Han sido semanas con otra rutina: por las visitas; porque es diciembre; porque hasta los no creyentes queremos renovar fuerzas y nos vemos sacudidos por el remolino de lo no hecho - lo que falta - lo que duele - lo que sobra - lo pasado - lo que somos y seremos.
Y no logro escribir, no tengo el silencio necesario y he perdido el ritmo y el entrenamiento.
Así que como me aconsejó un buen amigo, dejaré que otros hablen por mí. (He allí la explicación al post anterior)
En buen momento llegó ella, a decir lo que no podía yo: