sábado, 13 de julio de 2013

Esta tarde


Esta tarde le dije a mi perro: no me suicido por ti; si yo me muriese, nadie te serviría la comida como yo lo hago. Entonces lo acaricié y lo llené de besos. Antes le había esmechado el pollo y le había servido arroz, ración que él comió gustoso, porque no le gusta la comida que compré para ellos (tengo dos perros). Lo acurruqué, lo mecí: las lágrimas por fin resbalaron. Tomar antidepresivos es igual a consumir cocaína: no te permiten llorar. Pero ahí, abrazada a mi perro, lloré. Él se fue. No hay manera de devolverlo a mi vida. A mí sólo me quedan las madrugadas solitarias. Esta mañana desayuné vino. Me supo bien. Luego, aún tambaleante, me acerqué al balcón. Subí el peldaño, calculé la caída. Hoy no es el día, me dije. Cobarde, siempre cobarde. La caída me espera, eso ya lo sé. Mientras tanto, abrazo a mi perro. Sólo a él le he contado mis desdichas. 

1 comentario:

  1. Ay Cristina como me gustaría tomar algo de vino contigo, no soy tan valiente como para saltar (vivo en un piso 16 y no quiero terminar como un mierdero en el piso) pero el veneno me espera, esta frente a mi, al lado de un San Nicolás que la apatía no me ha dejado guardar y bajo una velita que reposa sobre el frasco. En ocasiones estiro la mano pero la retiro cuando recuerdo que las cartas aun son escuetas e infantiles, he de trabajar en ellas para poder irme.

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