sábado, 22 de junio de 2013

Títulos para cuentos. Volumen III

1. Le olía a pescao' chiquito.
2. Me regaló la morcilla.
3. ¿Tú has visto a un cochino con gripe?
4. Eso fue el sereno.
5. Mírame las tetas que te estoy hablando.
6. Aquí abundan las cuaimas.
7. El hijo le salió poeta.
8. Fumando como una puta presa.
9. Échale la culpa al turco.
10. Sancocho en plato del peltre.
11. Te dije que era parcha.
12. Me rasqué con su aliento.
13. Se le ve el bojote.
14. Leía sólo para presumir.
15. Retrógrado es creer en Mercurio
16. Cosquillas en el sobaco.
17. Ese ombligo no es de él.
18. La operaron y quedó peor.
19.Yo me visto en Trakki.
20. El nudista de Sabana Grande.
21. Conchas devaluadas.
22. Si no la das se te oxida.
23. La diarrea intergaláctica.
24. Ahí prohíben los teteros.
25. Estado civil: mamando.
26. A Mabel le encanta una guachafita.
27. La cayó mal la chicha.
28. Parrillada de lesbianas.
29. Se le quitó lo pendejo.
30. A mí que me den nalgadas.
31. Esperó tanto que le llegó la menopausia.
32. Patacones diabólicos.
33. Mother Flower.
34. La arrinconaron en un callejón.
35. A Juan le gustan bizcas.
36. Me masturbé pensando en el enano.
37. Tanto rogó que terminó dándoselo.
38. Música para planchar.
39. Vino puta de fábrica.
40. Se le espicharon los huevos.
41. El pezón peludo.
42. Cilia se maquilla con Valmy.
43. Chino con afro.
44. Hallaquitas para el amor.
45. Se drogó con Toddy.
46. Esas tetas arruinan cualquier paisaje.
47. Batola con medio fondo.
48. Fiesta de tukkis.
49. No es anoréxica, es argentina.
50. Culo tropical.
51. Pantaletas de vieja.
52. El güisqui me vino puyao'.
53. Hay que cuidarse de los moralistas.
54. A las divorciadas les encanta el New Age.
55. Un despecho no se le desea a nadie.
56. Me da cosita.
57. Harto de coger en misionero.
58. Las preñadas sí son ridículas.
59. Baño turco para locas.
60. Me bajé toda la bolsa.
61. El pánico del individuo ante el Guardia Nacional.
62. Peos ajenos.
63. Charla de ascensor.
64. Bautizó el libro con papelón con limón.
65. Pon cara de estúpida.
66. Las malandras comen chupetas.
67. El motorizado amable.
68. Cruzada contra el reggae.
69. Hay que saber mamar.
70. No hay vaina más ladilla que el Barroco.
71. ¿Tú has cogido en hamaca?
72. Peor que jugar amigo secreto.
73. La secretaria que no vendía Avon.
74. Foto carnet.
75. El ratón le duró una semana.
76. Salud es mandar a la gente al carajo.
77. Orgía de enanos.
78. Era negro pero lo tenía blanco.
79. Pepa de Zamuro.
80. Olía a Lavansán.
81. Yo no medito: bebo caña.
82. Muévelo que se empelota.
83. Sida ocular.
84. No más escritores solemnes.
85. Las gorditas lo hacen mejor.
86. Feministas con bigote.
87. No es mongólico: es progre.
88. Extraño votar.
89. Se nota que comió ajo.
90. Me enamoré de un travesti.
91. Esas tetas hablan solas.
92. Mario tapó la poceta.
93. La bondad de la cerveza.
94. El indigente poeta.
95. Se cogió a la cachifa.
96. Maritza ronca como un hombre.
97. Tiene nombre de peluquera.
98. La oscuridad las pone gozonas.
99. Lo mató porque le regaló un peluche.
100. Me pica una teta.

lunes, 17 de junio de 2013

Paz ficticia


Hacía meses que habían terminado pero, por fines prácticos, aún vivían juntos. No había dificultades en la convivencia: todavía eran capaces de dialogar y hasta de reírse por las mismas cosas. Esa noche, contrario a su costumbre habitual de irse a la cama y dejarla sola frente a la computadora, él tomó varios libros de la biblioteca y se sentó a su lado. Apenas abrió el primero ella sintió que la invadía una serenidad que ya había olvidado. El sonido de las páginas iba adormeciéndola. Fumó un cigarro, se hundió en Internet, le dio un trago a su cerveza. Él seguía impasible pero a su lado, hojeando aquellos libros. Las páginas pasaban como susurros. Entonces supo que el despecho era también no contar con esa presencia silente a su lado.  

