jueves, 14 de octubre de 2010

Conjuro


No puedo escribir. En un archivo de Word acumulo fragmentos inconexos. Me siento inútil. Odio pensar en un tiempo que fluye sin sopresas: con una rutina que no da tregua, en medio de un trabajo asfixiante que, sin embargo, paga. Ya sabemos, hay una cuota por cumplir. Odio sentarme a esperar, exigirme paciencia, ver aparecer lunares nuevos; notar la sutil caída de los senos. Yo no quiero una boda, una cerca. Quiero, eso sí, construir con mis manos. Tener voz y voto. No sobrellevar la agonía sobre un cuerpo rendido ante la aceptación. 

Necesito hallar refugio para tanto tiempo muerto.

Hoy en el receso del trabajo entré, como tantas otras veces, a una librería. Las librerías me sobrecogen: miles de pequeñas puertas por abrir. Tomé “Ojos de perro azul”. Lo leí hace mucho tiempo, tanto que ya no recordaba el cuento que da nombre al libro. 

“Temo que alguien sueñe con esta habitación y me revuelva mis cosas”.

¿Cómo pude olvidarlo? 

Fue un instante de modesta y secreta alegría. 

Tengo muchos miedos. Despertar y ver que ya no hay tiempo para nada. Asentir con resignación ante una vida que se diluyó en promesas. No comprender adónde fui a parar y por qué.

Pero hoy jueves una frase sirvió de disparador –de la memoria, de las palabras-.

2 comentarios:

  1. Ahora soy yo la que "regresa conmovida": a otros meses, en otros países, con los mismos dolores y las mismas pesadillas. El tiempo muerto es más peligroso que Cilia Flores en la Asamblea Nacional (¿Será igual de peligrosa en su casa? ¿En el metro?). Un abrazo gordo, de tiempo palpitante, sobrecargado: barroco, con volutas y enredaderas.

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  2. Claro que es peligrosa: imagínatela gritando con esa voz chillona. Da igual dónde se encuentre, esa vaina no la aguanta nadie.
    Recibo el abrazo y te reenvío uno igualitico.

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