viernes, 20 de julio de 2012

Breve relato patriota con boina roja y lima de uñas



En el año X la presidencia decretó que todo venezolano debía añadir ‘bolivariano’ y ‘bolivariana’ a su nombre. En el registro civil del Municipio Mariño del Estado Nueva Esparta, Maritza Bolivariana Gómez y Junior José Bolivariano Andrade presentaron a su pequeña hija, Yulitza Bolivariana Andrade Gómez.

Yulitza Bolivariana, al igual que todos los niños del reino petrolero bolivariano, recibiría en navidad los regalos traídos desde tierras muy lejanas por Simoncito. Atrás había quedado el perverso niño Jesús. Ahora Simoncito recorría las calles y trochas a caballo, siempre acompañado por su fiel amigo y maestro: el teniente coronel.

  ¡Qué barriga bonachona tiene! —exclamaban los niños al ver la estampa del rey noble.

 ¡Qué ilustre la papada de nuestro excelso teniente coronel! ¡Oh, gran verbo! ¡Oh, todo bondad y sabiduría! —decían los mayores.

Y los niños abrían gustosos los regalos: alpargatas rojas, regios bustos del bienhechor, engrapadoras, limas de uñas para las coquetas niñas.

Y en el reino del detrito todos hablaban del Señor que les había traído tantas dichas. Y como aquél poco se daba a ver, puesto que sólo salía si Mercurio estaba retrógrado, siempre a bordo de su gigante nave escoltada, un hombre escribió un hermoso relato titulado “A través del vidrio del carro blindado y lo que el excelso encontró ahí”. Pero no faltó quien pensase que aquel relato se burlaba de Su Eminencia:

 ¿Qué puede haber en el vidrio, sino cagarruta de pájaro?”, mencionó alguno.

  Está claro que no es más que una artimaña con fines deshonrosos —dijo otro.

  ¡Es un infiltrado! ¡Estamos ante pornografía pura! —clamó un tercero.

Entonces el autor fue expulsado a los límites de la ciudad capital y, a fin de que nunca más profanase el devenir de los pueblos soberanos, condenado a releer la historia patria desde sus inicios, que, como es bien sabido, se remontan a un modesto pesebre barinés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario