Luego de un receso con este asunto del blog, volvemos con ganas de hacer un poco de labor social por todos los compatriotas. En Buenos Aires ya empieza a sentirse la cercanía del verano pero, en mi país, ya el Presidente decretó el inicio de la época decembrina. ¡Alegría! Mientras tanto, el dólar amanece casi a sesenta bolívares y los venezolanos intentan convertir en disciplina olímpica el acto de hacer colas (aunque, hay que reconocerlo, bastante ahínco ponen también en llevar a la misma categoría las golpizas por un pollo congelado o los encontronazos por saquear una gandola con comida) En fin: la paz y la dicha propias de estas fechas se sienten en el aire de la nación caribeña, por eso, desde la distancia, quiero llevar un mensaje de amor y tranquilidad para todos aquellos pesimistas incapaces de ver cuántas oportunidades anidan en un presente que ven más que sombrío. Y es que, queridos compatriotas: no hay que dejar que la escasez, la inseguridad y la inflación nos desanimen. No, señor. Sobre todo porque, como ya se nos ha dicho, todo estará en orden y en perfecta armonía dentro de cincuenta años. Así se nos informó y eso hay que celebrarlo. Mientras tanto, aquí van mis modestos consejos y predicciones (por qué no, quién es Adriana Azzi para acaparar ese mercado, ¿ah?) para estas chaborras navidades.
*Querida ama de casa: usted sabe que la masa no está pa' bollo. Pero usted no puede evitar contener las lágrimas cuando piensa que no podrá meterse sus acostumbradas peas de menopáusica sin el sabroso Ponche Crema; porque vamos, como todo, este brebaje está carísimo. Despreocúpese, que aquí le traemos la solución: mezcle un litro de querosén con un chorrito de esencia de vainilla. Agite. Deje reposar un par de horas y listo. Ahora podrá brindar con sus compañeras de bailoterapia.
*Digamos que ya ustedes en casa gastaron ochenta sueldos mínimos en un pino canadiense o chino. Pero no da colocar el dichoso árbol en medio de la sala así, sin una mariquerita, un adornito, una vainita. Un árbol de navidad pelao' es más feo que una mujer sin teñirse las canas. Pues bien: como ya se quedaron sin plata para las bolas y las guirnaldas, le aconsejamos que busquen una bolsa de mangos y decoren con ellos su pino. ¿Qué más quieren? Se trata, camaradas, de hacer de la Navidad una fiesta autóctona y folclórica, tal y como le habría gustado a nuestro Comandante Galáctico.
*Los venezolanos tienen la extraña costumbre de gastarse un realero en lo que denominan «la pinta del 24 y del 31». En fin, quien escribe no se considera autoridad moral para criticar tamaña frivolidad. El asunto es que con semejante economía en quiebra, comprar ropa para estrenar en diciembre parece una empresa imposible. Bien, eso cree usted, no yo. ¿Sabe por qué? Porque resulta que yo he visto a los emprendedores muchachos de Project Runway fabricar vestidos con materiales de desecho. ¿Se imagina qué bello quedaría un traje hecho totalmente con hojas de plátano? De muerte lenta, amiga. ¿Y otro confeccionado con un saco de harina de trigo? A Michael Kors se le caería la baba. Así que anímese: sea creativa. Y después no diga que la televisión no enseña nada.
*La hallaca (una suerte de tamal relleno de carne de res, cerdo y gallina) es el condumio navideño venezolano por excelencia. Pero este año la querida hallaca debe ponerse a tono con las exigencias de la gastronomía mundial; es por ello que todo cocinero que se precie tendrá que adaptarse y sorprender a sus invitados y parientes con lo más in: la hallaca deconstruida. ¿Que cómo es eso? Fácil: busque un plato, agréguele una (1) aceituna, una (1) pasa y termine adornando ese manjar con un pedazo de pabilo. Le aseguramos que Ferran Adrià sentirá envidia.
*¿Pan de jamón, me pregunta usted? Déjese de eso, que hace pocos días leí a cuánto estará el fulano y casi me da un ACV. Busque casabe y úntelo con jamón endiablado. ¡Una exquisitez digna del paladar más elevado!
*Usted juega al Amigo Secreto. Mi conclusión es que usted no se quiere y le gusta torturarse pisándose una bola o una teta con una puerta. Pero bueno, esas son vainas mías. A usted le gusta esa mariquera y así son las cosas. Entonces, ¿qué regalarle a esa secretaria amante de Arjona que le tocó en el juego? No se angustie, no tendrá que donar un riñón para poder comprar el obsequio. Haga un poco de memoria: ¿recuerda esas manualidades que hacía en el colegio para el día de la madre? Sólo necesita unas paletas de helado y pega Elefante. Seguro a ella le encantará tener en su escritorio ese detalle tan original y hecho a mano que, además, hará juego con las fotos de sus nueve muchachos.
*En cuanto a las predicciones, todo me lleva a asegurar que en la nación del güisqui no dejarán de celebrarse las acostumbradas cenas de los grandes hoteles. Eso sí: el menú, en estos casos, sufrirá unas pertinentes variaciones. Por Bs. 600.000 (por persona) se podrá beber una copa de Cocuy y cenar sardinas con pan canilla. Claro: ¡siempre con la música de la Billo's de fondo! No bailar con la Billo's en diciembre es más feo que pegarle a un ser querido con una chancleta.
*Algunos malintencionados piensan que el pueblo está arrecho. Como aquí ya estamos curados de esos males y vemos claramente al chavismo gobernando hasta que regresen los dinosaurios, dudamos mucho que surjan gaitas de protesta. Lo que sí se pondrá de moda será la gaita de «La Suprema Felicidad». Es innegable que un gran dolor nos embarga, empero: ojalá las gaitas se hubiesen muerto con el Comandante.
*Es obvio que muchos adoran viajar en diciembre, pero entre el precio del dólar que nos quiere imponer la CIA, la restricción en la venta de pasajes y otras cosas lindas de Zimbabue, es posible proyectar que muchos caraqueños tendrán las vacaciones de sus vidas nada más y nada menos que: o en el zoológico del Pinar o en el Parque del Este. Y no viene mucho al caso, pero hágase un favor: deje de decir Waraira Repano y diga Ávila. No sea ridículo.
*Ya sabemos que vivimos una época de avances tecnológicos y los juguetes no se quedan atrás. Pero nosotros, dignos hijos de Bolívar y su primogénito, el niño Chávez de Sabaneta, no podemos hacerle el juego a esa locura capitalista que sólo enferma a los niños y los convierte en esclavos del consumismo. Este diciembre los niños de la Patria clamarán por pares de medias, botones sueltos, perinolas y chapitas de refresco, entre otros juguetes y regalos más acordes con nuestra idiosincrasia. Un problema menos para sus pelabolas padres.
En fin, amigos: sean felices, que la tristeza es antirrevolucionaria. Den gracias por las colas, los motorizados y, en general, por los malandros. Cada robo es una oportunidad para recordar que siguen vivos; cada cola, una oportunidad para leer La Odisea. Y sobre todo: sean buenos y no anden subiendo a Facebook memes y fotos de béisbol, que eso hace llorar sangre al Niño Jesús. Y no se angustien pensando a cuánto estará el dólar el 01 de enero de 2014: lo más probable es que antes de esa fecha le hayan metido a todos dieciocho tiros y los hayan dejado abandonados en una cuneta.