lunes, 29 de julio de 2013

A veces


A veces te despiertas con el propósito de morir. Los obreros destrozan todo, la poceta se tapa, el perro no quiere comer, vomitas, te viene la regla, lloras y maldices. Entonces se te ocurre comprar un vino de cartón para beber a las dos de la tarde, porque qué más da. Y fumas un cigarrillo tras otro y revisas lo que has escrito y el propósito no te abandona. Piensas en un final certero, el fin de las dudas, la caída amable. Pero ya estás borracha, y los borrachos no se suicidan, apenas dan lástima. Hablas con honestidad, tienes las manos vacías de tanta espera y el lavamanos lleno de vómito. La mierda no baja, no quiere irse. Maldices de nuevo. Te ves en el espejo y tienes el mismo maquillaje de la noche anterior: ni bonita ni fea. Acabada. La celulitis se empoza. Los fracasos se amontonan y te ríes. No has terminado el libro de Auster, despotricas del nacionalismo, te producen arcadas todos los escritores criollos, el mundillo literario, la pose para convencer. Los leerán pocos pero se creerán infalibles. Viven en su mundo diminuto, creyendo en una fama que no tienen. Vomitas otra vez y, acto seguido, te sirves otro vaso de vino. Ahora, parece, te tocará volver. Y no hay fracaso mayor que volver a Venezuela. No quieres toparte con conocidos, no quieres pedirle favores a nadie. Tampoco hoy te tomarás los antidepresivos. Te vuelven idiota, te quitan las ganas de llorar, te inmunizan contra el dolor. Pero el vino sigue ahí, fiel. Borracha: así es como te gusta estar. Borracha, para espantar tanta realidad que hace que vuelva el vómito y se te quede atravesado en la garganta. Ayer te tomaste una foto sonriente, ¿a quién quieres engañar?

domingo, 28 de julio de 2013

Sola


Abres los ojos: estás sola en la cama. Pero eso es lo de menos: estás sola bajo cualquier circunstancia y a cualquier hora del día. Estás sola en un país para gente sola. Intentas, entonces, darle un manotazo a la tristeza. Intentas, de nuevo, otra sonrisa fingida. Descartas seguir escribiendo y apenas tienes fuerza para leer un libro más. Te intoxicas de libros hasta el hastío, hasta la náusea, hasta vomitar las letras, que no irán a parar a una nueva página de Word. No. Ya no quieres escribir. Eso tampoco se te da. Como no se te dan los otros y sus cuitas. Como no se te da la esperanza, la belleza, el futuro. Abres los ojos y estás sola, más de lo que nunca has estado. Y ya no quieres sacar lecciones de ello ni llorar por imposibles. Sola, así, a secas. Estar sola es la única constante en tu vida. 

domingo, 21 de julio de 2013

Lo que he leído



El viernes pasado alguien me pidió por Twitter sugerencias sobre qué leer y dónde descargarlo. Como sería un tanto engorroso responder a semejante pregunta por esa vía, decidí hacer un listado acá con algunos de los libros que he leído en las últimas semanas. No son todos los que he leído pero sí los que más me han gustado. Coloco el enlace para descargar, tan útil en estos días.

- El olvido que seremos. Héctor Abad Faciolince.
«Nuestra felicidad está siempre en un equilibrio peligroso, inestable, a punto de resbalar por un precipicio de desolación.»


- La soledad de los números primos. Paolo Giordano.
«El recuerdo de las personas que no amamos es superficial y se evapora pronto.»


- Desde las cenizas. Claudia Amengual.
«Pero, ahora, no tengo ganas de inventarme ninguna felicidad.»


- En picado. Nick Hornby.
«Y nadie toca lo que siento en la radio, porque la gente que está triste no encaja en nada.»


- La invención del amor. José Ovejero.
«Qué manía de ser desgraciados tenéis los que pensáis.» 


- La traducción. Pablo de Santis.
«El escritor se traduce a sí mismo como si fuera otro; el traductor escribe al otro como si fuera él mismo.»


- Caza de conejos. Mario Levrero.
«Creo que hay algo de amor en este odio.»


- El caos. Juan Rodolfo Wilcock.
«Porque si bien es cierto que nadie es lo que quisiera ser, también es cierto que son muy pocos los que saben lo que realmente quisieran ser.»

sábado, 13 de julio de 2013

Esta tarde


Esta tarde le dije a mi perro: no me suicido por ti; si yo me muriese, nadie te serviría la comida como yo lo hago. Entonces lo acaricié y lo llené de besos. Antes le había esmechado el pollo y le había servido arroz, ración que él comió gustoso, porque no le gusta la comida que compré para ellos (tengo dos perros). Lo acurruqué, lo mecí: las lágrimas por fin resbalaron. Tomar antidepresivos es igual a consumir cocaína: no te permiten llorar. Pero ahí, abrazada a mi perro, lloré. Él se fue. No hay manera de devolverlo a mi vida. A mí sólo me quedan las madrugadas solitarias. Esta mañana desayuné vino. Me supo bien. Luego, aún tambaleante, me acerqué al balcón. Subí el peldaño, calculé la caída. Hoy no es el día, me dije. Cobarde, siempre cobarde. La caída me espera, eso ya lo sé. Mientras tanto, abrazo a mi perro. Sólo a él le he contado mis desdichas. 

sábado, 6 de julio de 2013

El Kindle: ventajas y desventajas


Hace dos semanas me compré un Kindle de quinta generación. Hice cálculos: el Kindle me costaba el equivalente a 10 libros y el trato era más que satisfactorio, considerando todo lo que suelo gastar en librerías.

