. Voy a fumarme un porrito, voy a alimentar a mis perros, voy a dar las gracias.

jueves, 25 de junio de 2015

Clasificados


Abro la página de empleos
envío solicitudes
me desengaño
me malhumoro
envío más solicitudes
y
cuando ya no aguanto más
abro el Word
y garabateo un poema
hasta que quede bien pulido.
No hay pan, no hay leche.
Dime si no son graciosos los poetas.

miércoles, 24 de junio de 2015

Caso cerrado


Es tal como te cuento, Leonela. Aquellos hombres estaban obsesionados y lo demás son pendejadas. Al principio pensé que eran vainas de Chuíto, que la vejez le estaba agarrando por ahí. Sí, más o menos eso pensé, qué ilusa: Ya se le pasará. Luego resultó que, cuando yo volvía con el carro, él se rehusaba a bajar a abrirme la puerta del garaje bajo la excusa de que no podía perderse ni un segundo del programa. Ya eso era el colmo, tú sabes cómo está la inseguridad por aquí. “Esa doctora es una eminencia”, decía a cada rato. Hasta que, por casualidad, Marielva y Lucrecia también sacaron el tema: resulta que a sus maridos les pasaba lo mismo: estaban obsesionados con el bendito programa. El marido de Marielva hasta proponía en voz alta soluciones para los conflictos que presentaba la abogada en televisión, ¿tú has visto? Así mismo me lo contó, muerta de risa, pero también (era imposible no notarlo) sorprendida y sin saber cómo actuar. Al marido de Lucrecia le daba, según dijo, por gritarle al televisor y por enfurruñarse mientras observaba las cuitas de esos dominicanos, puertorriqueños y cubanos de poca monta. Qué desgracia, después de viejos, fanáticos. Yo ya no sé qué hacer con ese hombre y su adicción por “Caso Cerrado”, Leonela. Con tanto que ver en el cable, digo yo. Por cierto: ¿viste la novela anoche?

martes, 23 de junio de 2015

Apuntes para una historia oficial del Divino Niño de Sabaneta

Publicado originalmente en Contrapunto.com


1954: Nace en una chivera el pequeño Hugo. Tres compadres que esperaban junto al progenitor desde la noche anterior compartiendo algunas bebidas espirituosas se presentan pasada la medianoche a llevarle algunos presentes, a saber: alpargatas, una mini boina roja tejida y una lechosa. Todos alaban la belleza de la criatura.

1957: El chiquillo demuestra gran habilidad para leer y escribir, aun pese a sus tres años de vida. En el lapso de cuatro meses lee las cartas de Bolívar, El Capital, Los Miserables, En busca del tiempo perdido, Así Habló Zaratustra y numerosos ejemplares de Condorito. Sus padres trabajadores incansables no notan los cambios que van haciendo del infante un superdotado y le conminan a ayudar en el sembradío de yuca allende al rancho.

1963: Entre la escuela, las disertaciones con su abuela paterna, las penurias que azotan a la familia y le obligan a comer restos de basura o lo que cualquier vecino obsequioso les otorgase, el pequeñín halla tiempo para explorar distintas facetas; es así como llega a pintar un lienzo cuyo rastro se ha perdido, pero que los estudiosos han declarado que pudo significar un paso más allá de las vanguardias de principios de siglo. Lamentablemente, se teme que el mismo fue usado como leña para hacer chicharrón.

1964: Aficionado desde la más tierna infancia al béisbol, el muchacho supera el récord de Joe DiMaggio de más hits bateados durante varias temporadas seguidas; lo logra junto al equipo del barrio: “Los Mapurites de Sabaneta”. 

1965: El 15 de marzo, atribulado por arduas búsquedas estéticas y literarias, escribe: «Creo que he dado con algo sin igual. La fórmula que sólo a ti, amadísimo diario, confío es la siguiente: humorismo + metáfora = chavería. Le he dado mi nombre a este nuevo giro del aforismo no por vanidad ni mucho menos, sino porque una voz que me supera me ha dicho que así ha de ser». Escribe entonces innumerables chaverías, entre ellas: «Águila no caza mosca ni que le limen las pezuñas».

1966: En la flor de la pubertad aprende por sus propios medios a bailar como un profesional; su virtuosísimo con la salsa casino y el tango, aunado a su esplendoroso porte, desata pasiones entre las féminas hasta convertirlo en el muchacho más deseado del llano. A la incipiente leyenda se añade su melodiosa voz, capaz de alcanzar notas casi imposibles para cualquier ser humano. 

1967: Sufre los embates de la primera gran decepción amorosa: la joven barinesa Chumita Hipólita Lucero le escribe una carta en la que niega estar enamorada de él y remata con: «No te amo. Por ahora».

1968: Durante la cosecha de yuca le plantea a Adán, su hermano: « ¿Recuerdas cómo jugábamos al teléfono con vasos de plástico y pabilo? Pienso, querido Adán, que algún día las comunicaciones no necesitarán de alambres conductores». Adán replicó con un escueto: «Para hablar pendejadas estás mandado a hacer».

1969: Inspirado por las enseñanzas de su bisabuelo, el gran filósofo Maisanta, Hugo escribe en su diario: «La brevedad haría bien al mundo y no habrá mayor revolución que un mundo interconectado, capaz de dejar fluir sus ideas sin restricciones, como si de telegramas abiertos a quien quiera leerlos se tratase. «Trinos» podríamos llamar a estas sentencias de divulgación popular y, no sé por qué, algo me dice que su extensión máxima deberían ser 140 caracteres».

1970: Compone dos conciertos para piano y orquesta, cinco marchas, quince vallenatos y finalmente, tras mucho trabajar de madrugada y con sólo doscientos gramos de perrarina en el estómago, llega a lo que describiría en su diario como: «El estilo del nuevo mundo, una letra épica para un país y una sociedad necesitados de un novedoso modelo imperial». De esa pieza sólo sobrevivieron al paso del tiempo las siguientes líneas:

A ella le gusta la gasolina                                                                                                                                         
Dale más gasolina
A mí me encanta la gasolina
Dame más gasolina.


1971: Antes de partir a la Academia Militar por fin descubre la cura del cáncer. Sin embargo, apunta: «Desecharé todo vestigio de este hallazgo pues sólo los más débiles mueren por semejante enfermedad, y no vale la pena invertir esfuerzos en quien no está preparado para ser inmortal”. Y así, sin más, en medio de un acto simbólico, usó los papeles con la fórmula para limpiarse el culo. 

domingo, 21 de junio de 2015

Padre

Nunca me subiste a un columpio
Nunca me subiste a tus piernas
Nunca me diste un abrazo franco.
Sólo te cercioraste
vaya delicadeza
de dejar a mano los libros
para que yo pudiera alcanzarlos.

domingo, 14 de junio de 2015

Amigo paciente. Apuntes de un psiquiátrico


Llegué a un psiquiátrico por intento de suicidio. Tal como Jenny, la de Forrest, ahí estaba yo, colgando de la ventana del piso 13, de la ventana de mi departamento. Me interné por voluntad propia. Conozco ya un par de hospitales mentales: no son ni manicomios con locos atados (alguno hay, es cierto) ni los lugares de reflexión que uno esperaría. Un psiquiátrico funciona como un cuartel pero con sutilezas: despierta, hoy no es día de baño, baja, fuma tus cigarrillos (che, ¿me convidás un pucho? no me quedan más), desayuna, fuma más, almuerza, toma una siesta, baja, fuma, cena, ve a dormir a las 8 pm. Y en todos esos intervalos, toma la medicación. No engañes al enfermero. 

Eres una pieza más. Un soldadito que no encaja en la normalidad del mundo exterior. Obedece. No te salgas del esquema.

Leer o escribir era casi imposible. La mayoría hablaba tonterías, algunas minas bailaban reguetón en los tiempos muertos, otros pibes oían música villera en sus radios potátiles. ¿Vos también intentaste suicidarte? Ésta es mi tercera vez, mi segunda, la cuarta. Yo soy alcohólico, yo soy merquero. 

Un día sales. Entonces ya el psiquiátrico estaba enfermándote más que tu propio padecimiento mental. No hay conclusiones porque la salida apenas define un comienzo, no un final. Todo se va construyendo. En terapia, eso es: estás en terapia, así que no hay nada que concluir, apenas atisbos de algunas verdades. Descubrí, por ejemplo (o lo admití, o lo vi, yo qué sé) que sí, soy bastante jipi, de allí la referencia a Jenny. Y eso no tiene nada de malo, pero es jodido admitirlo. Una jipi productiva, eso sí. Y que no puedo sola.

Aún no sé bien por dónde empezar. Cuando pienso en la palabra 'paciente' (lo que fui hasta que me dieron el alta, lo que soy de mi psicóloga y mi psiquiatra) evoco la paciencia infinita que han de tener quienes lidian con una enfermedad que no está en un lugar que pueda ser operado, sino en la mente. Porque la sufrirán toda la vida. Amigo paciente: he aquí tu destino: ser lámpara encendida pese al viento.

viernes, 12 de junio de 2015

Expansión


Sí, la sacaste presuncioso y en público para que me asustara (era una fiesta para dos); pero no lo hice: me engolosiné. Era gigante, decirlo de otra manera sería disfrazar las cosas, amortiguarlas. Y ya entonces sabía que allí nada sería amortiguado, al contrario. Querías hacerlo en el lugar, en el malecón. El vestido cedió sin reticencias, la ropa íntima hizo lo suyo. Mira qué espesa la humedad del malecón, flaco. Yo no me oponía a la noche (como ese bello título), yo no me oponía al gesto violatorio de tu mano, yo no me oponía a nada; menos al vahído de aquel aire embebido de afán por la pija más grande que había visto. Blanca, rosa, gigante (¿debo repetirlo? Sí, debo) También el amor y el sexo tienen su burocracia, y yo la quería para mí íntegra, con tus afirmaciones de que todo estaba en orden, de que te habías hecho los exámenes de rigor. Te creí porque así son estas cosas, no necesito explicarlo. Igual el condón ni siquiera alcanzaba a cubrir un tercio, no había manera. La chupé, mi boca se abrió sin reparo y la tuve toda para mí, dentro. Y luego fue duro. Cálido, doloroso y rico. Rico. Me gusta que digas así. Gigante, otra vez. Aún me mareo al pensar en lo que tu tamaño hizo con mi cuerpo. Me mojaste todo el rostro. Yo no acabé. Subimos a la moto y me masturbaste mientras manejabas, con las piernas congeladas, con el clítoris pidiendo auxilio. Me gustó ser cueva. Ser expansión. A las horas no podía ni dar un paso, el útero me latía. Acaban de entregarme los resultados: di negativo.