Eran todos miembros de una honorable legión de espíritus apátridas.
Extendíase su presencia a distintos continentes, conjugando en secreto la cosmogonía del desterrado involuntario.
La nostalgia era una idea imposible y tormentosa, extraviada en un laberinto de inacabables peregrinaciones.
Suplicante y solemne regresaba siempre el mar: monstruoso enlace entre todas las vidas. Mas la tierra sin tierra y sin nombre no era única; era la suma de imágenes desdibujadas y recreadas por dos fuerzas: mente y tiempo.
Jamás conocí tan irremediables soledades.
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