He descargado decenas de libros en pdf o doc, los transformo en esta página en segundos: http://ebook.online-convert.com/es/convertir-a-azw3, los transfiero y ya tengo mis futuras lecturas. Las ventajas son infinitas. Veamos:

-  La gratuidad: tengo una página favorita para descargar libros:  http://ebiblioteca.org/?/buscar/ Hay de todo, es gratis y sin procedimientos engorrosos.
-      La promiscuidad: Salto de un libro a otro como si nada. Ya antes era una lectora promiscua, pero ahora esto se ha intensificado. Puedo leer cuatro libros a la vez con mi Kindle. Descarto los que no me gustan y lo mejor es que no pagué nada por ellos.
-         Puedo subrayar, tal como me gusta con los libros normales.
-     Con sólo colocar el cursor en una palabra, el Kindle me dice qué significa. Se acabó eso de leer con un diccionario Larousse al lado.
-         Puedo hacer notas a medida que leo.
-         Mi mesa de noche ya no está atiborrada de libros: sólo reposa en ella mi Kindle (y el cenicero, claro) Bah, por ahí mantengo «El libro del desasosiego», de Pessoa.
-         Puedo conectarme a Twitter (perdón, soy adicta)
-         Con el Kindle no ves el número de páginas sino el porcentaje de cuánto has avanzado con el libro. A mí, que soy una lectora rápida y voraz, esto me pone de lo más cachonda: ¡Joder, ya llevo el 60%!
-         La batería dura bastante (y el aparatico se carga muy rápido)
-         ¿Llevar libros gordos en la cartera? No más.
-         Amo leer acostada en mi cama y para esto el Kindle es perfecto: puedes ponerte de lado y, gracias a los botoncitos laterales para pasar las páginas, no hace falta hacer las maromas de pasar páginas que requiere un libro normal.
-       Puedes ajustar el tamaño de la fuente con la que se te hace más cómodo leer.
-         Si te gustan los cómics, también puedes leerlos en el dispositivo.


¿Las desventajas?

-    No tengo tarjeta de crédito, por tanto no puedo comprar libros por Amazon.
-         Muchos PDF se convierten mal y cada tantas páginas te encuentras —en medio de la lectura— con el título del libro y el nombre del autor. Igual ya he aprendido a no enrollarme por eso: sigo leyendo como si nada.
-         En caso de que estés leyendo, por ejemplo, un libro de cuentos, pierdes la capacidad de ir al índice con sólo un movimiento de manos para saltarte un cuento que no te gusta. Con el Kindle debes ir pasando página por página. Pero tampoco ha sido un inconveniente grave.


En resumen: es un aparato genial para quienes somos adictos a la lectura. Está diseñado para eso, no para conectarse a Internet (aunque puedes si tienes Wi-Fi). Es maravillosa la sensación de cargarle cuantos libros se te ocurran (la capacidad da para más de mil libros), no pesa nada y tiene el tamaño adecuado. Desde que lo tengo he leído un promedio de un libro cada dos días y ayer, por ejemplo, visité una librería: me moría por llevarme conmigo un libro de verdad. ¿Pero saben qué hice, ya que no tenía dinero? Me anoté los nombres de los autores y los títulos que me interesaban y, al llegar a casa, empecé a buscar y a descargar. Todo eso mientras me fumaba un pucho y me bebía un vaso de vino.


No hay mucho que agregar: si no idolatras al objeto-libro y no te interesa seguir acumulándolos (bien porque no tienes espacio, bien porque sientes que estás de paso donde vives, como es mi caso), el Kindle es perfecto. En fin, estoy enamorada de mi nuevo Kindle; a mí lo que me interesa es leer, no cómo huelen los libros. 

lunes, 1 de julio de 2013

BASTA


Los Beatles. Stanley Kubrick. Murakami. Chávez. Kirchner. El Che Guevara. Simón Bolívar. Pink Floyd. Mujica. La selección de Brasil. Liniers. Malena Pichot. Andrés Calamaro. Charly García. Jorge Drexler. Botero. Frida Kahlo. Alí Primera. Diosa Canales. Mafalda. Rayuela. The Big Bang Theory. Björk. La paridera. Las elecciones. La intensidad. Los bebés feos. Pérez Pirela. Shakira. La Villa del Cine. María Lionza. Los motorizados. La Todo en Domingo. Dudamel. Galeano. San Martín. Tambor Urbano. Los hermanos Primera. Diego Rísquez. Los boliburgueses. Las uñas acrílicas. Las tetas operadas. Los cuentos fastidiosos. Tinelli. Piqué. La escasez. Elí Bravo. La inspirulina. Adriana Azzi. Mercurio retrógrado. La gente que trota. Los mercados de diseño. Iris Varela. Las hijas de Chávez. Led Varela. Érika de LaVega. Eva Perón. Angelina Jolie. Ilan Chester. Las cadenas. Cristina Kirchner. El peronismo. La Divina Diva.