miércoles, 9 de enero de 2013

Elogio al gris



Estás triste. Triste es poco: sobreviviste, te internaron, te han recetado pastillas. Te despertaste cada mañana con el trajinar de los enfermeros cambiando pañales a ancianos, bebiste café a solas y después, un día a la vez, escribiste y escribiste poemas. Nunca más harías poesía. Que no es lo mío, joder, que narrar se me da mejor. Pero así fluyó. Así suele ser la vida: un espanto no anunciado.

Sigues triste y medicada. Ahora tienes dos bonitos vestidos nuevos y cebas el mate con la esperanza de visionar pronto el mar. Te has comprado flores, has llorado y has dormido como sólo alguien fracturado puede hacerlo. Pero escribes. Y todo ello sin que te cruce por la cabeza la idea de que escribir salva: te salvas vos, nena. Vos, que en lo gris has visto renacer el dolor y, cómo no, las letras.

Elogiarás el gris y al gris:

Al que camina cabizbajo.
Al que reconstruye el optimismo a cuentagotas porque no le queda otra opción.
Al que prefiere ser despiadadamente honesto por encima de todas las cosas.
A quien ama sin reparar en el desbarrancadero que le aguarda.
A quien es valiente, tanto para decidir vivir como para decidir morir.
Al hombre que llora solo en las esquinas y lucha por liberarse del sentido de culpa.
A quien desea huir y es vilipendiado por ello.
A quien teme la llegada de la noche.
A quien ejecuta cada acto de su día en la más absoluta soledad.
A quien soporta.
Al que busca las pastillas, el alcohol, las drogas.
Al que vive de migajas.
Al que duda a cada instante.
Al que danza sin ser visto.
Al que ama en silencio.
A quien piensa, desesperado, en la esquiva posibilidad de tener sexo.
Al que no recibe abrazos.
Al que llora en colectivos y en la calle.
Al que soporta la ansiedad y el insomnio.

A la mujer rota que eres y seguirás siendo.
Pero con suerte, rearmada desde las palabras.

Desde el gris, ese intervalo donde brilla lo que se nos ha quedado a medias. 

2 comentarios:

  1. Nacho Vegas - La Sed Mortal


    Llevo ya una copa de más,
    aquí en La Sed Mortal, cuando llega Dodó.
    Y yo no me muevo de aquí,
    y aun así habré de llegar a la conclusión de que no hay
    un ser más culpable que yo,
    ni lo habrá, sobre la tierra.
    Y empiezo a pedir así:
    Por las cosas que siento y por aquellas que odio sentir,
    por mi mala cabeza
    porque mi calavera, ella no dejará de reír,
    por las lunas nuevas,
    por las cosas revueltas que dan vueltas dentro de mí,
    por seis años de penas
    y por cosas que ni tan siquiera me atrevo a decir.
    Perdón por mis pies siempre fríos,
    por la noche pasada, y por la otra, y por aquella también.
    Perdón por el Gran Sinsentido,
    por querer comprenderlo y, sobretodo, por no comprender ...
    Perdón.

    Y Dodó me observa,
    y yo le oigo rezar así: "Perdón por existir."

    Y amablemente invito a una copa a Dodó,
    y él me cuenta que incluso los perros se ponen tristes
    después de eyacular.
    Y acabamos agarrados en La Sed Mortal,
    y yo puedo jurar que no hay
    un ser más culpable que yo,
    ni lo habrá, sobre la tierra.
    Y por dos mil años de cristiandad;
    por tener la osadía de alimentarme y de respirar;
    por los superdotados,
    por el hombre tripudo y por la liberación sexual,
    por el circo italiano,
    por el viejo que agita una servilleta al hablar
    y me jura y me perjura que en ella
    ha resuelto el misterio de la Santísima Trinidad.
    Perdón por la gente moderna,
    porque corro el peligro de mirarla y perder la razón.
    ¡Perdón, por el amor de Dios!,
    por la gran decadencia de una vida pidiendo perdón.
    Perdón, perdón por los cuatro elementos,
    por la tierra y el agua y el fuego y la polución.
    Perdón, perdón por todos mis lamentos,
    por Dodó y, en fin, hoy pido por esta canción.
    Perdón.

    Y os miro a los labios,
    y a todos oigo pedir perdón por existir.


    http://youtu.be/q5i8FU1ikLo

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