jueves, 13 de junio de 2013

Prohibido


En esta casa está prohibido el optimismo,
las sonrisas fingidas,
la ausencia de cigarrillos,
la limpieza constante,
la solemnidad,
la música de Dream Theater,
los despechos sin boleros,
la bandera del país,
los afiches de Chávez,
la sobriedad,
los placeres culposos,
la deshonestidad,
los celos,
las películas para intensos,
el abstencionismo,
el fanatismo,
los libros de Isabel Allende,
el feminismo nazi,
la astrología,
los buenos días,
la mente en blanco,
las ganas de permanecer,
la hipocresía,
lo políticamente correcto,
vivir.

lunes, 10 de junio de 2013

Sexo virtual

Fotografía: René Maltête

Se conocieron por internet. Sara vivía en Montevideo y Leonardo en Amberes. Tras la primera conversación descubrieron que ninguno de los dos era entusiasta del famoso chip que permitía establecer contacto real a través de ciertas conexiones en el cerebro. Fue por eso que acordaron ser la excepción a la regla y mantenerse dentro de los límites del ya en desuso chat-room. Conversaban durante horas, casi siempre mientras en Montevideo era de noche y hasta llegar el amanecer. De a poco, Leonardo fue hablándole de sus gustos sexuales: describía estrategias, le proponía acciones lascivas y una que otra vez le envió algunos poemas de amor de un escritor noruego. Sara empezaba a entusiasmarse: Leonardo tenía algo que le atraía en exceso. Primero le envió fotos de sus tetas, una práctica ya caduca pero que a ella le permitía mantenerse dentro de ciertos límites; luego fue animándose y procedió a enviarle imágenes de su culo y su coño. Leonardo le correspondía con largos correos en los que elogiaba sin parar el cuerpo de ella y que a Sara le hacían recordar algo que ya había olvidado: cuando la gente no hablaba por cámara o través del chip sino por cartas electrónicas. Puede que ése haya sido el gancho; lo cierto es que se enamoró de él. Fue esa certeza la que le llevó a proponerle dar el siguiente paso: el coito virtual a través del chip, método que permitía tener sexo o charlar como si de verdad se estuviese con el otro en el mismo lugar. Al principio Leonardo dudó. Sara no entendía, después de todo, él se había dibujado como un tipo muy ducho sexualmente, y por eso insistió: ya no podía reprimir más las ganas de follar durante horas con él. Finalmente, un viernes Leonardo aceptó. Todo funcionó mal desde el primer beso. 

sábado, 8 de junio de 2013

Cuando se masturbaba


Cuando se masturbaba se tendía sobre la cama y se arropaba hasta la barbilla para sentir más calor e intimidad. Entonces llenaba de saliva su mano derecha y con ésta mojaba su coño aún oculto, expectante. Abría bien las piernas y cerraba los ojos para borrar toda la asquerosa realidad; ahí recurría a su fantasía favorita, la fantasía que hacía que Natalia agitase su dedo índice con furia: un padrastro sometiendo a una chica de trece años. No una violación, pero casi: una putica virgen, desvergonzada, deseosa de una pija grande y experimentada. Siempre recurría a la misma fantasía. Había leído que lo de ella era «fijación de método». No le importaba: imaginarse a aquel padrastro treintañero cogerse por el culo a una virgen de 13 años era lo único que la hacía acabar. Cambiaba el ritmo, sacudía de un manotazo los polvos reales que insistían en infiltrarse en su imaginación. Primero despacio, luego cada vez más rápido. Después introducía un dedo en su coño mientras el índice derecho proseguía en su faena. Cuando se sentía de ánimos, sumaba al dedo medio: el dedo medio introduciéndose en su culo. Entonces llegaban los espasmos. Y se quedaba quieta y con los ojos muy cerrados, pensando en la fragilidad de sus piernas y en el dolor de lo ficticio. 

Petes


Tenía una verga perfecta: ni flaca ni muy gorda; venosa, de color medio y bien formada. Todo en ella invitaba a arrodillarse para hacerle el mejor de los petes: uno con devoción, como quien se aferra a un vicio y cada tanto sonríe entre pausas, satisfecha. Me gustaba despertarlo así, tomándola entre mis manos y colocándola luego en mi boca mientras él seguía adormecido. Primero lamer la punta muy despacio y darle discretos besos a lo largo y ancho; luego rodearla con mis labios y empezar a lamer hasta llegar al fondo, hasta tenerla erguida por completo en mi boca. Con mi mano derecha sostenerle la base y hacer algunos movimientos que acompañasen el accionar de aquélla. Alzarme un poco, mostrarle mi rostro feliz por tan buen despertar y notar entonces sus ojos chinos con el sueño aún latente. Seguir chupando con esmero, alternando el ritmo y puesta en cuatro para dejarle ver también mi culo. Entonces me sujetaba la cabellera con fuerza, se asía a ella para revelarme que deseaba un accionar más rápido. Y yo lo complacía; o mejor dicho: me complacía tenerlo así, a punto, dominado por mi boca, la misma que minutos después tragaba toda su leche para después mostrarle la mayor de las sonrisas. Y me tendía a su lado para sentirlo aliviado, dichoso, y pensaba que nada era eterno y ahora lo sé: qué falta me hacen aquellos petes.  

viernes, 7 de junio de 2013

Títulos para cuentos. Volumen II


1. Todo se cura con ron.
2. El zombi que podía votar.
3. Las tetas mutantes.
4. A las monjas les encanta la guarapita.
5. Por culpa de unas caraotas piches.
6. Cerveza es salud.
7. Forro de urna.
8. Maricos en tangas.
9. El Tupperware endógeno.
10. El hijo le salió militar.
11. Los escritores intensos.
12. La maldición del cupcake.
13. Música para sacar la pija.
14. Otro beta.
15. El chino volador.
16. Me enamoré de un heladero haitiano.
17. La diarrea infinita.
18. Los poetas también salen del clóset.
19. Paisaje con uñas acrílicas.
20. Me pisé el chiquito.
21. Musculoca.
22. Drogándose con Baygón.
23. Pellízcame una nalga.
24. Los desempleados andan en cholas con medias.
25. Catadores de chicha.
26. Una hamaca es un trono.
27. A Elena le gustan blanditos.
28. Se fumó un porro con orégano.
29. Las chupi-chupi.
30. Más chavista serás tú.
31. ¿Tú has visto a un chino comiendo hallaca?
32. La abuela multiorgásmica.
33. Perdió la virginidad con un enano.
34. Los peos de Rosendo.
35. El policía que podía leer.
36. Milico en recital de poesía.
37. El sabañón de Adelita.
38. Se enamoró de Cabeza ‘e caja.
39. El conserje parcha.
40. A ese Guardia Nacional le encanta la escarcha dorada.
41. Se pudrieron esos plátanos.
42. En busca del Reduce Fat Fast.
43. Se ganó el Kino y se compró un container de papel tualé.
44. Los judíos ortodoxos usan champú anti frizz.
45. Novia de pueblo.
46. Ojalá le monten cachos.
47. Yo no voy a Ferias de Libros.
48. No me quieras: ponme en cuatro.
49. Barriga de militar.
50. Secretaria despechada.
51. El poder curativo de la pornografía.
52. El hombre que usaba sostén.
53. Ella llora cada vez que escucha a Maná.
54. Lexotanil para todos.
55. Nadie entendió nunca el culo de Susana.
56. Se rascó la visita.
57. Le echaron mal de ojo, mana.
58. Al mal tiempo, buena caña.
59. Perolito con dos bolitas.
60. La trova cubana me da diarrea.
61. Murió de diminutivos.
62. En esta casa no entran mongólicos.
63. Oda al Guaire.
64. Más pavoso que un peluche.
65. Sácale la piedra a Adriana.
66. Mi novio usa peluquín.
67. La venganza de las lesbianas arrechas.
68. Se mojó la abuela.
69. Los sueños húmedos del progre.
70. Le dedicaron un poema de Padrón.
71. Jodía más que un evangélico.
72. El tufo de don Giuseppe.
73. Cachito de mortadela.
74. La hallaca de diablitos.
75. Hace un mes que como sardinas.
76. No coge desde el Pacto de Punto Fijo.
77. Harem de gordas.
78. ¿Metrosexual se nace?
79. Tetas con pelos.
80. Los novios que se sacan espinillas.
81. Este güisqui está puyao.
82. Los poodles de Mario.
83. Las doñas del Cafetal.
84. Tenía razón Marta Colomina.
85. Es que él es adicto a las compotas.
86. ¡Ah, vaina!
87. Leyó un poema de Neruda y le dio Sida ocular.
88. Un venezolano vota más de lo que coge.
89. Prohibido tirarse peos.
90. Retrato de Hany Kauam sin lentes.
91. A esa música le ponen burundanga.
92. El pete es cultura.
93. Keeping up with The Morillos.
94. ¿Lo quieres con salchicha o sin salchicha?
95. Quiero ser una Chica del Can.
96. A las divorciadas les encanta un karaoke.
97. Maldita lisiada.
98. A mí que no me digan cuñis.
99. La patria se come con gasolina.
100. Es que vio mucho a Popy de chiquito. 

