“Hermosa” es un extraño adjetivo para una cinta de terror. O de zombis. O de hombres-ratas. Más extraño aún si consideramos que su telón de fondo es Nueva York; pero no la ciudad vibrante, de finanzas y lujo, sino un reducto de inmigrantes, marginados, fracasados y ancianos solitarios que habitan un viejo inmueble en precarias condiciones, próximo a ser demolido.
Sin embargo, con esos personajes construye el autor del filme una de las más bellas secuencias del género: cuando el desastre es inminente debido a la expansión del virus, damos una ojeada a la magnífica ciudad nocturna para pasar a la miseria personal de esa comunidad en vías a la destrucción (la urbe que se traga a sí misma y a todos, que no da pie a las necesidades de unos seres que serán desalojados en beneficio de una nueva y moderna construcción, pero, mientras tanto, siguen a merced de cañerías destrozadas, de paredes mohosas, de cimientos endebles)
Es así como de la mano de Arthur Lee y la agrupación Love con “Dream” somos testigos del drama de estos personajes pequeños, insignificantes ante la tragedia: el hombre que ansioso fuma un cigarrillo sin quitar la mirada del monstruo que acecha desde la prisión improvisada; los dos ancianos que se saben sobrevivientes indefensos, mientras el narrador de noticias pide elevar una oración por ellos, por todos los atrapados en la isla de Manhattan; el contacto por fin, entre el exboxeador viudo y la camarera (ya no tan joven, ya no tan bella); la veterana de Iraq que huye por esas calles donde otros ya no pueden resistirse a devorar a sus (hasta hace poco) similares.
No es gratuita la música de Love, porque Mulberry Street rinde tributo desde su modestia (y bien) a viejas cintas del género. Desde el arranque se muestra sobria y aún después, no hace alarde de un terror fácil. Es, como muchas de aquellas películas, parca, contenida hasta que ya nadie puede acallar la furia.
El miedo se vuelve palpable en la orfandad de los personajes y sobre esta idea vuelve una y otra vez el autor: indefensión ante la fragilidad, bien por el deplorable estado del edificio o bien, como metáfora, a través de la bomba de oxígeno del anciano (¿quién puede defenderse si las paredes se vienen abajo? ¿Si no se puede respirar sino con ayuda mecánica? Obviamente, lo intentan, y este personaje convierte su carencia en arma)
La denuncia explícita ante ese estado de las cosas es la valla publicitaria del próximo inmueble a erigirse en detrimento de éste y sus habitantes. El terror es lo cotidiano en la urbe; es su deshumanización a pasos agigantados. Terror es vivir en la incertidumbre de un presente ya enfermo, incluso antes de convertirnos en seres-ratas.
Desde luego, la crítica social es parte de la escuela de George Romero. No se trata sólo de unos acordes musicales de décadas pasadas.
Ya hacia el final llegamos al segundo momento de suspensión: el alba. La ciudad, los sobrevivientes, el silencio, los pasos del monstruo. La espera. ¿Qué hay después de esa espera, detrás de los sonidos espeluznantes in crescendo? Al parecer, no hay nada: hay más muerte y tragedia. Al final de Mulberry Street sólo reside la desesperanza.
Ficha técnica
Director: Jim Mickle; Guión: Nick Damici / Jim Mickle; Fotografía: Ryan Samul; Música: Andreas Kapsalis; Montaje: Jim Mickle; Dirección artística: Danny Perez; Vestuario: Vonia Arslanian; Maquillajes especiales: Lisa Garr; Efectos especiales: Adam Morrow; Efectos visuales: Jim Mickle.
¿Ves que sí pudiste?
ResponderEliminarPor partes. Obviamente, no he visto la película, así que no puedo opinar sobre ella. Pero, me encantó la descripción sobre Nueva York, o mejor dicho, sobre la cara oculta de Nueva York.
"damos una ojeada a la magnífica ciudad nocturna para pasar a la miseria personal de esa comunidad en vías a la destrucción (la urbe que se traga a sí misma y a todos, que no da pie a las necesidades de unos seres que serán desalojados en beneficio de una nueva y moderna construcción, pero, mientras tanto, siguen a merced de cañerías destrozadas, de paredes mohosas, de cimientos endebles)"