A ver si mides las arrecheras.
Mídelas, porque las mujeres así se quedan solas. Ese asunto está muy bien en un
hombre. A ellos todo les sienta de maravillas, claro está: se llevan la parte
divertida. Tú no, tú frágil. La fragilidad femenina vende, es encantadora. Y
nadie cree que una mujer que maldice y bebe y fornica y lanza pedradas y va por
ahí con la boquita y el alma rebosantes de pesimismo pueda ser frágil. Tú
tienes cojones, dicen. Es así, a falta de filtro (qué cosa pesada de cargar,
por dios) van y asumen que te las sabes todas y no necesitas a nadie y jamás te
quiebras. Mídete. Censúrate. Modérate. Compórtate. ¿Cuál odio? Histérica nunca,
eso es pecado capital. Tienes que elegir: o vas por la vida soltándolo todo o
eres la angelical que requiere mimos a cualquier hora; pero las dos cosas
juntas ya es mucho. Derechita. Bien portada, escribiendo cosas lindas llenas de
amor y sentimentalismo y deseos de ser feliz. A esas les paran bolas. Tienen un
problema y ¡zas!, les salta ayuda por doquier. Tú te calas la infelicidad y la
angustia con esos cojones que se supone que tienes, aunque no te los ves por
ninguna parte y la noche se te hace larguísima y ya ni leer te provoca y los
cigarros ni los cuentas y a nadie le comentas nada porque a ver, ¿a quién? No,
tú te bastas. Sola. Tú y tus arrecheritas de carajita que no entiende, que
apenas puede porque no es ni las más bonita ni la más avezada ni la más dulce
ni la más leída ni la más un coño. Y todo así. Elige, querida.
Me voy de aquí fascinada, siento que me encontré con un espejo.
ResponderEliminarMe alegra que alguien más se viese reflejada allí.
ResponderEliminarGracias por leer y comentar, Susan.