jueves, 6 de junio de 2013

La cofradía del perico


Lo primero que Patricia me dijo fue: «Ese local tiene una vaina rara. Uno entra y ya no puede salir. Yo creo que todo es culpa del santo que está en la puerta».

Yo no le creí, no me importa la santería. Sin embargo, a las pocas semanas y movida por la curiosidad, decidí visitarlo. Era un antro ubicado en una de las pequeñas calles que dan al bulevar de Sabana Grande y, en efecto, en la puerta había un santo lleno de collares. Adentro la música era ensordecedora y montones de travestis bailaban, se manoseaban e inhalaban perico. Pedí una cerveza que me sirvieron en un vaso plástico. Olía a cloro y a orina. Me aposté junto al DJ y vi que dos tipos con pinta de malandros me miraban desde un rincón. Caminé, me mezclé entre la gente. Al fondo hallé una puerta y opté por entrar a mi propio riesgo. Era una habitación minúscula y en penumbras. Personajes inverosímiles bebían y se metían pases; en un espacio de uno de los muebles me senté.

A los pocos minutos, de una cortina negra que no había notado emergió un gordo todo ataviado de negro. Los presentes se levantaron, algunos hicieron una reverencia y, acto seguido, procedieron a hacer fila frente a aquel extraño personaje. Yo permanecí sentada, mirando para no perder detalle. De un costado de su holgada camisa, similar a una sotana, sacó una bolsa y procedió a repartir pases cual sacerdote de la cocaína. Al terminar con el último de la fila volvió a sumergirse tras la cortina. Todos mandibuleaban a mi alrededor. Entonces pensé en Patricia: qué decorosa, echarle la culpa al santo. 

Cosas que pueden hacerse a los 31 años


  1. Comer sin culpa. Total: el cuerpo de los 18 es irrecuperable.
  2. Elegir no leer libros ni ver películas por obligación.
  3. Escuchar sólo la música que te gusta sin que te importe si está de moda o no.
  4. Entender que el sexo de una noche puede llegar a ser nefasto.
  5. Obviar lo anterior y aún así intentarlo.
  6. No fingir orgasmos. Qué pereza.
  7. Callar más.
  8. Asimilar que no eres perfecta y dejar de juzgarte tan duramente por ello.
  9. Coger con alguien cuya edad supera los 45 años. Quién lo diría.
  10. Deprimirse por todo lo no hecho hasta ahora.
  11. Aprender a decir «no».
  12. Seguir siendo irresponsable.
  13. Tener paciencia con la soledad.
  14. Dejar de ser celoso y posesivo.
  15. Mandar a la gente al carajo.
  16. No disculparse por beber, decir groserías ni ser inteligente.
  17. Permitirse hacer el ridículo. No tomarse tan en serio.
  18. Empezar de cero.

lunes, 3 de junio de 2013

Algunas verdades sobre la depresión


Alguna vez alguien me preguntó si no me daba vergüenza hablar públicamente de mi depresión, a lo que contesté que, en todo caso, me avergonzaría perpetuar el silencio que se ciñe sobre el tema. Soy una persona depresiva y con tendencia a la adicción; es hereditario, supongo. Durante todos estos meses en que mi estado se agravó he convivido con episodios dolorosos de soledad y desamparo. Nadie me dijo nunca qué sucedería cuando la depresión por fin estallase de manera crónica. Tal vez la depresión no exista en las fantasías pueriles de Disney sobre la cual algunos cimientan su realidad, pero en el mundo real la gente sí se deprime y en porcentajes abrumadores. Esto es lo que yo sé, desde mi pequeña parcela y, por tanto, lo que puedo decir con certeza al respecto.

— Todo es cuesta arriba: desde pararse de la cama hasta tomar un vaso de agua. Y es así porque no existe ningún interés, ninguna motivación para llevar a cabo las tareas más simples; no digamos ya faenas de mayor envergadura.

