lunes, 2 de agosto de 2010

Madrugada 6 am


Estás en pie. Bueno, no en pie, pero estás y eso ya es bastante. En pie sin aditivos. Y sabes que desde entonces da miedo recibir el amanecer: hay muchos recuerdos, mucha ansiedad, mucha mala nota, mucho desgaste, mucha depresión.
Pero estás en pie y es lo que importa.
Necesitas una vida nueva. Una dentro de la ley, una concreta. Una que no contemple amaneceres con ansiedad.
Caracas: yo no te odio, pero no me pidas que vuelva ya a tus fauces. No puedo. Es el vino, Caracas. No puedo. Es mi vida, es el tacto, el olfato, el oído. No puedo. Es tu vicio, es tu droga, es tu ruido, es tu mala trampa, tu soledad, tu ligereza, Caracas; es tu lujuria –y la mía-. No me pidas que me lance. No me pidas esa muerte.
Mariana me pregunta porqué no puedo volver. Pero ella sabe que yo no tengo raíz: no hay familia, no hay casa, no hay bienestar.
He intentado desde largo tiempo, construir una cerca alta; marcar distancia con un antiguo hogar que sólo me trae tristeza. Y desde que te fuiste, tía, quedó al descubierto la grieta entre ellos y yo.
A las 6:00 am, borrachos y extasiados con Vytas Brenner y Aldemaro Romero, Jonathan dijo: “Caracas huele a café en la mañana”. Y todo se vino abajo. No es Caracas: es Porlamar, es cada rincón, le contesté. Todo huele a café al despertar. Y notamos que en efecto, duele.
Al día siguiente, el despecho había desaparecido. El amor se borra cuando abres los ojos y comprendes por milésima vez que no, Mariana, no quiero volver. Todo el tiempo es poco.

1 comentario:

  1. Vale...No hay ninguna pretensión trascendental que decirte, nada que no hayamos hablado, mucho menos que tu no sepas.
    Ah...Por cierto yo, desde Caracas, te extraño. Así que es probable que vuelva a hacerte la misma pregunta en un rato.

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