sábado, 26 de marzo de 2016

La importancia de la chola


Cuando comienza el otoño miro a mis cholas y ellas y yo sabemos lo que nos espera: una separación. Que sí, que habrá tiempo para la clásica chola con media de estar en casa (y si hemos perdido el pudor, para ir al chino). Pero no es lo mismo. Claro que no.

La relación profunda del hombre y su chola nace de la inmediatez: te levantas, te calzas tus cholas y sales de lo más raudo y sencillo por la vida. La chola está ahí cuando debes correr al kiosco por cigarrillos. Pero aun más: la chola te recibe con toda su generosidad de calzado anatómico y relajante cuando llegas del trabajo. 

Luego de un día duro, ahí están tus cholas.

Pero he aquí que también la chola hace al hombre. No conviene bajo ningún aspecto, amigos, que la chola sea intervenida más allá de sus naturales líneas simples. ¿Pero dónde hallar el límite entre lo permitido y lo escandaloso y ruin?

Una chola auténtica, diáfana, está despojada de adornos. Tal vez usted tenga varios pares de colores distintos y eso está bien. Usted es una persona sensata, confiable. Quizás es del tipo de chola con mensaje (amo Margarita), en cuyo caso sólo recomendaría reflexionar sobre qué espera de la chola en su vida.

Lo verdaderamente abominable es sumarle una plataforma a la chola, y propongo prohibición absoluta a este hecho que viola los derechos humanos en términos de estética. La chola, queridos lectores, es perfecta en su casi breve contacto con el piso. Alterar el orden de las cosas en tal sentido no sólo es vil, sino intolerable.

Y antes de decir lo más importante, os regalo un ejercicio de relajación: visualiza una chola. Siente su sereno contacto con tu pie agradecido.

Finalmente, lo fundamental: cholear es humano.


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