— Por la misma razón anterior, convivir con una persona depresiva puede llegar a ser molesto: fregar platos, limpiar, ordenar: son todas cosas que no interesan porque uno se va dejando estar. Que el apartamento parezca salido de un escenario de guerra es indiferente cuando dentro de uno mismo se siente el desmoronamiento de todo.

— Las frases de autoayuda no ayudan. Uno está deprimido, no es retrasado mental.

— Beber está contraindicado si tomas antidepresivos y ansiolíticos y, francamente, no me importa. El psiquiatra puede hablar lo que guste; no puedo dejar de beber por una simple razón: cuando lo hago, aflora mi sentido del humor y eso, dentro de una depresión, es invaluable.

 — Hay momentos y hay momentos. Estar deprimido no es sinónimo de puro llanto y amargura (aunque algunos días indiquen lo contrario) El humor negro ayuda y agradezco tener un poco de él hasta para burlarme de mí misma.

— En este mundo de «sé feliz a toda prueba, trota, haz yoga, sé gentil y vive una vida alegre y sana», estar deprimido es casi una discapacidad. Pues se pueden ir todos a la puta que los parió.

— También existirán personas que le dirán que usted no está deprimido, lo que pasa es que a usted le gusta regodearse en la tristeza para hacerse la víctima y dar lástima. La ignorancia que segrega ese comentario es idéntica a la del sujeto que, por creer en santería y otras yerbas, piensa que una enfermedad es producto del mal de ojo.

— Vivimos en una época en la que ser un ser optimista y lleno de luz es la única manera posible de estar vivo. ¿Estás deprimido? Tú lo que eres es sendo emo. Y así. Como para patearles el culo.

— Leer es difícil. Ver una película también. No hay concentración.

—Una de mis preocupaciones, siendo una persona pesimista por naturaleza, es que la terapia termine por convertirme en una de esas mujeres idiotizadas por la nueva era y el «conócete a ti mismo y sueña en grande».

— La medicación ayuda y mucho, pero por otra parte, causa acné. Acné a los 31 años, como si ya no estuviese hundida.

— Estar deprimido en un país extraño, sin amigos y sin trabajo requiere el triple de esfuerzo para no ceder a tentaciones peores que el alcohol, digamos. Yo he aprendido a reconstruirme desde la quietud y la soledad más absoluta. Puedo quedarme sentada por horas, inmóvil, sólo pensando.

— Pensar. Y pensar y pensar y pensar. Pensarlo todo una y otra vez. Una manera sencilla de morirse y de perder la cordura.


— Por último, pero no menos importante: la medicación dificulta la posibilidad de alcanzar un orgasmo. ¿Y después quieren que uno no beba? 

domingo, 2 de junio de 2013

La Giovanni


El comisario Pernía miraba largamente su vaso de whisky y hablaba despacio. La cosa fue así: conoció a La Giovanni en el antro en el que éste trabajaba imitando a Sandro y a La Lupe, entre otros. Apenas lo vio, me confesó, quedó impactado por la voz y la sensibilidad de aquel enano lleno de abalorios. Dijo Pernía que lo que más llamó su atención fue que un cuerpo tan diminuto pudiese contener semejante derroche de dominio escénico, aplomo y, a la vez, gracia. Desde aquella noche volvió al bar cada martes y jueves para ser testigo de las piruetas que La Giovanni robaba a artistas famosos y ya olvidados por muchos. Una de esas noches, cuenta Pernía, decidió por fin esperarlo a la salida para comentarle su admiración. La Giovanni salió convertida en el enano Manuel y recibió los halagos casi con indiferencia. Pero Pernía insistió. Ya a esas alturas poco le importaba estar enamorado de un enano travesti, me dijo, no sin tristeza. Un jueves de agosto Pernía llegó mucho antes de que empezase el show y halló a La Giovanni —o quizá mejor debería decir que halló al enano Manuel— muy acaramelado con un tipo robusto y de buen parecer. Pernía estuvo a punto de sacar su arma reglamentaria y abalanzarse sobre la singular pareja, pero al final, reuniendo todas las fuerzas que pudo, entró al local y pidió tres whiskeys que bebió de un sopetón. La Giovanni estuvo fabulosa, me cuenta Pernía. Esa noche interpretó a Toña La Negra con el éxito de Agustín Lara, Lágrimas de sangre. Pernía bebió sin cesar pero en ningún momento se sumó a los aplausos del público. Aquella noche, la última en que vio a La Giovanni, Pernía terminó en el baño del bar vomitando una terrible borrachera.