A Mariana
Las oficinas son el infierno en la tierra; algo así como la eterna espera de una hora justa para llamar al dealer cuando se ha acabado la última bolsa.
En Caracas o en Buenos Aires, estos reductos del mal y el sinsentido exponen ante nosotros con crueldad la bajeza humana, la estupidez, el mal gusto y la indecencia.
Años atrás conocimos a Niurka, una secretaria de administración de un ente público venezolano que lavaba sus pies inmundos por el asfalto caraqueño en el lavamanos del baño de damas. Niurka se quitaba las sandalias de tacón y, mientras con una mano se apoyaba en la pared, con la otra procedía al lavamiento, que de piadoso, no tenía nada.
Ninoska –hermana de Niurka- era famosa por su afán de imitar a Olga Tañón en las fiestas de la oficina. Día de la madre, día del padre, los cumpleaños del mes: en todos estos saraos de frescolita, torta y pastas secas, Niurka se apoderaba del micrófono para cumplir su sueño de oropel.
Lubezka era otro elemento particular: para ella Carlos era Carlitos, José era Joseíto, Rafael era Rafaelito, Juana era Juanita, Blanca era Blanquita y Chávez era simplemente “El Presi”. Y así: camarita, planito, comidita, pautica, marchita, vasito y pare Ud. de contar. Nuestra pequeña princesa rusa sufría de diminutivitis, un mal contemporáneo bastante expandido entre las féminas que va reduciéndoles el cerebro y el espacio que ocupan en el mundo.
Claro que toda calamidad anterior parece poco ante Xoana, una muchacha del cono urbano bonaerense que se corta las uñas de los pies sobre otra silla en pleno horario laboral. Este abyecto personaje obliga a quien se siente a su lado a hacerle manicure o pedicure. Cuando Xoana saca el cortaúñas entendemos que el mal está ganando la batalla.
Es difícil mantener la calma. Las oficinas moldean el temple y nos hacen aspirar a un estado superior de gracia y ecuanimidad. Díganmelo a mí, que debo soportar a una compañera chillona que no pierde oportunidad de llamarme vieja porque tengo 29 y ella, 22.
Protégenos, Wilde.
Brillante. I feel your pain, en serio.
ResponderEliminarLo que no sientes es el crepitar de las uñitas cayendo al piso detrás de mí.
ResponderEliminarExcelente
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