La videollamada de Skype estaba planeada para las 17 (hora argentina), así que me duché con una hora de anticipación para estar medianamente arreglada después de tanto tiempo. Me conecté cinco minutos antes, atenta siempre a la puntualidad alemana. Encendí un pucho. Noté que me temblaban las manos y opté por ingerir medio Clonazepam (1 miligramo, apenas si me hace cosquillas). Cuando apareció en pantalla tenía más canas de las que recordaba y estaba sonriente. Saludó con su acento margariteño de toda la vida, el que usa para ser el alma de la fiesta: extrovertida, feliz, altiva. Yo también cumplí mi papel y respondí alegre. Todo bárbaro, estoy por salir a casa de unos amigos. Nosotros cenaremos pato a la naranja. Wolf lo prepara que te mueres. ¡Qué rico! ¿Ya hablaste con mamá? ¿Y tú cómo estás? ¡Cansadísima! Pero Wolf me esperaba con una sorpresa: ¡Un vale para un spa! ¡Muérete que chao! ¡¿No?! ¡Sí! Me lo dijo antes porque no es un regalo de Navidad, sino como te dije: una sorpresa. ¡Pero cuéntame, Nita! ¿Cómo te has sentido? ¿Qué tal la oficina? Wolf me dijo que me enviaste un WhatsApp la semana pasada. Ah, sí, todo normal, bien, ya sabes, lo de siempre. Pero cuéntame: ¿verán a Elke? ¡Sí! ¡Viene desde Düsseldorf! Wolf le preparó la habitación y le compró un ramo de tulipanes; ¿recuerdas cuánto le gustan a Elke los tulipanes? Imagínate que Wolf se acordó. Sí, ya sé; también le gustan los mangos venezolanos. Qué lindo detalle de Wolf, dale mis saludos. ¡Claro, Nita! Mira, dice Wolf que te cuente del viaje a Tailandia. Hey, ¿vos me oyes bien? Te oigo perfecto, ¿tú no? ¿Me oís? ¿Me oís? Me parece que no me oyes. Cerré la laptop y me tomé la otra mitad del Clonazepam.
quien coño es Wolf? *se duerme*
ResponderEliminarDesgarrador
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