Las personas hoy en día pueden decir lo que piensan y crear corrientes de opinión, tener seguidores.
Así se crean los dictadores, los movimientos políticos, las tribus.
George A Romero
George Romero revolucionó el cine de terror a partir de su arquetipo del zombi. Ese subgénero le permitió siempre construir un discurso en el que resaltaba el pesimismo ante la condición humana, la denuncia política, social, qué duda cabe. Sin embargo, en el Diario de los muertos (2007), Romero dice poco o, afrontémoslo: dice tanto que cae en una repetición vana de sí mismo hasta quedar reducido a simple evangelizador.
Décadas después de “la película del centro comercial” (Dawn of the dead, 1978), imagen del consumismo y la degradación o “la película de la casa” (Night of the living dead, 1968), metáfora del encierro, el desconocimiento y los prejuicios, Romero aparece con “la película de Youtube e Internet” (Diary of the dead, 2007).
Veamos el punto de partida:
Un equipo reporteril capta el inicio de lo que será un ataque de muertos vivientes mientras, en el bosque, un estudiante de cine filma una película de terror junto a un profesor y a otros compañeros.
La cámara en mano, el cine dentro del cine: hasta ahí marchamos sin novedad. Pero el giro trágico llega pronto en detrimento de la obra de Romero: La voz en off del principal personaje femenino narra los acontecimientos; ella cuenta cómo la tozudez de su novio le permitió grabar el desastre sin pausas pues consideraba necesario mostrar al mundo la verdad sobre el ataque de los zombis, vía youtube y en tiempo real. Entendemos que ella le sobrevive y en honor al profundo espíritu de documentalista del chico -que antes no comprendió-, decide editar el metraje y dejarlo como documento incuestionable ante la humanidad, porque es bien sabido que los medios de comunicación manipulan según oscuros intereses.
Ah, caramba…
Y a partir de aquí todo en ti fue barranco, Romero, porque lo que parecía por segundos buena intención, confrontación con el mundo actual, afán por no ser considerado muerto y enterrado, culmina en panfleto y monólogo desaguisado, reiterativo. Mucho telling, poco showing.
En el momento de plantear los rudimentos de un análisis de la narrativa audiovisual, conviene acudir a las formas de representación definidas por Percy Lubbock como telling y showing, formas que se distinguen, en principio, por el grado de implicación o presencia del narrador. El showing –que podríamos traducir como mostración- es la pura representación dramática que comporta una presencia muy limitada, mientras que el telling –que habría que traducir por narración- implica una presencia activa del narrador, que se muestra capaz de manipular la historia mediante los distintos procesos estudiados en las líneas dedicadas a la narración en general.[1]
El autor hace una declaración de principios: gracias a Internet y youtube ya no basta con atenerse a la versión oficial de los hechos, suministrada por el gobierno y los medios de comunicación. En consecuencia, todo pasa por la pantalla: grabarnos para demostrar que estamos (¿somos?) Estar, pues, sujetos a la imagen incesante e interconectada (con sus consecuencias indeseables). Ser en la democratización del hecho comunicacional. El problema es que a fuerza de la mencionada “presencia activa del narrador”, todo el argumento se viene a pique. ¿Lucha contra la dictadura de los medios desde la dictadura de una voz en off que no deja espacio para la imaginación, para la construcción de significantes, para lo no dicho? De esta forma el autor gana peso en tanto presencia incómoda y pierde en cuanto a credibilidad.
El final de Night of the living dead es contundente porque habla sin necesidad de corolarios. En cambio, en Diary of the dead a Romero no le basta con dar vueltas sobre sí mismo sino que, además, nos asume espectadores incompetentes y nos premia con un epílogo de padre y señor nuestro:
¿De verdad merece la pena que nos salven?
En una crítica a la cinta leída en Internet refieren que: “El realizador continúa contra su lapidaria crítica hacia el gobierno, el ejército y la sociedad, demostrando, además la buena juventud de la que goza este ya sexagenario autor"[2]
Ciertamente, Diary of the dead tiene buenas dosis de sangre y gore, pero no es menos contradictorio hablar de mocedad en un director que ha declarado que no piensa que sus películas sean más puras que las de otros y, en contraposición, no pierde oportunidad para expresar (en la diégesis y en la realidad):
“Los zombies no pueden correr. Los tobillos se les romperían. ¿Cómo pueden levantarse de entre los muertos e inmediatamente inscribirse en un gimnasio? No lo entiendo”.
¿Autarquía de los medios o la tiranía que se ejerce a propósito del título de "maestro del subgénero"?
[1] Sánchez Navarro, Jordi. Narrativa audiovisual: 2006, p 78.
[2]http://www.kane3.es/dvd/el-diario-de-los-muertos-de-george-a-romero.php
Ficha técnica:
Director: George A Romero; Guión: George A Romero.
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